La artista turolense Quinita Fogué, ante la instalación de obra textil que preside ‘Tejer los silencios’, la exposición que puede verse en el edificio de Caja Rural de Aragón en Zaragoza. Europa Press
Quinita Fogué reivindica la vida del color frente al maltrato contra el medio ambiente
La pintora de Bañón expone hasta el 5 de abril en el edificio de Caja Rural de Aragón en Zaragoza
Quedan pocos géneros artísticos que no haya tocado la turolense Quinita Fogué (Bañón, 1943), a quien la pintura es el lenguaje que en mayor medida la define. Su trayectoria artística abarca ya 45 años, desde que en 1979 participara en su primera exposición colectiva en la Escuela de Artes Aplicadas de Zaragoza. Desde entonces y con mayor o menor intensidad y dedicación ha realizado escultura, trabajo en hierro, cuadernos de autor, grabado, esmalte, collage o instalaciones.
El pasado 15 de febrero inauguró una nueva exposición en Zaragoza, Tejer los silencios, que puede visitarse hasta el próximo 5 de abril en el Edificio Caja Rural de Aragón (calle 4 de agosto, Zaragoza). Se trata de una exposición donde el grueso de las obras, algo menos de una treintena son pinturas, óleo sobre papel vegetal y acrílicos sobre papel y tela, aunque también se introduce en un lenguaje en el que hasta ahora no había indagado y que gana cada vez más peso entre los artistas contemporáneos, el arte textil.
La obra principal de Tejer los silencios es una pieza de hilo y cordel entrelazado de gran tamaño, una instalación textil en amarillo, azul, marrón o rojo, que se imbrica formando un gran telar de cerca de cuatro metros de largo por algo menos de dos metros de ancho.
Una instalación efímera creada con arena sobre el pavimento, y dos instalaciones escultóricas, completan la propuesta artística de la turolense, que llenó la sala de exposiciones con más de un centenar de personas el día de la inauguración, 15 de febrero. El periodista Ángel Castro y el director de la Fundación Caja Rural de Aragón, Carlos López, acompañaron a la pintora afincada en Zaragoza pero nacida en Bañón durante el acto.
Buena parte de la obra que se expone en Tejer los silencios fue creada durante la pandemia de covid-19 y estuvo muy determinada por ella. Y su discurso narrativo tiene dos elementos importantes: por una lado el respeto a la Tierra y al mar desde el punto de vista del medioambiente, con una toma de conciencia de que todo el daño que el ser humano está causando está convirtiendo en insostenible nuestra propia existencia; y por otro la eterna reivindicación de Quinita Fogué: el color por encima de todo, que amarillos, azules, verdes y terrosos inunden cada rincón de nuestra vida: “El color es vida, y en los momentos más duros y difíciles para el ser humano, tiene que haber color”.
El gran telar que preside la exposición y muchas de las pinturas, especialmente los óleos, fueron realizados por Quinita Fogué durante el confinamiento y en los meses posteriores, durante la pandemia. “Cuando ya empezamos a poder salir, iba al estudio por las mañanas, y por la noche me dedicaba a tejer el telar, en silencio, para combatir la tristeza que sentía”, aclara la artista en una intervención grabada en formato de podcast para la Fundación Caja Rural de Aragón, donde explica su trabajo en esta exposición.
A eso hace referencia precisamente el título de la muestra, Tejer los silencios, “por los silencios que durante la pandemia tuvimos que soportar”, no solo por las limitaciones a las relaciones sociales que hubo que soportar durante lo peor del confinamiento, sino porque “muchos pasamos mucho tiempo reflexionando sobre ese silencio que había en las calles, y creo que incluso dentro mismo de las personas”.
Ese tejido no solo sirvió de terapia para Fogué, gracias a las horas que la mantuvo ocupada y a los colores de sus hilos, que ahuyentaron la oscuridad, sino que conceptualmente lanza un mensaje que para ella es importante: “el tejido es una cadena que nos lleva a todos al mismo sitio, porque todos nos vimos afectados al mismo tiempo”. De algún modo recuerda la interconexión entre las personas, a veces invisible, y de su conexión con el planeta y su estado de salud, a veces invisibilizado o ignorado.
