Fragmento del cuadro de Salvador Gisbert 'Visita de Fernando VII a los Amantes de Teruel', expuesto en el Mausoleo de los Amantes
En los actos celebrados en la semana modernista en noviembre de 2022, se incluyó la recreación de la visita que el rey Alfonso XIII realizó a Teruel en 1904. Me ha parecido oportuno indagar y escribir sobre algunos aspectos relacionados con la venida de Reyes
Básicamente todos los viajes regios respondían a un protocolo similar como sucedía en las entradas a la ciudad de los Obispos, que a lo largo de la historia han sufrido escasas variaciones. La documentación manejada, desde mi punto de vista es muy interesante, por lo que para darla a conocer lo mejor posible, tratándose de un trabajo para el Diario de Teruel, es necesario hacerlo en dos capítulos.
En el primero se relatan cinco viajes, desde finales del siglo XIV hasta el siglo XIX y el segundo se dedica exclusivamente a Alfonso XIII que en realidad es el origen de este trabajo con el fin de dar a conocer algunas imágenes relacionadas con este Monarca y especialmente las de su estancia en nuestra ciudad, unas publicadas en el ABC y una fotografía realizada por Narciso Alloza.
Del primer viaje que tenemos noticias es la referida al último Rey de Aragón Martín el Humano, que sucedió a su hermano Juan I tras la muerte de este en 1396. Martín era muy amigo del turolense Pedro Fernández de Aranda “Venerable Francés de Aranda” y le nombró consejero real. Tras la muerte de Martín fue nombrado compromisario para la elección en Caspe del nuevo Rey que recayó en Fernando de Antequera.
Según el manuscrito de la biblioteca nacional que contiene los fueros romanceados de Teruel, en 1397 vino el Rey Martín I a Teruel, y el archivo provincial de Teruel conserva varios recibos de 1397, que hacen referencia a pagos relacionados con la estancia del Rey en la ciudad.
1397 junio 12 “Albarán de 15 sueldos jaqueses otorgado por Juan de Hinojosa, pintor de la ciudad de Teruel, a favor de Pascual de Maenza, síndico y procurador de dicha ciudad, por pago de su trabajo pintando las armas reales y otras cosas para las procesiones de la fiesta por razón de la visita del Rey”.
1397 junio 28 “Albarán de 11 florines de oro otorgado por Juan de Ainzón, rector de Villarquemado, por el pago de un toro que le vendió para la fiesta con motivo de la visita del Rey”.
1397 junio 9 y 11 “Albarán de 11 florines de oro otorgado por Pedro Just en nombre de Ferrant Martínez, vecino de Villarquemado, por un novillo que le compraron para las fiestas con motivo de la visita del Rey”. (dos albaranes similares)
1397 junio 13“Albarán de 63 sueldos y 4 dineros otorgado por Antón Pons, por pago de 20 cántaros de vino que vendió para los danzantes de la fiesta con motivo de la visita del Rey”.
Los tres anteriores también están emitidos a favor de Pascual de Maenza.
1398 marzo 27“Albarán de 7 sueldos y 3 dineros otorgado por Felipe de Perpiñán, clérigo por razón del pago de los desperfectos que sufrieron las puertas de su casa y de la casa de su madre, en la fiesta con motivo de la visita del Rey a la ciudad de Teruel”.
1397, junio 18 “Orden de Pago dada por los regidores de la ciudad a los síndicos y procuradores de la misma para abonar cinco sueldos jaqueses a ciertos juglares y cuatro a otros juglares por tocar instrumentos con motivo de la venida del Rey Don Martín.
Como vemos, estos albaranes dejan constancia de la visita del rey Martín I a Teruel, de los que solo podemos sacar como conclusión que hubo recorrido por la ciudad, que el pintor Juan de Hinojosa, entre otras cosas, pintó las armas reales, y que hubo fiesta con juglares, danzantes y vino y se corrieron un toro y dos novillos.
El enlace entre Felipe III y Margarita de Austria se celebró en la catedral de Valencia el 18 de abril de 1599. De allí fueron a celebrar Cortes en Barcelona y pretendían ir por Tarragona a Zaragoza para jurar como rey los fueros de Aragón en la iglesia de La Seo. Finalmente decidieron volver hacia Valencia en galera llegando a Denia el 22 de julio donde permanecieron un mes. El 23 de agosto, salieron hacia Zaragoza, hicieron escala para dormir en Oliva, Cullera, Silla, Albalate, Monvedro (Sagunto), Segorbe, Jérica y Barracas, antes de entrar en la provincia de Teruel.
Es curioso el relato que se hace del recorrido entre Silla y Albalate, a su paso por Valencia: “pasaron por medio de la ciudad al galope, acompañados de la guardia de a caballo, corriendo a media rienda sin parar en ninguna parte, que parece tuvo la ciudad algún sentimiento”. Lo que indica que no gustó que pasara de largo por Valencia.
