Sara Alquézar, guionista de cine y televisión: “Escribiría la historia de una comunidad rural que debe ser creativa a la fuerza”
Nacida en la localidad turolense de Andorra, Sara Alquézar es una brillante guionista de cine y televisión, experta en abordar el atractivo mundo de las series. Carlos Gurpegui habló con ella a partir de las producciones para las que ha participado, conformando lo que se acostumbra llamar una trayectoria sólida y coherente.
- Este año que termina ha estrenado película como guionista, ni más ni menos que El club de los buenos infieles.
- Sí, se puede ver en Netflix. Se trata de una comedia en la que cinco amigos se juntan para rememorar viejos tiempos y, entre risas y chascarrillos, terminan confesando que ya no sienten deseo por sus parejas. Así que a uno se le ocurre la disparatada idea de montar un club secreto para recuperar esa pasión perdida y revitalizar sus matrimonios. Como se puede prever, el plan se les va de las manos.
- ¿Imaginaba así a Fele Martínez, Hovik Keuchkerian o Adrián Lastra?
- Los tres me parecían grandes actores y así lo demuestran con sus interpretaciones. Fue una suerte y un lujo que quisieran formar parte del proyecto. No llegué a coincidir con Adrián, pero sí me sorprendió especialmente el carisma de Hovik, la vis cómica de Fele y su ingenio.
- ¿ Ante el fracaso, aventura?
- El desfase y la aventura es la vía de escape de los personajes de El Club, pero no les sale todo lo bien que esperaban. Como buena aragonesa, yo soy más de “ante al fracaso, nunca desistir” y seguir intentándolo, con más fuerza si cabe, hasta agotar las posibilidades.
- ¿Cuál ha sido la mejor crítica recibida?
- Me parece muy acertada la descripción de Fausto Fernández en Fotogramas sobre el tipo de humor de la película, que definía las miserias de los personajes quitándoles la máscara de las convenciones sociales.
- Dos años también como coordinadora de guion en Centro Médico, serie producida por Zebra para TVE. ¿Cuál es el secreto de su éxito?
- Un año como guionista, y otro coordinando el equipo de guion. Creo que el acierto de esta docuficción ha sido precisamente su formato. La combinación de entretenimiento, con tramas con las que todo el mundo puede identificarse, y de información rigurosa sobre salud ha encajado bien en las tardes de TVE, con un espectador muy fiel.
- ¿Su episodio, historia preferida?
- Me quedo con una que fue real. El protagonista es Manu, un niño asturiano de diez años que consiguió salvar la vida de su padre gracias a los primeros auxilios que había aprendido viendo Centro Médico. Algo así supera cualquier expectativa. Todo el equipo nos sentimos orgullosos de la vocación de servicio público.
- Carlos Reviriego afirma que las series expanden el imaginario contemporáneo que el cine no se atreve a explorar.
- Yo no tengo esa impresión. El cine y las series se contagian y se retroalimentan en el lenguaje narrativo y la estética. La única diferencia es la duración de la historia. Con respecto a la elección del tema y la forma de abordarlo, depende más de la audacia y la necesidad expresiva del creador que del medio en sí.
- Usted escribió también El Barco, esa famosa serie de Antena 3 TV, con Mario Casas, Blanca Suárez y Luis Callejo.
- Después de participar en series diarias, en la que el ritmo de trabajo es tan brutal, El Barco fue mi primera experiencia en el prime-time, donde se tiene más tiempo para pensar cada detalle de la historia, para estructurar y reescribir, lo cual se agradece bastante.
- Con Yo soy Bea ya dio guerra hace diez años como editora de guion, dialoguista y ayudante de dirección creativa. Fue una serie muy famosa, con su sátira y ruptura de estereotipos incluida.
- Aunque de primeras pareciera arriesgado apostar por la comedia para un culebrón en las sobremesas de Telecinco, el tono de la serie fue un auténtico éxito. Durante aquellos tres años no paraba de cruzarme con gente, en el metro, en la cola del supermercado, hasta en la consulta del dentista, que hablaban de las peripecias de Bea y el resto de los personajes como si fueran sus amigos o sus vecinos.
- Una pregunta con trampa: ¿Qué es un guion?
