“Mi salud, como de costumbre. La preservo a base de ginebra y tabaco”
Cátedra publica un millar de cartas de Luis Buñuel, buena parte inéditas, recopiladas por Jo Evans y Breixo ViejoNo hay mejor manera de conocer a una persona que a través de su correspondencia, en la que se vuelca su forma de ser, sus anhelos e inquietudes, pero también sus miedos y preocupaciones. Las recopilaciones epistolares han servido a los biógrafos para reconstruir vidas y sobre todo para dibujar perfiles humanos, pero en cambio en la historiografía del cine apenas se les ha dado trascendencia. Cátedra acaba de publicar una recopilación de un millar de cartas, buena parte de ellas inéditas, de Luis Buñuel, gracias a un trabajo ingente de Jo Evans y Breixo Viejo. Buñuel renace a través de esa correspondencia mostrándose tal como era, una persona alejada de la imagen tan mitómana que se ha ofrecido y de las medias verdades que se han escrito sobre él.
Su socarronería, su ingenio, pero también sus miedos y temores, afloran en estas cartas escritas desde la intimidad y muchas de las cuales no habían visto la luz pública hasta ahora. El trabajo ha corrido a cargo de los investigadores del University College London Jo Evans y Breixo Viejo gracias a la financiación de The Leverhulme Trust de Londres, una fundación británica que con su apoyo económico ha permitido rastrear por todo el mundo las cartas que escribió el cineasta de Calanda.
La forma como lo ha hecho ha sido una de las becas de investigación más importantes que hay, de tres años de duración y sin la cual “este proyecto no habría tenido lugar”, según reconocen Evans y Viejo.
El resultado ve la luz ahora en España en un maravilloso volumen editado por Cátedra titulado Luis Buñuel. Correspondencia escogida, de cerca de 800 páginas y en las que se recopilan, debidamente anotadas y contextualizadas, casi un millar de cartas, no solo escritas por el cineasta sino también otras misivas recibidas por él.
El libro se ha convertido ya en una inevitable referencia para los estudiosos de Buñuel, no solo por las informaciones que aporta a través de la correspondencia mantenida por el cineasta con su entorno profesional y personal, sino porque revela al auténtico Buñuel, aquel que no está sometido a la autocensura en una industria cultural cainita como siempre ha sido la del cine, ni a la picaresca y desmemoria, intencionada o no, que subyace en las fuentes directas que se tenían hasta ahora del realizador: las memorias transcritas por Jean Claude Carrière y los libros de conversaciones con el calandino escritos por Max Aub y Tomás Pérez Turrent y José de la Colina.
Como indican los editores de esta recopilación, frente a esa tendencia de los estudios críticos sobre el cineasta que se basaban en lo que el propio Buñuel había dejado escrito en sus memorias y entrevistas, ahora la correspondencia que ha publicado Cátedra ofrece otra fuente de información complementaria y en algunos casos alternativa, puesto que abarcan casi un millar de epístolas escritas y recibidas por el cineasta a lo largo de toda su vida.
Ámbito privado
Este nuevo trabajo sobre Buñuel da la voz al cineasta y a quienes le conocieron desde el ámbito más íntimo, aquel en el que nos desnudamos por completo ante los demás siendo conscientes de que nos movemos en el terreno de la privacidad. Los pensamientos de Buñuel en estas misivas no engañan, la sinceridad se vislumbra cuando el mito da paso a la persona que se muestra tal como es.
Los interesados en la figura del cineasta encontrarán en esta correspondencia al Buñuel socarrón y divertido que era, pero también al creador y sus contradicciones, y sobre todo al ser humano desprovisto de la envoltura del mito cultural que se construyó en torno a él; a la persona que tiene que subsistir y a quien preocupa lo mismo que inquieta a cualquier persona, poder llevar los garbanzos a casa.
Son demoledoras por tanto algunas de las cartas publicadas en esta recopilación, como la del Buñuel desesperado que para mantener a su familia tiene que renunciar a su rebeldía; o la del padre de familia a quien preocupa qué va a ser de su mujer e hijos una vez que haya muerto.