A la salida de Barracas, les esperaba el regente de Aragón, llegaron a Cerriol (Sarrión), donde al margen de numerosos regalos se corrió un toro que casi mató a dos caballos. Al día siguiente llegó a La Puebla de Valverde, le recibieron 36 caballeros ligeros de la guardia de Aragón en caballos vestidos de azul y guarnición azul y blanca y una compañía de arcabuceros de 100 hombres, recibiéndole con hachas encendidas. El día 3 salieron hacia Teruel.
La extensa crónica de ese viaje la publicó la Sociedad de Bibliófilos Españoles en 1896, en “Relaciones Históricas de los siglos XVI y XVII”, en la que la parte relativa a la ciudad de Teruel, se expresa en estos términos:
“Y fueron a dormir a la ciudad de Teruel, la cual tenía hecha antes de entrar en ella una calle bien grande de pinos puestos aposta, que parecían bien; hubo por las murallas y torres y en el camino hasta entrar en la ciudad, que es bien fuerte, muchas luminarias; salieron al camino los pelaires y zapateros a recibir a los reyes, con cosa de cien achas encendidas; a la entrada de la puerta estaba el Justicia y Jurados con las llaves de la ciudad en fuentes de plata, las cuales ofrecieron al rey que las tomó en la mano y se las volvió a los jurados, que estaban con sus ropones de damasco carmesí, y delante sus maceros con mazas de plata; entraron los reyes debajo del palio viniendo a caballo como en Segorbe; llegaron a la iglesia, donde el obispo aguardaba como en dicha de Segorbe; hicieron oración y salieron de la iglesia a pie; por estar junto a ella la casa del obispo, que es buena, donde fue palacio; hubo una danza razonable. A 4 del dicho viernes, hubo en la plaza de palacio cuatro toros razonables que alegraron la gente, y acabado salieron sus Majestades para Celda (Cella) villa razonable.”
El 12 de septiembre, ya en Zaragoza, fueron los reyes a la catedral de la Seo para, junto al altar realizar el juramento como rey de Aragón tras la lectura de ciertas partes de los fueros de Aragón. La crónica citada dice que “ese día hizo su Majestad merced a la ciudad, de que se quitasen de los lugares adonde estaban, las cabezas de D. Diego de Heredia y D. Juan de Lanuza y otras nueve, y borrasen los letreros que tenían do decía su culpa, y las enterrasen, que no fue pequeña merced”. Las cabezas debían estar expuestas en distintas zonas de la ciudad.
Se puede observar que se relatan actuaciones que van a perdurar en todas las entradas de reyes: achas encendidas, entrega de las llaves de la ciudad en fuentes de plata, maceros con mazas de plata, ropones de damasco carmesí, danzas y toros.
Indudablemente existía un protocolo en los actos y forma de actuar. De hecho, el denominado “Libro Verde”, conjunto de manuscritos del Ayuntamiento encuadernados que actualmente se conserva en el Archivo Histórico, contiene el recibimiento que se ha de hacer al Rey cuando viene a Teruel. Dicho protocolo está basado en lo realizado en la visita de Felipe III, pues remite expresamente “al manual y registro de la corona del año 1599”, año en el que como hemos visto vino este monarca a Teruel.
El protocolo establece que cuando viene el Rey, que nadie trabaje y se vistan todos de gala, si es por la noche que tengan todos luces en las ventanas que se hagan hogueras fiestas y regocijos. Los oficios que se señalen, han de salir a un tiro de escopeta de la Ciudad.
Igualmente se nombran las personas que han de llevar los cordones del caballo y las barras del palio: Justicia, Síndicos y Asesor, Cuatro Jurados, Almotazaf y Mayordomo Síndico. Llevan las granallas de carmesí con guarnición de oro y los
Secretarios y Mayordomo Síndico de damasco negro.
“Antes que la comitiva vaya a recibir a su Majestad salen cuatro síndicos a caballo de los más ilustres de la ciudad al alto de Santa Catalina o al respecto a otro lugar según por donde viene y le dan la bienvenida de parte de la ciudad y después sale la ciudad como está dicho y contado el acompañamiento posible de ciudadanos un tiro de piedra de la ciudad o lo que pareciere y se hacen las funciones arriba dichas.”
El Jurado Mayor entrega las llaves de la ciudad doradas le da la bienvenida todos le besan la mano, le acompañan a la Catedral en donde hace oración al Santísimo Sacramento y se canta el Tedeum Laudamus y de allí hasta su cuarto del Palacio. Se corren toros.
El 25 de octubre de 1645 pasó por la ciudad de Teruel Felipe IV. Venía de Zaragoza hacia Valencia a jurar por Rey su hijo el Príncipe Baltasar Carlos. La reina Isabel de Borbón había muerto hacía un año y el rey no quiso que se le recibiese con palio ni recibimiento alguno otro.
Hubo pregones para que los turolenses limpiaran las calles y estercoleros, que se vistieran de gala, y que cada vecino tuviera previstas dos camas. (Se supone que para dar cobijo a miembros de la comitiva o persona que vinieran a la ciudad de los pueblos). En este caso la comitiva a la que se denominaba “ir en forma de ciudad” fue a San Francisco (un poco más arriba, posiblemente hasta el puente del cubo) al llegar la carroza, paró, le besaron la mano y le entregaron las llaves de la ciudad.
