Segundo de Chomón: un genio entre volcanes, fantasmagorías, templos babilónicos y muñecos animados
Hace 150 años nació en Teruel el cineasta, uno de los grandes pioneros del cineHace más de un siglo el volcán Etna entró en erupción en las salas de cine de todo el mundo causando una gran impresión en los espectadores, la gran mayoría de los cuales jamás había presenciado algo así. Aquel público no tenía a su alcance las tecnologías de las que disponemos hoy día para seguir en directo fenómenos de la naturaleza tan destructivos como el que está teniendo lugar ahora en la isla de La Palma. Pero en cambio un pionero de los orígenes del cine se encargó de mostrarlo a la gente. Aquella personas se llamaba Segundo de Chomón, del cual hoy se cumplen 150 años de su nacimiento en la ciudad de Teruel.
Al ver las imágenes del volcán de Cumbre Vieja en la televisión y por internet estos días, uno no puede evitar recordar al que fue uno de los grandes pioneros del cinematógrafo, Segundo de Chomón, nacido el 17 de octubre de 1871 en la ciudad de Teruel. Una placa en el número 6 de la calle Chantría recuerda esa efeméride.
A comienzos de la segunda década del siglo pasado, Chomón trabajaba en la meca del cine, que en aquel entonces no se encontraba en Hollywood sino en Turín en Italia. Hasta la Gran Guerra el principal centro internacional de producción de películas no se trasladaría a la costa oeste de los Estados Unidos.
En Italia se hacían las películas que veía todo el mundo en cualquier parte del planeta, las de varios rollos, las grandes superproducciones de la época. Y en esa Meca del Cine trabajaba un turolense, Segundo de Chomón, tras haberse iniciado en este oficio en Barcelona y haber crecido como camarógrafo y técnico de trucajes en Francia, en otra de las grandes productoras de los orígenes del cine, la Pathé Frères.
Giovanni Pastrone confió en Chomón la parte más delicada de una de las primeras grandes superproducciones de la historia del cine, Cabiria, rodada en 1913 en unos suntuosos escenarios como jamás se habían construido y con un gran despliegue de extras, para contar una historia ambientada en el siglo III antes de Cristo.
La película arranca con fuerza en la ciudad portuaria de Catania, en la isla de Sicilia y a los pies del monte Etna, un volcán de los más activos del planeta. Chomón fue el encargado de hacerlo entrar en erupción y los resultados siguen sorprendiendo hoy día cuando estamos acostumbrados a ver estas imágenes en televisión.
Es uno de los momentos épicos de este peplum, que es como se llama a las películas ambientadas en la antigüedad clásica. Para filmar la erupción recurrió a una maqueta y al ingenio, porque a los pies del volcán se ve a la gente huir mientras el cono arroja material piroclástico y caen las coladas de lava.
En aquel entonces no era fácil ver una erupción, salvo que vivieses junto al volcán, y mucho menos filmarla. De hecho, cuando el cinematógrafo daba cuenta del poder devastador de alguno de estos fenómenos naturales, como la erupción del Monte Pelée ocurrida en 1902 en la isla francesa de la Martinica, se recurría a burdos trucajes para reconstruirlos en estudio.
La erupción del Etna creada por Chomón sigue teniendo en cambio unos visos de realidad que no deja de sorprender hoy día, a pesar de los avances que ha supuesto la generación de imágenes digitales. Lo de hoy es pura tecnología, con la frialdad que conlleva, mientras que lo de Chomón era artesanía porque son imágenes manufacturadas con habilidad para hacer creíble lo que no es real.
Eso fue Chomón, uno de los mayores genios de la fantasía de los inicios del cine. Su tarea era la de camarógrafo, lo que hoy sería un director de fotografía, y técnico en trucajes, cuyo equivalente actual son los expertos en efectos especiales.
Técnicas visuales
Las técnicas visuales empleadas por Chomón perduraron hasta principios de la década de los noventa del pasado siglo, momento en el que irrumpe la animación digital, que hoy día es capaz de generar imágenes por ordenador que lo que muestran es un calco hiperrealista del mundo real. Pero hasta entonces películas como La guerra de las galaxias seguían utilizando las mismas técnicas de trucajes en las que se apoyaba Chomón mediante el uso de maquetas o la filmación de imágenes fotograma a fotograma mediante la técnica del stop motion. Una técnica que, por cierto, todavía se utiliza en determinadas producciones. Incluso en la serie de Harry Potter y con mucha frecuencia en los anuncios de televisión.