- Es un texto cuya finalidad no es ser leído, sino representado. Una guía en la que se exponen los diálogos, las acciones de los personajes y el lugar donde se desarrollan, para que todos los departamentos implicados en la producción de la obra (dirección, producción, arte, vestuario, peluquería, sonido, montaje, etc.), remen en la misma dirección.
- Estuvo de seminario con Robert Mckee. Aún recuerdo su best seller de 500 páginas, El guion.
- Como no conseguí terminármelo me fui a Málaga cuatro días a escuchar sus consejos y, de paso, a conocer la ciudad. McKee no tiene una carrera muy prolífica como guionista, pero conoce bien los entresijos del negocio y contó anécdotas muy interesantes sobre el funcionamiento de la industria audiovisual en Estados Unidos.
- Y participó en dos masterclass, ni más ni menos que con Vince Gilligan, creador de Breaking Bad, y con Terence Winter, de Los Soprano y Boardwalk Empire. Todo un lujo.
- Gracias a Alma, el sindicato de guionistas, estamos teniendo la posibilidad de asistir a masterclass de guionistas de primer nivel, como estos. Efectivamente, es un privilegio poder escuchar de boca de algunos creadores de tus series preferidas las vicisitudes de su carrera, y claves sobre cómo hacer un pitch u organizar un equipo de guion.
- Según Daniel Tubau, al guionista se le puede dar poder absoluto como showrunner que controla todo al mínimo detalle. De esa forma la calidad aumenta. ¿Le ha pasado a usted? ¿Le ofrecen tanto poderío?
- En Estados Unidos funciona así. Tanto Gilligan como Winter son showrunners: además de creadores y guionistas de la serie también ejercen como productores ejecutivos. En España está empezando a pasar. Yo aún no he tenido la oportunidad, pero sí me atrae la idea de trabajar creativamente con el resto de departamentos y poder colaborar en todos los procesos.
- Cuanta más libertad en el guion, más posibilidades hay de tener un estilo propio, ¿no es así?
- La verdad es que al desarrollar proyectos propios, en momentos en los que no estaba trabajando para ninguna productora, al pararme a pensar en qué tipo de historias me interesa contar, explorar en mi imaginario y escribir con absoluta libertad ha sido cuando he encontrado mi voz como creadora. De hecho, después, al volver a una sala de guionistas, me he sentido más segura, con las ideas más claras, e incluso me han dado más responsabilidad dentro del equipo.
- ¿Qué es lo más bonito que le ha pasado escribiendo?
- Para mí, lo más bonito del proceso de escritura es el momento en el que consigues estar tan concentrada en la obra que desaparece el mundo, desaparecen tus preocupaciones, y solo existen los personajes y sus conflictos. Es un ejercicio de cambio de perspectiva y de empatía, a la vez. Ese momento de creación es mágico, como un trance, puro disfrute, muy terapéutico, además.
- En la series españolas, lo nuestro es el principal paisaje. ¿Está usted de acuerdo?
- Al final, lo más honesto es hablar de lo que conoces. Con esto no quiero decir que no puedas inventar universos o personajes que nada tengan que ver contigo ni con tu entorno, pero se debe hacer partiendo de la realidad, de la verdad, huyendo de los estereotipos americanos, por ejemplo, de los que estamos tan contaminados. Así, la historia es más reconocible para el espectador y, lo más importante, verosímil.
- ¿Qué episodio piloto emprendería sobre la realidad actual de Andorra?
- Después de la noticia del cierre de la central térmica de Andorra, que ha dejado al pueblo sumido en un sentimiento de abandono, rabia y desconcierto por el árido futuro que parece que se aproxima, escribiría la historia de una comunidad rural que debe ser creativa a la fuerza, buscar alternativas y reinventarse, conservando su autenticidad y su nobleza, dos rasgos distintivos de mis paisanos.
- Olivier Joyard dice que están liberadas del más mínimo complejo de inferioridad. Ahora las series pueden contarlo todo y con la mayor de las legitimidades.
- El espectador cada vez es más exigente, tiene mucha cultura audiovisual. Por eso no hay que conformarse con la primera idea que se nos ocurre, siempre hay que darle una vuelta, intercambiar los roles, los géneros de los personajes, tratando de encontrar nuevos escenarios y puntos de vista. Complejo de inferioridad, ninguno.