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Un bienintencionado hipster aprendiz de lo rural Un bienintencionado hipster aprendiz de lo rural
La película ha sido rodada en las localidades turolenses de Fuentespalda y La Fresneda

Un bienintencionado hipster aprendiz de lo rural

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Cercano a cumplir ochenta años, la última película de Emilio Martínez-Lázaro transmite ternura y sabiduría a partes iguales, con un oficio artesano y un cuidado moral que siempre ha sabido imprimir este gran (y discreto por opción) director de cine español, de reconocidos títulos como Ocho apellidos vascos, El otro lado de la cama, Las trece rosas o Carreteras secundarias.

Repleta de guiños y peripecias a partir de la gran y divertida novela de Daniel Gascón, Martínez-Lázaro adapta el texto con mimo luminoso, apoyándose en dos importantes puntos de la comedia, el enredo y la coralidad de personajes, con los que cocina este novedoso plato en temática y filmografía, resultando ser una amable balada romántica, que pone los acentos en las cuestiones más importantes de la fraternidad.

Ante la palabrería política y la pereza de atender lo diferente, Un hipster en la España vacía apuesta por el re-spicere, el volver a mirar al otro (a la otra u otre, juas), algo que tanto nos cuesta aprender (por no dar nuestro brazo a torcer). Y el cineasta lo declina, además, en clave de comunidad, un juego donde las gentes del pueblo son protagonistas, además de la preciosidad de Fuentespalda y La Fresneda, dos grandes personajes perfectamente retratados en poderío, luz y color.

La película presenta con soltura y brío su particular universo de lo rural, pero en plena crónica para el siglo XXI. Medio siglo después, Antonio Mercero o Manuel Picazo aplaudirían estos retratos. Y ahora que se vuelve a rescatar a Aristaraín, como en Un lugar en el mundo el choque de trenes ante el progreso permite ser más optimistas gracias a la mirada crítica y moral de Gascón y Martínez-Lázaro. Ante conflictos, crispaciones y contrastes, quizá otras creencias sean menester y, ante las banderas de los monólogos, podríamos comenzar a declinar más y mejor desde los ODS, esos que también entienden del amor.

Si Amanece que no es poco compuso la lógica del absurdo llevada a su máxima consecuencia, nuestro hipster campa por sus anchas con naturalidad liberada por la agenda más terrenal de millennials y centennials en la búsqueda de encontrar, con la mayor de sus coherencias, su lugar en Instagram y en los jardines de los afectos que, si además puede ser un poco edén, mejor que mejor.

Y en el entramado, excelentes actores de nuestro cine de muy distintas generaciones se dan cita y se reúnen, se barajan y conviven, destacando en su interpretación una sobresaliente Berta Vázquez, que con gran verdad actualiza en el libreto esas Flores de otro mundo, como respuesta a tanto postureo de posiciones políticas sin remedio y locuras mundanas de pequeños canallas mortales.

Liderar la política de la España Vacía en un pueblo de Teruel son palabras mayores y hasta un McGuffin con objeto de hablar sobre lo importante: el nosotros, porque Un hipster en la España vacía es una cinta sincera, sencilla, fresca y agradecida, y un pequeño gran canto necesario que busca dar un paso al frente para estar más cerca de la siempre ansiada felicidad.