Jolgorio y emoción en las calles de la ciudad para celebrar la gesta conseguida por el CD Teruel
Cientos de personas acuden en masa al centro de la capital para reconocer la hazaña del equipo y festejar el ansiado ascenso a Primera RFEFAyer era un día grande para el CD Teruel y para la propia ciudad. Los rojillos estaban ante la posibilidad de conseguir el título de liga y el ascenso a la Primera RFEF, de modo que todo estaba preparado para, si se daba, poner la ciudad patas arriba y vivir una gran fiesta para celebrar tal hazaña. Finalmente, el CD Teruel hizo realidad los sueños de toda la marea rojilla y la ciudad explotó en una gran celebración, que empezó incluso antes del partido con el recibimiento en los aledaños de Pinilla y acabó con la tradicional congregación en la plaza del Torico para vestir al mismo con la bufanda del CD Teruel.
Para que ese gran jolgorio pudiera desencadenarse, los rojillos tenían que salir victoriosos de un complicado partido ante la SD Formentera. Una misión en la que no estuvieron solos, y es que la afición del CD Teruel se levantó el domingo con un único propósito: llevar al equipo en volandas a la Primera RFEF. En este sentido, los primeros movimientos de la marea rojilla se dieron a partir de las 10:15 horas, cuando los aficionados se citaron a las puertas de la piscina climatizada para recibir al equipo y acompañarlo en los últimos metros hasta Pinilla.
Cuando se pudo vislumbrar el autobús del CD Teruel, los cánticos y las arengas se elevaron, las bengalas se prendieron y afición, directiva, cuerpo técnico y plantilla formaron un momento bonito de simbiosis, con el que, sin duda alguna, empezaron a decantar el partido.
Posteriormente, este clima se trasladó al interior de las instalaciones de Pinilla, donde, esta vez más que nunca, el equipo pudo sentir el empuje de su afición, y es que, en esta ocasión, el feudo turolense se colmó de efectivos, ya que el club consiguió llenar casi por completo el estadio, al que asistieron cerca de 3.000 personas. Una multitud de gargantas que no soltaron al equipo en ningún momento y no dejaron de vibrar con cada una de las opciones de los suyos. Ni que decir tiene que esta es la mejor entrada que ha conseguido la entidad durante esta temporada.
En la primera mitad, los 3.000 hijos de Ramón Navarro empujaron a sus guerreros sobre el campo a la portería rival. Con cada grito y con cada aliento motivaban una ocasión de peligro rojilla y, de esta manera, sumado al gran fútbol que exhibió el equipo de Víctor Bravo, llegaron los dos goles turolenses que sirvieron para consumar la victoria que, posteriormente, les regaló la gloria.
En la segunda parte, pese a tenerlo todo de cara, la afición no quiso relajarse en ningún momento para evitar sorpresas que pudiesen manchar el día histórico. Así pues, los hinchas siguieron soplando para repeler las acometidas de la SD Formentera y llevar el esférico al campo contrario, sobre todo en los momentos finales, cuando el empate definitivo de su rival más directo, la Peña Deportiva, servía en bandeja de plata el título como plato principal y, como guarnición, el ascenso directo.
Cantar el alirón
Con el pitido final llegó el momento. Ahora sí, la victoria significaba que el CD Teruel era campeón y había consumado el ascenso a la Primera RFEF. En ese instante, Pinilla explotó en un ensordecedor rugido al mismo tiempo que se contenía para no invadir el campo hasta que los árbitros hubiesen salido del mismo.
La contención duró pocos segundos. En concreto, hasta que la marea rojilla explotó. Sufrimiento, desesperación, frustración, presión y un largo cúmulo de emociones que se habían experimentado a lo largo de toda la temporada se liberaron en forma de carreras interminables, abrazos, lágrimas, gritos, cánticos...
Todos se pellizcaban para comprobar la realidad de ese momento, pero ni la ley más cierta del mundo era tan cierta como lo que allí en Pinilla acababa de suceder un domingo por la mañana.
Después del catártico instante sobre el césped del campo rojillo, las personalidades públicas allí presentes aprovecharon los momentos de sosiego para felicitar a todo el equipo y a un Ramón Navarro, presidente de la entidad, visiblemente emocionado por lo que habían conseguido.
No obstante, la cosa no acababa aquí, todavía quedaba fiesta por delante, y es que aún había que vestir al Torico con los colores rojillos. La llegada de los jugadores a la plaza estaba pautada para las 16:00 horas, de modo que todavía quedaba una hora para que eso sucediera. Así pues, muchos aprovecharon para marcharse a comer y reponer algo de fuerzas. Otros, en cambio, continuaron la fiesta al lado del estadio donde, con una furgoneta, unos altavoces y poco más, se montaron una discoteca móvil para recorrer las calles de Teruel antes del gran evento en la plaza del Torico.
La celebración en el Torico
A las 16:00 horas, ni un minuto más ni un minuto menos, todo el mundo estaba ya en la plaza esperando la llegada de los protagonistas, quienes se apearían del autobús en el paseo del Óvalo y subirían escoltados por la policía hasta la plaza, donde se produciría el encuentro más bonito y honesto entre jugadores y aficionados. En ese instante volvieron los cánticos y las arengas, acompañados, eso sí, del refrescante agua de la fuente que sujeta al Torico.
Con todos bendecidos, llegó el momento de vestir al Torico. Víctor Bravo y Ramón Navarro designaron quiénes serían los encargados. En este sentido, Redolar y Cabetas fueron los elegidos, y, ayudados por una grúa, le colocaron la bufanda al emblema turolense para deleite de todos los presentes.
Con los actos ceremoniales realizados, llegó la jarana. Los jugadores se subieron al escenario y un maestro de ceremonias como Borja Romero se encargó de amenizar la velada y de ceder la palabra a todos sus compañeros para que pudieran tener un momento con la afición. Una afición que cumplió con su cometido y consiguió llevar a su equipo en volandas a la Primera RFEF.