Al entrar en Teruel, tocaron todas las campanas. Acompañaron al monarca hasta su cuarto del Palacio del Obispo donde iba a pasar la noche, y le despidieron rodilla en tierra. La misma ceremonia hicieron con el Príncipe. Se mandaron hacer hogueras a todos los vecinos a las nueve de la noche y hubo ronda. La ciudad dio achas para poner en las ventanas y en las calles y plazas se pusieron tederos.
Los distintos oficios le ofrecieron un presente que contenía 24 perniles de tocino, 24 cajas de bizcochos de a dos docenas, 100 libras de confitura blanca en cajas, 24 achas blancas, 3 arrobas de queso, 40 pares de perdices, 36 capones y 40 gallinas.
A fines de mayo de 1718 pasó por Teruel el Rey Felipe VI acompañado de la Reina Isabel Farnesio de Parma, y el Príncipe Luis. Inicialmente pensaba ir por Navarra a Cataluña pero finalmente por la situación de conflicto con la Triple Alianza pensó pasar a Barcelona por Valencia. Era el momento que se quería iniciar la recuperación de Sicilia, pues el ejército partió de Barcelona el 19 de junio llegando a Siracusa el 1 de julio y el 8 a Palermo.
Según la crónica del “Libro Verde”, el primer ministro, que era el Cardenal Alberoni comunicó al Ayuntamiento que se dispusiesen los caminos; y se previniese hospedaje para los reyes y su corte. Se convocó a caballeros particulares y ciudadanos y oficios para que adecuasen “un pedazo” de los caminos por donde debían entrar y salir y que se adornaron y se pusieron tapices en las calles por donde iban a pasear sus majestades.
El alojamiento de los Reyes fue en el Palacio Episcopal que se adornó a costa de la ciudad, bajo la dirección de D. Juan Francisco de Peña, D. Gerónimo Dolz y D. Joseph Muñoz, y el de sus acompañantes en las mejores casas de eclesiásticos y ciudadanos, que también se adecuaron en función de la categoría de la persona a la que se le daba hospedaje. No se permitieron fiestas, tan solo luminarias en la noche que estuvieron en Teruel.
Como solo iban a estar medio día en Teruel, y porque “la Corte venía de luto” los actos fueron muy limitados. No se admitió besalamano público ni regalo del Ayuntamiento, si bien se previno a la Ciudad y Cabildo que a la salida del viaje de sus Majestades estuviesen en el salón del Palacio ambas instituciones representadas por diferentes Caballeros y Eclesiásticos para besar la mano de sus Majestades y Príncipe.
Para estar abastecidos de todo género de víveres, se contrataron los mejores de pueblos de la comarca y se mandó ponerlos a la venta en la plaza del mercado, una previsión lógica teniendo en cuenta que acudiría gente de los pueblos de Teruel.
El acompañamiento del Rey en esta ocasión estaba formado, sin duda, por cargos de gran relevancia. Hay constancia, al menos de los siguientes:
El Cardenal Giulio Alberoni con funciones de primer ministro.
El Caballero Mayor del rey Alonso Manrique de Lara y Silva que había sido nombrado primer Duque del Arco título nobiliario creado por Felipe V.
El Capitán de Guardias de la casa Real Mercurio Antonio López Pacheco Conde de San Esteban de Gomaz y primogénito del Duque de Escalona.
El General que iba a mandar las tropas.
El Intendente General de la Marina y de la Guerra José Patiño Rosales.
El Patriarca Francisco de Borja.
Secretario del Despacho Universal Miguel Fernández Durán.
El Contralor (tesorero) de la Casa Real Joaquín Ignacio de Barrenechea y Erquiñigo.
Baltasar Hurtado de Amézaga y Unzaga, educador del Príncipe y Fernando Suárez de Figueroa, primer Marqués del Surco teniente ayo del Príncipe.
A cada una de estas personalidades le acompañaban sus subalternos respectivos, y a la reina dos damas, una de ellas la Princesa de Roberg de procedencia francesa. No faltaban el confesor del Rey el Padre Guillermo Daubentón, jesuita francés, y el de la Reina Domingo Valentín Guerra Arteaga y Leiva, Deán de Segovia.
Como vemos, viajaban con el rey los tres cerebros que habían preparado las expediciones militares a Cerdeña (1717) y Sicilia (1718), Alberoni, Fernández Durán y José Patiño.
Los Reyes y la corte mostraron haber estado bien servidos, y contentos del hospedaje, recibimiento y aclamaciones del pueblo, y de todo el país que concurrió a ver a sus Majestades. Gobernaban la ciudad en dicho año, corregidor por sus Majestades D. Juan Bautista de Vereceyban y Segovia, su Alcalde Mayor D. Antonio Moreno, Regidores D. Gaspar Mateo Palomar, D. Miguel Barrachina, D, Miguel Texadillos, D, Francisco Manuel Garcés de Marcilla, D. Gerónimo Truyenque. D. Gaspar Lasala, D. Juan Francisco de Peña y Secretario Jacinto Martín y Gerónimo Bernardo Theresa.