Porque el mensaje conservacionista y medioambientalista es más reivindicativo que nunca en la turolense. Fogué siempre ha dicho que fue la visión del ocre de la tierra desde su ventana en el Bañón de su infancia lo que la empujó al arte, y esa tierra que nos mantiene unidos al origen cada vez le duele más. “La tierra hay que palparla, saber que contiene nuestra vida dentro de sí, pisarla, y los niños de ahora no la conocen porque no la tocan. Hay que respetarla por encima de todo”. “Y el mar”, continúa la artista, “no es un poco de agua donde la gente se baña en verano, sino uno de los mayores tesoros que tenemos. En estos tiempos el maltrato de la naturaleza está a la orden del día, y me da mucha pena. Siempre seré defensora de la naturaleza, del bosque y de las flores”.
En ese orden de asuntos giran también algunas otras obras de las que pueden verse en Tejer los silencios, como una instalación de tierra que representa un bosque inventado, “porque a este paso, talando sin respeto los bosques y la Amazonia, llegará un día en el que tendremos que inventarnos los bosques”.
Junto a esas piezas, realizadas por Quinita Fogué a propósito para esta exposición, la turolense ha llevado a la sala de la Fundación Caja Rural de Aragón piezas más antiguas, que conectaban bien con las más recientes.
Por ejemplo la serie Viajar por todas partes, en óleo sobre papel vegetal, que alude a otra de las pasiones que ha sentido Fogué durante toda su vida, la de viajar. “Soy una viajera empedernida, me gusta conocer otras culturas diferentes a la mía”, afirma.
También varias pinturas de pequeño formato, que aluden a la Tierra y el mar, y que también se exponen estos días en Zaragoza, o unas peculiares esculturas que cuelgan del techo, en el que alambres entretejidos forman figuras que transportan al visitante al interior de los océanos.
Tejer los silencios trata de reunir dos de los grandes compromisos que mantiene Quinita Fogué, el compromiso estético y honesto con el arte, donde el color y su derroche ha tenido y sigue teniendo un papel protagonista, y el compromiso con el medioambiente y la sostenibilidad de la existencia del ser humano. Por eso el mensaje que lanza la turolense es el siguiente: “Quiero que la gente que vaya a la exposición vea la obra, además de mirarla. Que la vea, que salga concienciada de que el mensaje que lanza cada pieza tiene sentido en la actualidad, que seamos responsables y conscientes de lo que está sucediendo con el medioambiente, y del daño que estamos ocasionándole al mar, la Tierra y los bosques”.
El pasado 15 de febrero inauguró una nueva exposición en Zaragoza, Tejer los silencios, que puede visitarse hasta el próximo 5 de abril en el Edificio Caja Rural de Aragón (calle 4 de agosto, Zaragoza). Se trata de una exposición donde el grueso de las obras, algo menos de una treintena son pinturas, óleo sobre papel vegetal y acrílicos sobre papel y tela, aunque también se introduce en un lenguaje en el que hasta ahora no había indagado y que gana cada vez más peso entre los artistas contemporáneos, el arte textil.
La obra principal de Tejer los silencios es una pieza de hilo y cordel entrelazado de gran tamaño, una instalación textil en amarillo, azul, marrón o rojo, que se imbrica formando un gran telar de cerca de cuatro metros de largo por algo menos de dos metros de ancho.
Una instalación efímera creada con arena sobre el pavimento, y dos instalaciones escultóricas, completan la propuesta artística de la turolense, que llenó la sala de exposiciones con más de un centenar de personas el día de la inauguración, 15 de febrero. El periodista Ángel Castro y el director de la Fundación Caja Rural de Aragón, Carlos López, acompañaron a la pintora afincada en Zaragoza pero nacida en Bañón durante el acto.
Respeto al medio ambiente
Buena parte de la obra que se expone en Tejer los silencios fue creada durante la pandemia de covid-19 y estuvo muy determinada por ella. Y su discurso narrativo tiene dos elementos importantes: por una lado el respeto a la Tierra y al mar desde el punto de vista del medioambiente, con una toma de conciencia de que todo el daño que el ser humano está causando está convirtiendo en insostenible nuestra propia existencia; y por otro la eterna reivindicación de Quinita Fogué: el color por encima de todo, que amarillos, azules, verdes y terrosos inunden cada rincón de nuestra vida: “El color es vida, y en los momentos más duros y difíciles para el ser humano, tiene que haber color”.