En el primer caso es ilustrativa una carta escrita a su amigo Ricardo Urgoiti en enero de 1939 nada más llegar a Los Ángeles, en la que confiesa que “quisiera ser otra vez filmofonista” -se refiere a su etapa como productor en Filmófono en España durante la II República, cuando se dedicó a hacer películas comerciales que le reportaron buenos beneficios-, abriéndose a la posibilidad de trabajar “como lo que sea”, ya no solo como director. “Buñuel ha muerto”, sentencia, para ofrecerse a realizar lo que sea con tal de subsistir.
“Ya sin prejuicios artísticos creo que puedo ser más útil que antes”, comenta en la misiva a Urgoiti, en la que le suplica que si no puede contratarle ni hacer nada por él, le envíe al menos el dinero que pueda “a partir de 10 dólares”. Previamente, un Buñuel que ha huido de la España de la guerra civil y de una Europa donde suenan ya ecos de guerra con Hitler en la Alemania nazi, escribe desesperado: “¡Para qué vamos a hablar de los terribles acontecimientos actuales ni de la tragedia de tantos buenos amigos! La absoluta soledad en que me encuentro aquí hace que estos días sean mucho más amargos. Ya, todo lo que deseo es poder vivir y ser útil a los amigos, a los pocos amigos de siempre, aunque por el momento las cosas no vayan tan bien como quisiera”.
Infancia y juventud holgada
Por más que procediese de la burguesía y de que su infancia y juventud fuese holgada y nunca tuviera problemas económicos al verse en todo momento arropado financieramente por sus padres, a partir de la guerra civil y de su exilio Buñuel no lo tuvo fácil para subsistir, tal como puede verse en la correspondencia que mantuvo con su entorno íntimo.
La preocupación aflora incluso en una de las últimas cartas que escribió de puño y letra antes de su muerte y que aparece también en la recopilación del libro. Está escrita a finales de noviembre de 1982 desde México DF. El cineasta escribe preocupado a su primogénito Juan Luis para decirle: “Ante esta situación económica tan catastrófica, sé que vosotros dos y vuestra madre podréis tener problemas de dinero en el futuro. Esto me tiene preocupado por la tranquilidad de Jeanne (su mujer)”.
El cineasta insta en la carta a su hijo que dispongan de su “archivo y del cuadro de Dalí como posible fuente de ingresos. Creo que lo mejor sería tratar de venderlo a España o a otro lugar pero, ¡¡OJO!! con la gentuza que mangonean las instituciones públicas, de los que sabes nunca me he fiado, pero que, en casos como este vienen al dedillo. Te prevengo de que son de armas tomar, pero allá tú”.
Es Buñuel en estado puro quien escribe esa carta pocos meses antes de su muerte, el mismo que a finales de los años 60 se dirige a Serge Silberman, su productor en aquella época, como quien no quiere la cosa para pedirle trabajo.
“Me aburro”
“Aquí no hago nada. Leo. Me aburro. No preparo nada. Floto. Mi salud, como de costumbre. La preservo a base de ginebra y tabaco”, escribe. Es el Buñuel socarrón, pero también el profesional que tiene que hacer cine para sobrevivir porque su obra no es comercial y necesita rodar por necesidad de subsistencia tanto como intelectual: “Empiezo a tener ganar -relativas- de trabajar. Tal vez si le veo este verano, y después de beber unas copas de Beaujolais seguidas de champán, podríamos hacer algún proyecto de producción cinematográfica”. Una forma muy digna de pedir trabajo en un momento Belle de jour, una película de putas, se convierte en su gran “éxito comercial”. El entrecomillado es del propio Buñuel.
Leer esta recopilación de cartas es un deleite y el capítulo introductorio de Evans y Viejo un deleite revelador que confronta el mito con el personaje histórico. Como aseguran ambos investigadores, quienes se adentren en esas cartas se aproximarán “al centro secreto, a la matriz misma del universo Buñuel” para entender cómo realizó el cineasta turolense su “indómita obra”.