El Puente del Cubo situado sobre el río Alfambra y próximo al camino de Capuchinos que nos conduce hasta la Villavieja, debió ser el punto en que se recibía a los viajeros “Ilustres” que llegaban a la ciudad. Un puente del que se conserva una magnífica representación realizada en 1842 por J.Buitrago, con una vista de Teruel desde esa zona, en la que se observa el conjunto de la ciudad dominada por la cornisa oeste desde el Seminario hasta el convento de los Dominicos, y en un segundo plano más desdibujada de los edificios y torres de la zona norte. Extramuros, vinculados a la vega, aparecen como únicos edificios, la Casa de Misericordia (Beneficencia) el Convento e iglesia de San Francisco y el antiguo convento de Carmelitas, actual sede del Gobierno de Aragón en Teruel.
Las tierras aledañas al Puente del Cubo eran propiedad de la familia Sánchez Muñoz. Poseían parrales, molino harinero, trapero (batán) y agramador para el cáñamo y picar lino.
Posiblemente uno de los acontecimientos más importantes que acogió este punto de la ciudad, se produjo el 13 de abril de 1814 con motivo de la visita del Rey Fernando VII a Teruel, procedente de Valençay de donde había salido el 13 de marzo entrando por la Junquera, llegó a Zaragoza el 6 de abril donde permaneció 5 días, y se dirigió hacia Teruel. El día 12 hizo noche en Villafranca del Campo.
El turolense Salvador Campillo que en ese momento era Gobernador Superior Político de Aragón, había comunicado al Ayuntamiento que realizaría la entrada en Teruel el día 13 después de la parada en Villafranca. El día anterior los regidores municipales Bernardo Jarque e Ignacio Julián, junto al secretario Juan Gabarda, fueron a Villarquemado en un coche con tres tiros de mulas engalanadas para esperar al Monarca. En la mañana del día 13 esperaron en la carretera la carroza real y tras los saludos el cortejo se dirigió hacia Caudé y Concud, donde el vecindario saludó su paso.
La comitiva se dirigió al Puente del Cubo donde esperaban el Ayuntamiento Clero, Autoridades y una importante concurrencia de ciudadanos. El alcalde Ignacio Ahijado le ofreció las llaves de la ciudad que se portaban en bandeja de plata, mientras los maceros, vestidos de grana y arrodillados rendían sus mazas de plata. Una carroza engalanada con cintas que llevaban jóvenes vestidas de labradoras, tirada por pares de mulas que montaban labradores le llevó hasta el Palacio Episcopal a través de Arcos de Triunfo colocados frente a la Casa de Beneficencia, en las calles de San Francisco y Salvador. Hay que tener en cuenta que todavía no existía como tal la calle Nueva.
En la Plaza de la Constitución (Torico) engalanada con tapices y colgaduras, había un pabellón con el retrato del Rey, un dosel con un cuadro de San Jorge y el surtidor de la fuente convertido en manantial de vino a costa de los colegios de médicos y cirujanos y los gremios de cereros y comerciantes. El cortejo siguió hacia la plaza de la Catedral por la calle de la Pescatería, hoy de Mariano Muñoz, en cuyo final había otro arco.
Fue recibido en el Palacio Episcopal, donde se hallaban los Cabildos de Teruel y Albarracín, al Capítulo general eclesiástico y comisiones de los Ayuntamientos de las dos ciudades. El rey visitó la Catedral, donde se cantó el Tedeum y posteriormente la iglesia de San Pedro para ver las momias de los Amantes que, aunque ya habían sido trasladadas al templete de una pequeña capilla situada al fondo de uno de los corredores del Claustro, Gisbert los pintó en lo que había sido su antiguo armario. También fue a la Casa de Misecordia, donde un importante donativo.
El Alcalde ofreció al Rey el acuerdo adoptado el 3 de agosto de 1808 por la Junta de Gobierno de la ciudad para quemar públicamente la Constitución de Bayona. Estaba escrito sobre vitela y envuelto en un cuaderno de terciopelo carmesí con el escudo de la ciudad bordado. Hubo juegos, danzas, música y dulzainas en las que participaron distintos gremios de la ciudad. La visita terminó con una fiesta en la casa del Conde de la Florida.
Desde Teruel, el Rey hizo escala en Sarrión y Segorbe y llegó a Valencia el 16 de abril donde planeó el Golpe de Estado de mayo de ese año. Mediante el “Decreto de Valencia” de 4 de mayo que abolió la Constitución de 1812 y demás actos legislativos de las Cortes de Cádiz, restaurando el absolutismo y el antiguo régimen.
Precisamente de ese año de 1814, el Museo del Prado conserva un cuadro de Fernando VII del pintor Vicente López Portaña, que al año siguiente fue nombrado Pintor de Cámara del Rey. Se le considera el mejor ejemplar del primer modelo de retrato oficial de este monarca.