Y de todo eso, y de mucho más, fue pionero este turolense nacido tal día como hoy de 1871. Su filmografía está llena de ingenio, porque esa fue una virtud de quienes trabajaron en los orígenes del cine cuando todo estaba por inventar. Maestro de la animación fotograma a fotograma y de los trucajes, hizo también importantes aportaciones a la configuración del lenguaje cinematográfico mediante el uso del travelling con una función narrativa, el montaje interno dentro del cuadro, que es la base de los planos secuencia; o la filmación de escenas mediante angulaciones correspondientes sin saltarse el eje. Esto último, que hoy día tenemos tan interiorizado todos para decodificar un discurso audiovisual, es por ejemplo lo que permite retransmitir un partido de fútbol sin marear el espectador.
Y Chomón hizo muchas más aportaciones, como el uso de la iluminación artificial para aportar dramatismo a las escenas, o más bien contribuyó a esas innovaciones, ya que en esto de los orígenes del cine no se puede afirmar con rotundidad quién fue el primero. El turolense fue uno de ellos, y así lo han reconocido historiadores del cine como Georges Sadoul, que vivió esos orígenes y por tanto tuvo acceso a las producciones de comienzos del siglo pasado en el momento en que se hicieron, ya que muchas de aquellas películas no se conservan.
Con diferencia, Segundo de Chomón fue uno de los pioneros que más contribuyó al lenguaje cinematográfico y a los trucajes en el cine desde el anonimato, porque entonces todavía no existía la mitogenia que hay hoy tanto entre los actores como entre los técnicos.
El cine de los orígenes suele ser el de los grandes olvidados, con la excepción de algunos pioneros que hicieron más ruido de la cuenta, como fue el caso de David Wark Griffith, el director de la mítica cinta norteamericana El nacimiento de una nación. En cambio, cineastas como Griffith, considerado por muchos como padre del lenguaje cinematográfico, lo que hicieron fue compendiar lo que otros antes ya habían hecho.
Tal es así, que para realizar su siguiente película, Intolerancia, Griffith adquirió una copia de Cabiria, la obra de Pastrone para la Itala Film de Turín en la que trabajó Chomón. El cineasta estadounidense y su camarógrafo, Billy Bitzer, se encerraron juntos y destriparon la cinta para aprender de ella, tanto de la puesta en escena y de los escenarios, que emuló después Griffith en Intolerancia, como de su fotografía y las técnicas de movimiento de cámara utilizadas. Por ejemplo, en el filme Chomón emplea el movimiento de cámara con una función narrativa y para pasar de un plano más largo a otro más corto, o viceversa, sin que haya corte en el montaje. Eran los inicios del plano secuencia.
Los estudiosos del cine se han encargado de destripar todos estos avances y de situarlos en su contexto dentro de la historia del cine, y hoy Chomón es una referencia indiscutible a pesar de que siguen sin conocerse algunas de sus películas al haberse perdido.
Iván Núñez se ha encargado recientemente de descifrar el vacío biográfico que existía en la vida privada de Chomón desde su nacimiento en Teruel hasta que surge en Barcelona trabajando en la naciente industria del cine a principios del siglo pasado, mientras que otros investigadores han avanzado en concretar las fechas en las que emigró a París para trabajar en la Pathé Frerès, la productora más importante del cine mundial en la primera década del siglo XX y cuyas películas se exportaban a todo el mundo. Fue además la casa que estableció un sistema de estudios frente a ese cine más artesanal de pioneros como Georges Méliès, que acabó hundido en la miseria regentando un quiosco de juguetes en una estación de tren al no ser capaz de adaptarse a los nuevos tiempos.
Chomón, por contra, se adaptó en cada momento a la evolución de una industria que tenía que inventarse a sí misma, y su prestigio le permitió trabajar con las principales casas productoras en los más destacados centros de producción de la época, Francia e Italia, e indagar en lo que era su pasión, el color. De hecho, una enfermedad contraída en África a finales de los años veinte, cuando trabajaba en un nuevo sistema de color, fue la causa de su muerte.
Por eso, no es justo llamar a Segundo de Chomón el Méliès español porque su obra tiene identidad propia y su trayectoria fue muy diferente de la del francés. Es uno de los personajes claves de los orígenes del cine y sus aportaciones tienen valor por sí mismas sin tener que ser comparado con ningún otro de los pioneros del séptimo arte.
