Mingote, el ‘Zeus’ del humor gráfico que nació hace 100 años
Aunque nacido en Sitges, pasó su infancia y juventud en TeruelIsabel Vigiola, antes de irse a la cama cada noche, escucha este mensaje de contestador: “Si tiene usted algo que decirme que no me extrañaría, hágalo después del pito que suena a continuación”. Y lo hace porque quien lo dice es su marido, el humorista gráfico Antonio Mingote, “un Picasso, un Ortega y Gasset” que vivió su infancia y juventud en Teruel y que este jueves cumpliría 100 años. Sus primeros chistes gráficos los publicó en Lucha, después transformado en DIARIO DE TERUEL.
Recordar a Mingote de la mano de Isabel en el centenario de su nacimiento es recorrer toda una vida llena del “amor más puro”, ese que la hace recitar con 89 años uno de los sonetos más famosos de Lope de Vega como si fuera esa joven que allá por 1947 lo conoció cuando trabajaba de secretaria para el escritor y cineasta Edgar Neville, gran amigo del dibujante (Sitges, Barcelona, 1919-Madrid, 2012). “Le echo de menos hora más que antes, el tiempo no cura. Antonio y yo nos reíamos, jugábamos a diario, y es una suerte poder envejecer al lado de una persona a la que se le ha arrugado la mano, le ha salido una verruga y lo acaricias”, cuenta a Efe Vigiola desde su casa de Madrid, el hogar donde aún conserva intactos el despacho y el cuarto de pintura de este genio del humor gráfico.
Espacios donde el tiempo se ha parado porque así ella lo ha querido, ya que, “¿cómo vas a pasar página?”, se cuestiona, cuando se trata de la historia de su vida junto a “un Picasso, un Ortega y Gasset y todos los sabios del mundo”.
“Antonio lo sabía todo. Tenía una cultura enorme que no quería demostrar, fruto de una humildad auténtica”, recuerda esta mujer que dejó su carrera profesional para ocuparse de la agenda de su compañero de vida. Ahora, siete años después de su muerte, ha conseguido crear la Fundación Antonio Mingote (ya dada de alta, pero a la espera de encontrar ubicación).
"Si hubiera querido, yo podría haber sido una Pilar Miró, pero he vivido a la sombra de Antonio, porque él era importantísimo para mí", enfatiza la que es la memoria viva del creador de esas miles de viñetas gráficas que a día de hoy cuentan con una vigencia pasmosa.
Pero Vigiola prefiere hacer repaso de la obra de su marido para demostrar cómo no solo fue ese gran humorista gráfico que, siete años después de colaborar para la revista La Codorniz, publicó en 1956 su primera viñeta en el periódico ABC, donde no pararía de hacerlo hasta sus últimos días de vida.
"La popularidad la adquirió ahí, pero nadie sabe como yo su talento y las actitudes de Antonio como escritor (...) Escribía, para mí, con una precisión fantástica", destaca Vigiola antes de empezar a enumerar algunos de sus libros, como su primera novela, Las palmeras de cartón (1948), Historia de Madrid (1961) o Historia del traje (1963).
Aunque la viuda de Mingote se detiene en un título, Hombre solo (1970): "Él siempre decía que, si por algo quería ser juzgado, era por este tratado de filosofía, un libro extraordinario".
Una afirmación que comparte el también humorista gráfico y amigo de Mingote Julio Rey, la mitad de Gallego y Rey, director técnico del Instituto Quevedo de las Artes del Humor (IQH), institución de la que Mingote es presidente honorífico.
"Hombre solo es muy moderno, es extraordinario y muy íntimo el universo de Antonio, una obra donde se aleja de la noticia del día, del comentario lingüístico. Si alguien quiere conocer a Mingote, la mejor manera es leyendo este libro", afirma.
Rey ahonda también en ese Mingote desconocido, quizá, para sus seguidores: "Era sencillo más que humilde. Es el Zeus de nuestro universo gráfico, por no decir el dios que está en un pedestal enorme, incluso para las nuevas generaciones".
Y es que este dibujante, escritor, guionista y académico de la Real Academia de la Lengua Española, más allá de sus Quijotes, sus Meninas y sus viñetas, consiguió, junto a Chumi Chúmez, Máximo o Fraguas, que nació el mismo día que Mingote, llevar la libertad y la crítica a la prensa, en una época en la que la libertad era algo más que un lujo.
"Fue una generación que vivió la dictadura franquista y en algunos casos tuvieron consejos de guerra, pero esta gente tenía mucha inteligencia y una calidad extraordinaria, porque eran hombres muy cultos", concluye Rey.