La experiencia muestra cómo se recolecta la oliva de forma artesanal
Un árbol vecero, poco productivo y muy resistente a la sequía
El fruto es muy graso y con un alto rendimiento
Las olivas royal son redondeadas y de un tamaño superior a las de otras variedades como la empeltre o la arbequina, que también se producen en Alloza. Constituyen el 80% del total de los árboles plantados, por lo que suponen la mayor proporción en los aceites que se obtienen en la cooperativa local de San Blas. Esta variedad no se da en el resto de la contornada, pero en este municipio la mayor parte de las fincas tienen estos árboles de secano plantados.
Son veceros, es decir, que no todos los años dan fruto, “uno producen y los dos siguientes descansan”, matiza el agricultor Javier Gracia. Además son poco productivos, puesto que, aunque estén muy cargados, de cada uno de los olivos es difícil que se obtengan más de 30 kilos de fruto. La contraprestación está en el alto rendimiento a la hora de molturar el fruto, de hasta el 32% cuando se recolecta maduro.
El nombre de la variedad lo obtiene de su aspecto rojizo y es basta, por lo que no se emplea para ponerla en agua.
Los campos son de pequeño tamaño y albergan ejemplares centenarios, muchos de ellos con las huellas de la helada de 1956 que marcó a prácticamente todos los que no murieron. Y es que, como explica Javier Gracia, hubo que abrirles el tronco para que se secaran por dentro y evitar con ello su congelación.
Los olivos son árboles muy resistentes a las sequías, se protegen y no dan frutos si no tienen suficiente agua, que es lo que ha pasado en estos dos últimos años.
Los olivos se podaban antes de manera diferente a como se hace ahora ya que era necesario dejar las ramas a cierta altura para poder apoyar la escalera. Ahora deben quedar más altas para así facilitar la recolección con máquinas vibradoras.
Los restos de la poda se dejan en el suelo para que las ovejas se coman las hojas -”les encanta”, dice Gracia- mientras que las ramas se trituran y sirven así de abono al bancal.
Son veceros, es decir, que no todos los años dan fruto, “uno producen y los dos siguientes descansan”, matiza el agricultor Javier Gracia. Además son poco productivos, puesto que, aunque estén muy cargados, de cada uno de los olivos es difícil que se obtengan más de 30 kilos de fruto. La contraprestación está en el alto rendimiento a la hora de molturar el fruto, de hasta el 32% cuando se recolecta maduro.
El nombre de la variedad lo obtiene de su aspecto rojizo y es basta, por lo que no se emplea para ponerla en agua.
Los campos son de pequeño tamaño y albergan ejemplares centenarios, muchos de ellos con las huellas de la helada de 1956 que marcó a prácticamente todos los que no murieron. Y es que, como explica Javier Gracia, hubo que abrirles el tronco para que se secaran por dentro y evitar con ello su congelación.
Los olivos son árboles muy resistentes a las sequías, se protegen y no dan frutos si no tienen suficiente agua, que es lo que ha pasado en estos dos últimos años.
Los olivos se podaban antes de manera diferente a como se hace ahora ya que era necesario dejar las ramas a cierta altura para poder apoyar la escalera. Ahora deben quedar más altas para así facilitar la recolección con máquinas vibradoras.
Los restos de la poda se dejan en el suelo para que las ovejas se coman las hojas -”les encanta”, dice Gracia- mientras que las ramas se trituran y sirven así de abono al bancal.