Chomón inicia su vinculación con el cinematógrafo en Barcelona coloreando películas hechas por otros. Trabaja en esos inicios incluso para la Pathé, en el iluminado de cintas, desde un taller en la calle Poniente de la ciudad condal. Acabará rodando también sus propias cintas hasta que se traslade a París a mediados de 1906 para trabajar a las órdenes de la productora francesa Pathé Frères en los estudios de Vincennes, tanto de camarógrafo como de experto en trucajes.
Hoy se sabe que su llegada a París no se produce hasta el verano de 1906, con lo cual algunos títulos anteriores de la Pathé que se le atribuían no fue él quien los filmó. El cine de los orígenes tiene esto, la dificultad de atribuir los trabajos porque no llevaban créditos.
A esta época sí corresponden títulos filmados por Chomón en Francia como Le spectre rouge o un remake del clásico de Méliès Viaje a la Luna que se tituló Excursión a la Luna, inspirado a su vez en la novela de Julio Verne.
Pero es en 1908 cuando filmará dos de sus grandes películas de fantasía, La casa encantada y El hotel eléctrico, una delirante cinta de ciencia ficción en la que un matrimonio se aloja en un hotel donde todo está mecanizado para el placer de los huéspedes, hasta que una avería desencadena el caos y las máquinas se vuelven locas. Fantasía y humor caracterizan estas películas que hoy se siguen disfrutando con simpatía.
Estamos hablando ya de un cine narrativo, en el que se cuentan historias con un lenguaje audiovisual en construcción y que de forma muy primigenia configura también los géneros cinematográficos.
El turolense permanece en París hasta el año 1909. En unos casos dirige él mismo las películas, mientras que en otros se encarga exclusivamente de la fotografía y los trucajes. Este último es el caso de Los invisibles, que dirige Gaston Velle, uno de los directores de confianza de la Pathé, pero en la que se aprecian recursos y técnicas propiamente chomonianas, como un falso travelling o un montaje por corte de un plano largo a un primer plano al inicio de la película, además de efectos de iluminación.
Hijo del diablo
En El hijo del diablo, fotografiada también por Chomón, se introduce un plano subjetivo, algo inusual para la época, y en El cofrecillo del rajá, dirigida igualmente por Gaston Velle, hace todo un alarde de trucajes y recurre a una panorámica para hacer un montaje interno dentro del cuadro a modo de plano secuencia.
Dirigidas directamente por Chomón encontramos títulos como Un centenar de trucos, cine de atracciones en el que la magia prevalece, y La obsesión del oro, donde apunta ya técnicas de montaje que alejan los planos de la clásica estética del teatro.
Trabajaría también durante este periodo con Ferdinand Zecca, otro de los grandes pioneros del cine, con quien rodó Vida y pasión de Nuestro Señor Jesucristo, donde recurre a angulaciones correspondientes de 90 grados para filmar plano y contraplano, o hacer montaje interno dentro del cuadro con el mero desplazamiento de los actores sin tener que mover la cámara. Además, despliega todo su ingenio en trucos como el de Jesús caminando sobre las aguas.
Los huevos de Pascua, Los tulipanes, Los vasos encantados, Adelante la música o Ki Ri Ki, acróbatas japoneses, en el que el trucaje se basa en hacer tomas cenitales y filmar sobre un fondo negro, son otras joyas chomonianas de este periodo en el que sobresale también la maravillosa El ladrón invisible. Esta cinta muestra cómo un hombre se hace invisible ante los ojos del público y solo se le ve la ropa.
No sería justo cerrar esta etapa de la trayectoria de Chomón sin citar también su divertido Viaje a Júpiter, su cinta de muñecos animados El teatro eléctrico de Bob o la impresionante Una excursión incoherente, que incluye dibujos animados y sombras chinescas.
Chomón regresa a Barcelona tras finalizar su contrato con la Pathé Frerès en 1909, aunque sigue manteniendo relaciones con la productora francesa, hasta el punto de suministrarle materiales desde la ciudad condal mediante la productora Ibérico Film, creada por la firma gala.
La etapa española del turolense finalizaría en 1912 cuando la Itala Film de Turín le hace una oferta a la que no puede resistirse porque suponía trabajar en la que entonces era la meca del cine. El contrato era un reconocimiento a su valía y los medios con los que iba a trabajar estaban muy por encima de lo que podía conseguir en Barcelona.