El gran telar que preside la exposición y muchas de las pinturas, especialmente los óleos, fueron realizados por Quinita Fogué durante el confinamiento y en los meses posteriores, durante la pandemia. “Cuando ya empezamos a poder salir, iba al estudio por las mañanas, y por la noche me dedicaba a tejer el telar, en silencio, para combatir la tristeza que sentía”, aclara la artista en una intervención grabada en formato de podcast para la Fundación Caja Rural de Aragón, donde explica su trabajo en esta exposición.
A eso hace referencia precisamente el título de la muestra, Tejer los silencios, “por los silencios que durante la pandemia tuvimos que soportar”, no solo por las limitaciones a las relaciones sociales que hubo que soportar durante lo peor del confinamiento, sino porque “muchos pasamos mucho tiempo reflexionando sobre ese silencio que había en las calles, y creo que incluso dentro mismo de las personas”.
Ese tejido no solo sirvió de terapia para Fogué, gracias a las horas que la mantuvo ocupada y a los colores de sus hilos, que ahuyentaron la oscuridad, sino que conceptualmente lanza un mensaje que para ella es importante: “el tejido es una cadena que nos lleva a todos al mismo sitio, porque todos nos vimos afectados al mismo tiempo”. De algún modo recuerda la interconexión entre las personas, a veces invisible, y de su conexión con el planeta y su estado de salud, a veces invisibilizado o ignorado.
Porque el mensaje conservacionista y medioambientalista es más reivindicativo que nunca en la turolense. Fogué siempre ha dicho que fue la visión del ocre de la tierra desde su ventana en el Bañón de su infancia lo que la empujó al arte, y esa tierra que nos mantiene unidos al origen cada vez le duele más. “La tierra hay que palparla, saber que contiene nuestra vida dentro de sí, pisarla, y los niños de ahora no la conocen porque no la tocan. Hay que respetarla por encima de todo”. “Y el mar”, continúa la artista, “no es un poco de agua donde la gente se baña en verano, sino uno de los mayores tesoros que tenemos. En estos tiempos el maltrato de la naturaleza está a la orden del día, y me da mucha pena. Siempre seré defensora de la naturaleza, del bosque y de las flores”.
En ese orden de asuntos giran también algunas otras obras de las que pueden verse en Tejer los silencios, como una instalación de tierra que representa un bosque inventado, “porque a este paso, talando sin respeto los bosques y la Amazonia, llegará un día en el que tendremos que inventarnos los bosques”.
Junto a esas piezas, realizadas por Quinita Fogué a propósito para esta exposición, la turolense ha llevado a la sala de la Fundación Caja Rural de Aragón piezas más antiguas, que conectaban bien con las más recientes.
Por ejemplo la serie Viajar por todas partes, en óleo sobre papel vegetal, que alude a otra de las pasiones que ha sentido Fogué durante toda su vida, la de viajar. “Soy una viajera empedernida, me gusta conocer otras culturas diferentes a la mía”, afirma.
También varias pinturas de pequeño formato, que aluden a la Tierra y el mar, y que también se exponen estos días en Zaragoza, o unas peculiares esculturas que cuelgan del techo, en el que alambres entretejidos forman figuras que transportan al visitante al interior de los océanos.
Concienciación
Tejer los silencios trata de reunir dos de los grandes compromisos que mantiene Quinita Fogué, el compromiso estético y honesto con el arte, donde el color y su derroche ha tenido y sigue teniendo un papel protagonista, y el compromiso con el medioambiente y la sostenibilidad de la existencia del ser humano. Por eso el mensaje que lanza la turolense es el siguiente: “Quiero que la gente que vaya a la exposición vea la obra, además de mirarla. Que la vea, que salga concienciada de que el mensaje que lanza cada pieza tiene sentido en la actualidad, que seamos responsables y conscientes de lo que está sucediendo con el medioambiente, y del daño que estamos ocasionándole al mar, la Tierra y los bosques”.
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