Básicamente todos los viajes regios respondían a un protocolo similar como sucedía en las entradas a la ciudad de los Obispos, que a lo largo de la historia han sufrido escasas variaciones. La documentación manejada, desde mi punto de vista es muy interesante, por lo que para darla a conocer lo mejor posible, tratándose de un trabajo para el Diario de Teruel, es necesario hacerlo en dos capítulos.
En el primero se relatan cinco viajes, desde finales del siglo XIV hasta el siglo XIX y el segundo se dedica exclusivamente a Alfonso XIII que en realidad es el origen de este trabajo con el fin de dar a conocer algunas imágenes relacionadas con este Monarca y especialmente las de su estancia en nuestra ciudad, unas publicadas en el ABC y una fotografía realizada por Narciso Alloza.
MARTÍN EL HUMANO,EL ÚLTIMO REY DE ARAGÓN. 1397
Del primer viaje que tenemos noticias es la referida al último Rey de Aragón Martín el Humano, que sucedió a su hermano Juan I tras la muerte de este en 1396. Martín era muy amigo del turolense Pedro Fernández de Aranda “Venerable Francés de Aranda” y le nombró consejero real. Tras la muerte de Martín fue nombrado compromisario para la elección en Caspe del nuevo Rey que recayó en Fernando de Antequera.
Según el manuscrito de la biblioteca nacional que contiene los fueros romanceados de Teruel, en 1397 vino el Rey Martín I a Teruel, y el archivo provincial de Teruel conserva varios recibos de 1397, que hacen referencia a pagos relacionados con la estancia del Rey en la ciudad.
1397 junio 12 “Albarán de 15 sueldos jaqueses otorgado por Juan de Hinojosa, pintor de la ciudad de Teruel, a favor de Pascual de Maenza, síndico y procurador de dicha ciudad, por pago de su trabajo pintando las armas reales y otras cosas para las procesiones de la fiesta por razón de la visita del Rey”.
1397 junio 28 “Albarán de 11 florines de oro otorgado por Juan de Ainzón, rector de Villarquemado, por el pago de un toro que le vendió para la fiesta con motivo de la visita del Rey”.
1397 junio 9 y 11 “Albarán de 11 florines de oro otorgado por Pedro Just en nombre de Ferrant Martínez, vecino de Villarquemado, por un novillo que le compraron para las fiestas con motivo de la visita del Rey”. (dos albaranes similares)
1397 junio 13“Albarán de 63 sueldos y 4 dineros otorgado por Antón Pons, por pago de 20 cántaros de vino que vendió para los danzantes de la fiesta con motivo de la visita del Rey”.
Los tres anteriores también están emitidos a favor de Pascual de Maenza.
1398 marzo 27“Albarán de 7 sueldos y 3 dineros otorgado por Felipe de Perpiñán, clérigo por razón del pago de los desperfectos que sufrieron las puertas de su casa y de la casa de su madre, en la fiesta con motivo de la visita del Rey a la ciudad de Teruel”.
1397, junio 18 “Orden de Pago dada por los regidores de la ciudad a los síndicos y procuradores de la misma para abonar cinco sueldos jaqueses a ciertos juglares y cuatro a otros juglares por tocar instrumentos con motivo de la venida del Rey Don Martín.
Como vemos, estos albaranes dejan constancia de la visita del rey Martín I a Teruel, de los que solo podemos sacar como conclusión que hubo recorrido por la ciudad, que el pintor Juan de Hinojosa, entre otras cosas, pintó las armas reales, y que hubo fiesta con juglares, danzantes y vino y se corrieron un toro y dos novillos.
FELIPE III. UN VIAJE SEGÚN EL PROTOCOLO. 1599
El enlace entre Felipe III y Margarita de Austria se celebró en la catedral de Valencia el 18 de abril de 1599. De allí fueron a celebrar Cortes en Barcelona y pretendían ir por Tarragona a Zaragoza para jurar como rey los fueros de Aragón en la iglesia de La Seo. Finalmente decidieron volver hacia Valencia en galera llegando a Denia el 22 de julio donde permanecieron un mes. El 23 de agosto, salieron hacia Zaragoza, hicieron escala para dormir en Oliva, Cullera, Silla, Albalate, Monvedro (Sagunto), Segorbe, Jérica y Barracas, antes de entrar en la provincia de Teruel.
Es curioso el relato que se hace del recorrido entre Silla y Albalate, a su paso por Valencia: “pasaron por medio de la ciudad al galope, acompañados de la guardia de a caballo, corriendo a media rienda sin parar en ninguna parte, que parece tuvo la ciudad algún sentimiento”. Lo que indica que no gustó que pasara de largo por Valencia.
A la salida de Barracas, les esperaba el regente de Aragón, llegaron a Cerriol (Sarrión), donde al margen de numerosos regalos se corrió un toro que casi mató a dos caballos. Al día siguiente llegó a La Puebla de Valverde, le recibieron 36 caballeros ligeros de la guardia de Aragón en caballos vestidos de azul y guarnición azul y blanca y una compañía de arcabuceros de 100 hombres, recibiéndole con hachas encendidas. El día 3 salieron hacia Teruel.