En la Itala Film Chomón desarrolló todo su ingenio y la obra cumbre de este periodo sería la colosal Cabiria de Giovanni Patrone, en la que se aprecian con relativa facilidad las aportaciones del turolense, ya que constituyen un compendio de todo lo que había venido realizando hasta la época.
En este periodo rodaría películas de muñecos animados fotograma a fotograma, como La guerra e il sogno de momi, al estilo de lo que hoy día hace Tim Burton, y títulos muy comerciales de la época como Maciste y Maciste alpino. Pero una década después de haber llegado a Turín, y tras la Gran Guerra, los estudios comienzan a decaer y el centro mundial de la producción cinematográfica se traslada a Hollywood en Estados Unidos. A partir de entonces Chomón trabajaría indistintamente como director de fotografía y técnico de efectos especiales en Francia e Italia, a la vez que seguirá indagando en el sistema de fotografía en color. Destacan de este periodo su participación en el mítico Napoleón de Abel Gance y en la producción de Benito Perojo El negro que tenía el alma blanca, rodada en parte en Francia y de la que se encargó de filmar una escena onírica considerada el precedente de King Kong.
Los últimos años de su vida los dedicó a la investigación. Estaba trabajando en el desarrollo de un sistema de color por tricomía en Marruecos por sus condiciones climatológicas, cuando su salud se deteriora y regresa a Francia, donde fallecería el 2 de mayo de 1929 cuando tenía 57 años de edad.
A su muerte le seguiría el olvido durante varias décadas hasta que su figura volvió a ser reivindicada poco a poco. Uno de los primeros pasos dados para esta recuperación fue el homenaje que el mundo del cine español le hizo en 1971 al cumplirse el centenario de su nacimiento. Fue cuando se colocó la placa conmemorativa en el lugar donde nació en Teruel.
A ese acto le siguió la publicación del libro Segundo de Chomón (maestro de la fantasía y de la técnica), publicado en 1972 por Carlos Fernández Cuenca, el primero que profundizó en la obra del cineasta. Previamente Manuel Rotellar ya había reivindicando su figura en la obra El cine aragonés, y después le seguirían otros trabajos de Pascual Cebollada, Juan Gabriel Tharrats, Agustín Sánchez Vidal, Antón Giménez, y Joan Minguet, más recientemente.
En los años 80 y 90 el Festival de Cine de Teruel reivindicó su figura, y desde principios de este siglo el Cine Club Maravillas continuó ese legado impulsando la revista Cabiria, cuadernos turolenses de cine, mientras que en el ámbito educativo los profesores Gonzalo Montón, Fernando Muñoz y María Jesús Pérez impulsaron proyectos como El travelín de Chomón y fueron los artífices de que hoy día un instituto de la ciudad lleve su nombre. Pero el trabajo más ingente se ha desarrollado desde Filmoteca de Catalunya, que lleva un cuarto de siglo recuperando y restaurando sus películas e impulsando la investigación sobre su trayectoria.
Julienne Mathieu, la compañera imprescindible
Julienne Mathieu fue la compañera imprescindible de Segundo de Chomón, tanto en su vida privada como profesional. La encontramos en numerosas películas del cineasta, es su musa, la artífice de los trucos de magia. Es la mujer que se aloja en un hotel donde todo está mecanizado en El hotel eléctrico, donde los cabellos se peinan solos y la ropa se coloca en los cajones de los armarios sin necesidad de que nadie intervenga, hasta que las máquinas se vuelven locas y se desata el desastre.
Es también la paciente maestra de ceremonias que aparece en los filmes de atracciones como Los huevos de Pascua, en los que Julienne abre unos gigantes huevos sobre una mesa y en su interior aparecen bailarinas diminutas que realizan números de baile para deleite del público.
Un cine que lo reunía todo para fascinar a los espectadores
El cine de Segundo de Chomón lo reunía todo, imaginación, buenos trucajes, efectos impactantes, innovación y un carácter visionario que al volver a verlo hoy día corrobora que el turolense era un personaje inquieto que no podía estar parado. Eso le llevó también a investigar sobre la tecnología en torno al cine, tanto mediante la invención de aparatos para el coloreado de películas, como para el desarrollo de sistemas de registro de imágenes en color.
No hay género que Chomón no tocase, desde la comedia al drama y el cine de época al fantástico, donde mejor se movía por la calidad de sus trucajes. Buscó integrar el cine de atracciones, propio de la barraca de feria, en un cine narrativo acorde con lo que hoy día es el séptimo arte. Brilló igualmente en el cine de animación con muñecos movidos foto a foto.
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