Un cuento de viaje, de amor, de huidas y del maquis
Javier Arruga ambienta su novela "Me comí su corazón" en el asalto al campamento escuela del RodenoMira Editores ha publicado, con Me comí su corazón. Crónica sentimental del maquis, un pequeño tesoro ambientado en la lucha del maquis en la provincia de Teruel a finales de los años 40. La cuarta novela del aragonés Javier Arruga es un auténtico microcosmos plagado de anomalías y peculiaridades que permiten disfrutar de una historia, en aparencia sencilla, que se torna poliédrica y con numerosos puntos de vista.
Me comí su corazón cuenta la historia de dos guerrilleros de la Agrupación Guerrillera Levante Aragón (AGLA) cuyos destinos se unen y se separan definitivamente en plena huida durante el mes de diciembre de 1947, tras la toma del campamento guerrillero del Rodeno por la Guardia Civil. Su historia es contenida a su vez dentro de un marco narrativo más amplio y actual, el de dos jóvenes idealistas, Alba y Vital, que planean el rodaje de un documental sobre el maquis. Pero esta historia a su vez se desdobla a sí misma, en un juego de espejos enfrentados y de muñecas matrioshkas cuya ingeniería narrativa mantiene en vilo al lector de principio a fin. y que supone todo un homenaje de Arruga a la Nouvelle Vague. “Una de las mayores obligaciones del autor es mantener el interés del lector, y yo siempre he sentido que no es mi fuerte. Mi manera de pensar es alambicada, sinuosa, y reflejo eso en la novela para compensar que no sea Stephen King o Agatha Christie.
Javier Arruga nació en Perdiguera (Zaragoza) en 1970. Es licenciado en Filología Hispánica y Antropología Social y Cultural, y actualmente enseña Historia en Estados Unidos. Es un contador de historias de extirpe peripatética excepto por un detalle, y es que, al contrario que Aristóteles, necesita tocar y acariciar la realidad para entenderla. Así que su proceso creativo comienza siempre saliendo de su círculo de confort (o entrando, según se mire), pateando el monte, en un viaje iniciático cual Ulises o Quijote, según se prefiera, que se repite en cada novela.
Es autor de De la montaña y el amor (2012), ganador del Premio Desnivel de Literatura de Montaña, y de la trilogía de momento incompleta sobre viajes por Aragón compuesta por En el país de los cucutes. Un viaje a pie por los Monegros (2010) y Primavera en la Guarguera. Un viaje a pie por el Pirineo aniquilado (2012), que ganó el Premio Félix de Azara de la Diputación de Huesca, a la espera de que se publique Montes Universales, Gentes Universales, sobre la provincia de Teruel.
Precisamente durante el viaje a pie que devino en ese libro se gestó Me comí su corazón, cuando visitó el Campamento Maqui del Rodeno. “Ese sitio tiene mucha fuerza, el castillo de piedra roja donde se refugió la gente del AGLA durante el invierno de 1947 y la propia pradera. Es difícil no imaginarse allí mismo una batalla, y creo que a cualquiera que visite ese lugar se le ocurrirá una buena novela”.
Arruga es montañero y andarín y conoce sus Monegros natales o el Pirineo como la palma de su mano. Sin embargo se resistió a reflejar en el libro parajes bien conocidos por él y no resituar la historia. Y eso que muchos de sus referentes del maquis se ubican al norte, como la invasión del valle de Arán o Villacampa, un guerrillero que rondó por los somontanos. “Pero inconscientemente siempre he pensado que el maquis es una historia turolense más que de ningún otro sitio”, aclara. “Además me fastidia cuando alguien insinúa que a los aragoneses nos interesa más Huesca que Teruel y la sierra callada, así que tras escribir Primavera en la Guarguera me parecía una cuestión de justicia”.
Hechos reales y ficción
La novela fusiona hechos reales con ficción, e incluso algunos topónimos inventados se cruzan con otros auténticos. El autor lo hace porque situar historias reales en pueblos inventados le descarga de la responsabilidad de ser cronista en lugar de novelista, y porque no le gusta jugar al falso documental ubicando hechos de ficción verosímiles en lugares reales.
Los episodios que se entrecruzan con las respectivas huidas –porque además del maquis y de amor, este libro también es de huidas– de los protagonistas están inspiradas en fuentes como “la revista que edita Salvador F. Cava, Entremontes, o de algún libro de Ferrán Sánchez Agustí, que también me ha ayudado”. El propio protagonista, Mozo, coge retazos de la autobiografía de Manuel Montorio Chaval para construir su personaje. “En realidad ni la imaginación nos pertenece a nosotros mismos. Hemos oído tantas historias, visto y leído tanto que nada es enteramente nuestro. Así que al final esta historia proviene de la memoria colectiva, que es un archivo libre de derechos de autor”.
Dualidades y conflictos
Dentro de las particularidades que contiene la novela, pasando de largo de un capítulo enteramente escrito sin signos de puntuación en el enésimo juego de experimentación que Arruga integra entre sus páginas, destaca el continuo conflicto entre pares contrapuestos que se detecta en la novela. Una dualidad entre la vida y la muerte que finalmente revela el críptico significado de su título; el conflicto entre el presunto héroe y quien, también presuntamente, se conforma con resistir; o la línea que el escritor traza, intencionadamente desdibujada, entre el bien y el mal: “Una de mis obsesiones, que puede que permee el libro, es que nadie es enteramente bueno o enteramente malo. Así que alguien del lado malo de una historia puede ser infinitamente más bueno que alguien del otro lado”.
A pesar de eso no estamos frente a una novela nihilista sino militante, porque Arruga lo es. “Hay que tomar partido hasta mancharse”, asegura alguien que justifica la necesidad de un compromiso con tres gráficas comparaciones: “Prefiero el mal Celaya de ‘la poesía es un arma cargada de futuro’ que al mejor Aleixandre de Espadas como labios; prefiero a La Polla Records que a Hombres G; y prefiero a León de Aranoa que a Amenábar”.
Pocas novelas describen como esta las persecuciones por montaña o la extraña vocación de convertirse en un animal montaraz para huir del destino reservado a los hombres, y el marco narrativo de Alba y Vital introducen una perspectiva juvenil y contemporánea en la óptica central del libro. A pesar de ello, Javier Arruga no ha gastado sus energías tratando de escribir un libro nuevo. “No concibo la literatura como un mercado en el que tengas que crear un producto que cubra un hueco y genere demanda, como las cápsulas de café de George Clooney o los coches Tesla”, bromea el autor. “En este sentido la veo más bien como la pintura, en la que cuando un pintor acomete un paisaje, el paisaje mil millones de la historia de la pintura, no piensa en qué añadir para que sea diferente, sino que simplemente lo elabora con su técnica, su estilo y su cosmovisión”.
Me comí su corazón es, pues, una novela sobre maquis, sobre amor, sobre viajes, sobre huidas y sobre conflictos entre pares opuestos, como la vida y la muerte, el bien y el mal o la victoria y la derrota. “Las circunstancias tampoco ayudaron esta vez a los soñadores, si bien la historia ha terminado emitiendo su veredicto”, reflexiona el escritor. “No hay más que escuchar Le partisan de Leonard Cohen. Y mira, es curioso pero en el campamento del Rodeno alguien tuvo a bien poner unas banderas tibetanas de oración, que suelen asociarse a lo positivo. Como si esa fuera la sentencia definitiva; una victoria final de los que tenían la razón pero no la fuerza”.