La extensa crónica de ese viaje la publicó la Sociedad de Bibliófilos Españoles en 1896, en “Relaciones Históricas de los siglos XVI y XVII”, en la que la parte relativa a la ciudad de Teruel, se expresa en estos términos:
“Y fueron a dormir a la ciudad de Teruel, la cual tenía hecha antes de entrar en ella una calle bien grande de pinos puestos aposta, que parecían bien; hubo por las murallas y torres y en el camino hasta entrar en la ciudad, que es bien fuerte, muchas luminarias; salieron al camino los pelaires y zapateros a recibir a los reyes, con cosa de cien achas encendidas; a la entrada de la puerta estaba el Justicia y Jurados con las llaves de la ciudad en fuentes de plata, las cuales ofrecieron al rey que las tomó en la mano y se las volvió a los jurados, que estaban con sus ropones de damasco carmesí, y delante sus maceros con mazas de plata; entraron los reyes debajo del palio viniendo a caballo como en Segorbe; llegaron a la iglesia, donde el obispo aguardaba como en dicha de Segorbe; hicieron oración y salieron de la iglesia a pie; por estar junto a ella la casa del obispo, que es buena, donde fue palacio; hubo una danza razonable. A 4 del dicho viernes, hubo en la plaza de palacio cuatro toros razonables que alegraron la gente, y acabado salieron sus Majestades para Celda (Cella) villa razonable.”
El 12 de septiembre, ya en Zaragoza, fueron los reyes a la catedral de la Seo para, junto al altar realizar el juramento como rey de Aragón tras la lectura de ciertas partes de los fueros de Aragón. La crónica citada dice que “ese día hizo su Majestad merced a la ciudad, de que se quitasen de los lugares adonde estaban, las cabezas de D. Diego de Heredia y D. Juan de Lanuza y otras nueve, y borrasen los letreros que tenían do decía su culpa, y las enterrasen, que no fue pequeña merced”. Las cabezas debían estar expuestas en distintas zonas de la ciudad.
Se puede observar que se relatan actuaciones que van a perdurar en todas las entradas de reyes: achas encendidas, entrega de las llaves de la ciudad en fuentes de plata, maceros con mazas de plata, ropones de damasco carmesí, danzas y toros.
Indudablemente existía un protocolo en los actos y forma de actuar. De hecho, el denominado “Libro Verde”, conjunto de manuscritos del Ayuntamiento encuadernados que actualmente se conserva en el Archivo Histórico, contiene el recibimiento que se ha de hacer al Rey cuando viene a Teruel. Dicho protocolo está basado en lo realizado en la visita de Felipe III, pues remite expresamente “al manual y registro de la corona del año 1599”, año en el que como hemos visto vino este monarca a Teruel.
El protocolo establece que cuando viene el Rey, que nadie trabaje y se vistan todos de gala, si es por la noche que tengan todos luces en las ventanas que se hagan hogueras fiestas y regocijos. Los oficios que se señalen, han de salir a un tiro de escopeta de la Ciudad.
Igualmente se nombran las personas que han de llevar los cordones del caballo y las barras del palio: Justicia, Síndicos y Asesor, Cuatro Jurados, Almotazaf y Mayordomo Síndico. Llevan las granallas de carmesí con guarnición de oro y los
Secretarios y Mayordomo Síndico de damasco negro.
“Antes que la comitiva vaya a recibir a su Majestad salen cuatro síndicos a caballo de los más ilustres de la ciudad al alto de Santa Catalina o al respecto a otro lugar según por donde viene y le dan la bienvenida de parte de la ciudad y después sale la ciudad como está dicho y contado el acompañamiento posible de ciudadanos un tiro de piedra de la ciudad o lo que pareciere y se hacen las funciones arriba dichas.”
El Jurado Mayor entrega las llaves de la ciudad doradas le da la bienvenida todos le besan la mano, le acompañan a la Catedral en donde hace oración al Santísimo Sacramento y se canta el Tedeum Laudamus y de allí hasta su cuarto del Palacio. Se corren toros.
FELIPE IV–DE PASO HACIA VALENCIA. 1645
El 25 de octubre de 1645 pasó por la ciudad de Teruel Felipe IV. Venía de Zaragoza hacia Valencia a jurar por Rey su hijo el Príncipe Baltasar Carlos. La reina Isabel de Borbón había muerto hacía un año y el rey no quiso que se le recibiese con palio ni recibimiento alguno otro.
Hubo pregones para que los turolenses limpiaran las calles y estercoleros, que se vistieran de gala, y que cada vecino tuviera previstas dos camas. (Se supone que para dar cobijo a miembros de la comitiva o persona que vinieran a la ciudad de los pueblos). En este caso la comitiva a la que se denominaba “ir en forma de ciudad” fue a San Francisco (un poco más arriba, posiblemente hasta el puente del cubo) al llegar la carroza, paró, le besaron la mano y le entregaron las llaves de la ciudad.
