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Sobre nuestro patrimonio documental.  La labor que nos atañe Sobre nuestro patrimonio documental.  La labor que nos atañe
Archivo Histórico Provincial, que custodia varias versiones de los Fueros de Teruel

Sobre nuestro patrimonio documental. La labor que nos atañe

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Por: Carlos Ubé Monferrer. Miembro del Joven Consejo Científico del IET
 

Quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Seguro que lo has oído más de una vez, probablemente hasta hayas empleado esta oración tú mismo. Damos a entender que en el pasado se hicieron las cosas bastante mal – por supuesto que ha habido y están habiendo episodios que ojalá jamás hubiesen ocurrido –, pero la historia es lo que nos ha llevado a ser quienes somos hoy en día. Su estudio es siempre necesario para comprendernos, analizarnos, y entender nuestras decisiones en grandes momentos de nuestra sociedad como unas elecciones generales o determinadas acciones en políticas exteriores en este clima tan inestable. Pero conocer la historia es necesario también para asimilar idiosincrasias y actuaciones de nuestros entornos, de nuestros círculos más cercanos, de nuestra familia, e incluso de nosotros mismos.

Valiéndonos de nuestro amigo Martin Heidegger (1889-1976) en Ser y tiempo y su idea del Arrojamiento (Geworfenheit), no nacemos en unas condiciones puramente neutras, sino que a cada uno de nosotros se nos arroja a un mundo y a una realidad ya existente, con una historia que necesariamente nos va a condicionar en nuestro ser y comportamiento.

Es por ello que para entendernos necesitamos entender nuestra historia. Y este estudio de la historia, en mi opinión, se debe realizar desde una posición honesta y autocrítica, con las fuentes adecuadas para ello, que nos ayuden a captar realidades pasadas y nos prevengan de cometer errores futuros que se cometieron en algún momento, pese a que las circunstancias nunca sean las mismas y los contextos y las formas de entender la vida por nuestra parte siempre vayan en constante avance o evolución (lamentablemente también involución en muchos casos).

Para ese estudio pulcro y concienzudo de la historia, una de las fuentes más directas de las que disponemos es el patrimonio bibliográfico y documental. El trabajo con este patrimonio aparentemente se puede simplificar en la lectura y asimilación de las fuentes antiguas, custodiadas en archivos, bibliotecas o fondos privados. No obstante, ese estudio también implica la necesaria labor de la interpretación, justamente por esa otra famosa expresión que habla de que “la historia siempre la escriben los vencedores”. Hace falta conocer las fuentes, las diferentes versiones escritas sobre eventos acontecidos, y es todavía más necesario hacerlo sin prejuicios, contrastando testimonios y sin dar nada por sentado, posicionándonos desde un punto de vista y unos contextos pasados que marcan la forma de pensar y de escribir del autor – aquí podríamos volver a echar mano de otro amigo nuestro, Friedrich Nietzsche (1844-1900) y su Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, siendo conscientes de que lo conocido como verdad no son más que acuerdos, experiencias y perspectivas personales –.

De todo esto anteriormente comentado quisiera destacar la trascendencia y lo fundamental de la adecuada gestión cultural del patrimonio bibliográfico y documental para este fin, una gestión cultural que suele girar en torno a tres fases o momentos a continuación brevemente descritos.

En primer lugar, deberemos trabajar en el conocimiento del bien, en nuestro caso el estudio de las fuentes documentales, no solo de lo que en ellas se trata, sino de su origen, materiales, historia del documento… Con ese estudio se realizará la catalogación que sirva para, valga la redundancia, documentar el documento y confirmar una existencia que, mientras llevaba décadas en una estantería, nadie podía haber conocido. Es una primera fase fundamental para establecer las bases de un tratamiento leal y respetuoso de este patrimonio, al cual ya podremos otorgarle una serie de valores impensables de conceder sin este estudio. Hablamos de valores informativos, valores artísticos, valores históricos… Jamás seremos capaces de valorar aquello que no conocemos.

Tras esta primera etapa de conocimiento y valoración del bien, el siguiente paso conlleva su intervención. Ello parte del trabajo en conservación preventiva del documento disponiéndolo en un entorno adecuado y con las condiciones idóneas para su mantenimiento – es bien conocida la complejidad del soporte papel (principal pero no único soporte documental) para ello –. Otras fases más avanzadas de esta etapa de intervención serán la todavía más compleja labor de restauración del documento con todas las vicisitudes a las que los profesionales de la restauración documental se pueden enfrentar (oxidación o corrosión de tintas, encuadernaciones, pérdidas materiales por plagas, humedades o contaminación, malas intervenciones previas y un largo etcétera), y finalmente la digitalización del mismo con una selección de materiales prioritarios, escaneo, y almacenamiento con su correspondiente tratamiento y catalogación.

Por último, el tercer paso será el de la disposición del patrimonio a la sociedad. Desde mi punto de vista se constituye como el fin último del trabajo del gestor cultural, ofrecer de la manera más directa y accesible posible un patrimonio común público a la sociedad. En el campo que nos atañe hablamos de disponer estos documentos para investigadores e interesados, y dependiendo de sus derechos e importancia, exposición de los mismos y disposición de su digitalización en línea.

Llegados a este punto, podríamos ejemplificar con innumerables casos lo fundamental del adecuado tratamiento y gestión de la documentación heredada para arrojar más luz sobre nuestra historia y existencia en sociedad. Como por ejemplo los Fueros de Teruel, documentos que nos llegan del siglo XIII, pero que concederá Alfonso II en 1177 a la villa de Teruel para el asentamiento y crecimiento de la población, sus normas y derechos. O como el Protocolo Notarial que Juan Yagüe de Salas (1561-1621) redacta en 1619 con motivo de la exhumación de las momias de los Amantes de Teruel tras haber dado él mismo con un “papel escrito de letra antigua” en el que se habla de que esos restos descansarían bajo tierra en la Capilla de los santos médicos San Cosme y San Damián de la iglesia turolense de San Pedro. Estos son solo dos ejemplos de cómo la gestión de la documentación nos guía en la comprensión de la actual ciudad de Teruel y que explican el porqué de su permanencia, ubicación, fiestas o tradiciones.

Con este breve artículo redactado desde el convencimiento personal y profesional de la gestión cultural como la forma adecuada y legítima de disposición accesible del patrimonio a la sociedad que lo ha generado y dado vida, reivindico la importancia que guarda el patrimonio documental y el imperioso compromiso que le debemos para, por más antigüedad que tenga o por más diferentes que sean los contextos en los que fueron redactados, ser capaces de tener una visión más aproximada de la realidad actual que nos toca vivir.

 

Protocolo Notarial manuscrito de Yagüe de Salas, 1619. Fondo López Segura del IET