Al entrar en Teruel, tocaron todas las campanas. Acompañaron al monarca hasta su cuarto del Palacio del Obispo donde iba a pasar la noche, y le despidieron rodilla en tierra. La misma ceremonia hicieron con el Príncipe. Se mandaron hacer hogueras a todos los vecinos a las nueve de la noche y hubo ronda. La ciudad dio achas para poner en las ventanas y en las calles y plazas se pusieron tederos.
Los distintos oficios le ofrecieron un presente que contenía 24 perniles de tocino, 24 cajas de bizcochos de a dos docenas, 100 libras de confitura blanca en cajas, 24 achas blancas, 3 arrobas de queso, 40 pares de perdices, 36 capones y 40 gallinas.
FELIPE V Y SU GRAN SÉQUITO. 1718.
A fines de mayo de 1718 pasó por Teruel el Rey Felipe VI acompañado de la Reina Isabel Farnesio de Parma, y el Príncipe Luis. Inicialmente pensaba ir por Navarra a Cataluña pero finalmente por la situación de conflicto con la Triple Alianza pensó pasar a Barcelona por Valencia. Era el momento que se quería iniciar la recuperación de Sicilia, pues el ejército partió de Barcelona el 19 de junio llegando a Siracusa el 1 de julio y el 8 a Palermo.
Según la crónica del “Libro Verde”, el primer ministro, que era el Cardenal Alberoni comunicó al Ayuntamiento que se dispusiesen los caminos; y se previniese hospedaje para los reyes y su corte. Se convocó a caballeros particulares y ciudadanos y oficios para que adecuasen “un pedazo” de los caminos por donde debían entrar y salir y que se adornaron y se pusieron tapices en las calles por donde iban a pasear sus majestades.
El alojamiento de los Reyes fue en el Palacio Episcopal que se adornó a costa de la ciudad, bajo la dirección de D. Juan Francisco de Peña, D. Gerónimo Dolz y D. Joseph Muñoz, y el de sus acompañantes en las mejores casas de eclesiásticos y ciudadanos, que también se adecuaron en función de la categoría de la persona a la que se le daba hospedaje. No se permitieron fiestas, tan solo luminarias en la noche que estuvieron en Teruel.
Como solo iban a estar medio día en Teruel, y porque “la Corte venía de luto” los actos fueron muy limitados. No se admitió besalamano público ni regalo del Ayuntamiento, si bien se previno a la Ciudad y Cabildo que a la salida del viaje de sus Majestades estuviesen en el salón del Palacio ambas instituciones representadas por diferentes Caballeros y Eclesiásticos para besar la mano de sus Majestades y Príncipe.
Para estar abastecidos de todo género de víveres, se contrataron los mejores de pueblos de la comarca y se mandó ponerlos a la venta en la plaza del mercado, una previsión lógica teniendo en cuenta que acudiría gente de los pueblos de Teruel.
El acompañamiento del Rey en esta ocasión estaba formado, sin duda, por cargos de gran relevancia. Hay constancia, al menos de los siguientes:
El Cardenal Giulio Alberoni con funciones de primer ministro.
El Caballero Mayor del rey Alonso Manrique de Lara y Silva que había sido nombrado primer Duque del Arco título nobiliario creado por Felipe V.
El Capitán de Guardias de la casa Real Mercurio Antonio López Pacheco Conde de San Esteban de Gomaz y primogénito del Duque de Escalona.
El General que iba a mandar las tropas.
El Intendente General de la Marina y de la Guerra José Patiño Rosales.
El Patriarca Francisco de Borja.
Secretario del Despacho Universal Miguel Fernández Durán.
El Contralor (tesorero) de la Casa Real Joaquín Ignacio de Barrenechea y Erquiñigo.
Baltasar Hurtado de Amézaga y Unzaga, educador del Príncipe y Fernando Suárez de Figueroa, primer Marqués del Surco teniente ayo del Príncipe.
A cada una de estas personalidades le acompañaban sus subalternos respectivos, y a la reina dos damas, una de ellas la Princesa de Roberg de procedencia francesa. No faltaban el confesor del Rey el Padre Guillermo Daubentón, jesuita francés, y el de la Reina Domingo Valentín Guerra Arteaga y Leiva, Deán de Segovia.
Como vemos, viajaban con el rey los tres cerebros que habían preparado las expediciones militares a Cerdeña (1717) y Sicilia (1718), Alberoni, Fernández Durán y José Patiño.
Los Reyes y la corte mostraron haber estado bien servidos, y contentos del hospedaje, recibimiento y aclamaciones del pueblo, y de todo el país que concurrió a ver a sus Majestades. Gobernaban la ciudad en dicho año, corregidor por sus Majestades D. Juan Bautista de Vereceyban y Segovia, su Alcalde Mayor D. Antonio Moreno, Regidores D. Gaspar Mateo Palomar, D. Miguel Barrachina, D, Miguel Texadillos, D, Francisco Manuel Garcés de Marcilla, D. Gerónimo Truyenque. D. Gaspar Lasala, D. Juan Francisco de Peña y Secretario Jacinto Martín y Gerónimo Bernardo Theresa.
FERNANDO VII VISITA A LOS AMANTES. 1814
El Puente del Cubo situado sobre el río Alfambra y próximo al camino de Capuchinos que nos conduce hasta la Villavieja, debió ser el punto en que se recibía a los viajeros “Ilustres” que llegaban a la ciudad. Un puente del que se conserva una magnífica representación realizada en 1842 por J.Buitrago, con una vista de Teruel desde esa zona, en la que se observa el conjunto de la ciudad dominada por la cornisa oeste desde el Seminario hasta el convento de los Dominicos, y en un segundo plano más desdibujada de los edificios y torres de la zona norte. Extramuros, vinculados a la vega, aparecen como únicos edificios, la Casa de Misericordia (Beneficencia) el Convento e iglesia de San Francisco y el antiguo convento de Carmelitas, actual sede del Gobierno de Aragón en Teruel.
Las tierras aledañas al Puente del Cubo eran propiedad de la familia Sánchez Muñoz. Poseían parrales, molino harinero, trapero (batán) y agramador para el cáñamo y picar lino.
Posiblemente uno de los acontecimientos más importantes que acogió este punto de la ciudad, se produjo el 13 de abril de 1814 con motivo de la visita del Rey Fernando VII a Teruel, procedente de Valençay de donde había salido el 13 de marzo entrando por la Junquera, llegó a Zaragoza el 6 de abril donde permaneció 5 días, y se dirigió hacia Teruel. El día 12 hizo noche en Villafranca del Campo.
El turolense Salvador Campillo que en ese momento era Gobernador Superior Político de Aragón, había comunicado al Ayuntamiento que realizaría la entrada en Teruel el día 13 después de la parada en Villafranca. El día anterior los regidores municipales Bernardo Jarque e Ignacio Julián, junto al secretario Juan Gabarda, fueron a Villarquemado en un coche con tres tiros de mulas engalanadas para esperar al Monarca. En la mañana del día 13 esperaron en la carretera la carroza real y tras los saludos el cortejo se dirigió hacia Caudé y Concud, donde el vecindario saludó su paso.
La comitiva se dirigió al Puente del Cubo donde esperaban el Ayuntamiento Clero, Autoridades y una importante concurrencia de ciudadanos. El alcalde Ignacio Ahijado le ofreció las llaves de la ciudad que se portaban en bandeja de plata, mientras los maceros, vestidos de grana y arrodillados rendían sus mazas de plata. Una carroza engalanada con cintas que llevaban jóvenes vestidas de labradoras, tirada por pares de mulas que montaban labradores le llevó hasta el Palacio Episcopal a través de Arcos de Triunfo colocados frente a la Casa de Beneficencia, en las calles de San Francisco y Salvador. Hay que tener en cuenta que todavía no existía como tal la calle Nueva.
En la Plaza de la Constitución (Torico) engalanada con tapices y colgaduras, había un pabellón con el retrato del Rey, un dosel con un cuadro de San Jorge y el surtidor de la fuente convertido en manantial de vino a costa de los colegios de médicos y cirujanos y los gremios de cereros y comerciantes. El cortejo siguió hacia la plaza de la Catedral por la calle de la Pescatería, hoy de Mariano Muñoz, en cuyo final había otro arco.
Fue recibido en el Palacio Episcopal, donde se hallaban los Cabildos de Teruel y Albarracín, al Capítulo general eclesiástico y comisiones de los Ayuntamientos de las dos ciudades. El rey visitó la Catedral, donde se cantó el Tedeum y posteriormente la iglesia de San Pedro para ver las momias de los Amantes que, aunque ya habían sido trasladadas al templete de una pequeña capilla situada al fondo de uno de los corredores del Claustro, Gisbert los pintó en lo que había sido su antiguo armario. También fue a la Casa de Misecordia, donde un importante donativo.
El Alcalde ofreció al Rey el acuerdo adoptado el 3 de agosto de 1808 por la Junta de Gobierno de la ciudad para quemar públicamente la Constitución de Bayona. Estaba escrito sobre vitela y envuelto en un cuaderno de terciopelo carmesí con el escudo de la ciudad bordado. Hubo juegos, danzas, música y dulzainas en las que participaron distintos gremios de la ciudad. La visita terminó con una fiesta en la casa del Conde de la Florida.
Desde Teruel, el Rey hizo escala en Sarrión y Segorbe y llegó a Valencia el 16 de abril donde planeó el Golpe de Estado de mayo de ese año. Mediante el “Decreto de Valencia” de 4 de mayo que abolió la Constitución de 1812 y demás actos legislativos de las Cortes de Cádiz, restaurando el absolutismo y el antiguo régimen.
Precisamente de ese año de 1814, el Museo del Prado conserva un cuadro de Fernando VII del pintor Vicente López Portaña, que al año siguiente fue nombrado Pintor de Cámara del Rey. Se le considera el mejor ejemplar del primer modelo de retrato oficial de este monarca.