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“Me estoy tirando a la piscina, pero me gusta seguir reinventándome y experimentar” “Me estoy tirando a la piscina, pero me gusta seguir reinventándome y experimentar”
La exposición ‘Éxodo’ de Carlos Pardos en Monreal anticipa un cambio drástico en su forma de concebir la pintura y el paisaje

“Me estoy tirando a la piscina, pero me gusta seguir reinventándome y experimentar”

El pintor, ilustrador y artista gráfico Carlos Pardos está en plena evolución del tenebrismo al color y de la figuración a la abstracción
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Carlos Pardos (Gallocanta, 1962) es un pintor e ilustrador que ha participado en numerosos proyectos de todo tipo, desde escenógrafo a ilustrador de todo tipo de libros, pasando por diseñador de encargo o profesor de dibujo y pintura. En la Escola Massana de Barcelona adquirió una enorme pericia en el dibujo, que junto a la oscuridad de la mayor parte de sus composiciones son dos de las marcas de la casa, junto a la gran influencia que ejerce el territorio -la eterna laguna que cada octubre se llena de grullas- en su vida y en su pintura. Explorador incansable, desde sus talleres en Zaragoza y Gallocanta se ve a sí mismo en un proceso de evolución que más pronto que tarde desembocará en la abstracción y el color. Éxodo es una exposición que ahora mismo tiene abierta en Monreal del Campo, hasta el 30 de septiembre, y que supone uno de los hitos intermedios que llevan de un punto al otro.

-¿Éxodo es una exposición creada para Monreal o tiene previsto que itinere?

-No estaba previsto que girase, aunque no tengo claro si al final lo hará o no. Ha sido una exposición con mucho esfuerzo detrás, y que emocionalmente ha sido muy intensa. Las propias visitas guiadas que estoy organizando en la sala de Monreal del Campo me está destapando muchas cosas sobre mí. Ahora estoy caminando por derroteros más coloristas, y Éxodo podría considerarse la segunda exposición de un ciclo que empezó en el Torreón Fortea, con una muestra que tuvo mucho éxito, y que acabará con otra en Zaragoza relacionada con las grullas, que es lo que todo el mundo me pide. Estoy en un momento previo a emprender un camino más definitivo y personal, en el que estéticamente voy a ir hacia la abstracción.

-Todo el mundo le pide grullas... usted es el pintor de las grullas. ¿Pero llega a cansarse uno de ellas?

-No sé si llegas a cansarte, lo que sí sé es que es un mundo que no se acaba. Ahora mismo estoy haciendo por encargo una serie de grullas a plumilla que representan el aterrizaje de las aves, con la posición del cuerpo, las alas y las patas perfectamente detalladas. Hay muchos coleccionistas por Europa y no te imaginas hasta que punto siguen a la grulla, con qué pasión y detalle. Es un mundo enorme y con tantos elementos y ramificaciones que para quien no lo conoce resulta increíble. Desde los propios estudios físicos del ave hasta el paisaje al que se vincula, pasando por el gran poder evocador que tiene como metáfora. Y en Gallocanta es todavía más poderosa y evocadora... cuando llegan las grullas cada año tienes que tener la leña preparada porque ya tenemos el frío encima. Es una metáfora que forma parte de nuestra tierra y de nuestra vida desde hace 40 años.

-Uno de los cuadros que están llamando más la atención de la exposición en Monreal es el de los aerogeneradores, una clara referencia a la posición contraria a la proliferación descontrolada de estos equipamientos que tiene la plataforma A Favor de los Paisajes de Teruel, a la que usted pertenece. ¿No teme que un compromiso tan claro sea dañino para sus intereses profesionales?

-Me gustaría mucho que ese cuadro se convirtiera en una imagen emblemática que estas plataformas pudieran utilizar. ¿Peligroso? Hasta ahora nunca me ha dado miedo, siempre he estado en asuntos relacionados con la naturaleza y he trabajado con educadores medioambientales. A mi siempre me ha parecido interesante que el arte reivindique el territorio, y yo estoy profundamente enraizado a la laguna (de Gallocanta), todo lo que tiene que ver con ella me afecta.

Me identifico muchísimo con ella. Ahora mismo Gallocanta tiene muy poca agua, aparentemente está seca y desolada, pero en la lamina líquida que queda hay un montón de vida a la espera de florecer. Yo me siento un poco así, tengo una base de 30 años detrás trabajando en la creación, pero llegan periodos de sequía en los que miro hacia dentro y hago mi propia investigación para reinventarme y mostrar el resultado cuando sea el momento apropiado.

-¿Y dice que esa investigación apunta ahora hacia la abstracción?

-Sí. Sigo estando muy vinculado a Gallocanta, pero mi intención es centrarme en lo puramente pictórico, en lo artístico, en lo relacionado con el paisaje, la luz y sus cambios, los reflejos sobre el agua...

-Esa exposición del Torreón Fortea de Zaragoza se titulaba Del negro al color e inauguró, como dice, un camino que va hacia el color que evoluciona en Éxodo de Monreal. Pero que nadie piense en una explosión cromática, ¿no es así?

-Esa evolución está siendo muy tenue, desde luego. El gusto por la oscuridad me viene desde muy pequeño, de esas luces de candiles del pueblo. De pequeñito estuve enfermo y me pasé un mes sin salir de casa. Me regalaron una caja de lápices de colores Alpino y dibujaba las gallinas, y esas cosas. Y esa meticulosidad para trabajar con telas oscuras y sacar la luz nunca me ha abandonado.

-¿Diría que usted es un pintor tenebrista?

-Es posible, y también es posible que no me quite eso de encima nunca. Yo vengo de la poesía y me encantan los formatos relacionados con la poesía, y el blanco y negro es la forma natural de trabajar para mí, porque así es como pienso, y a partir de ahí comienzo a construir. Pero la evolución que estoy llevando a cabo es lenta pero revolucionaria. Trabajo con cantidades ingentes de color, aplicándolo con llanas de albañil con las que arraso el color y creo las bases, desdibujando y eliminando la figuración. Estoy tirándome a la piscina y no sé lo que va a pasar, pero me gusta ser fiel a seguir mis impulsos como siempre he hecho y no permanecer dentro de una estela segura y cómoda. La exposición del Torreón Fortea era muy poderosa, con imágenes muy reconocibles y potentes, y vendí muchos cuadros. Si hiciera otra muestra igual que Del negro al color vendería otro montón de cuadros, pero prefiero seguir explorando.

El artista de Gallocanta durante uno de los talleres infantiles en los que suele participar

-Una de esas imágenes potentes era la del cervatillo frente al tunel de luz, que también puede verse en Éxodo’de Monreal...

-Causó mucho efecto, mucha gente se identificaba con esa imagen, justo tras el confinamiento, e incluso una mujer llegó a llorar mirándola. La realidad es que la figuración es potentísima y el camino más corto para llegar al espectador, pero ya te digo que yo quiero llegar un poco más allá. Me doy cuenta de que el paisaje es sumamente cambiante, se regenera cada minuto, y en Gallocanta el espectáculo es tan abrumador que durante los próximos diez años quiero trabajar el color y las texturas de una manera plena.

-¿Un ilustrador es un pintor que tiene que pagar facturas? ¿O un pintor es un ilustrador que de vez en cuando no quiere trabajar por encargo?

-Yo soy sobre todo un profesional. A mí me hacen encargados y los hago, y cumplo los plazos escrupulosamente. Estoy muy lejos de este tipo de pintor idealizado, que es un loco creativo, un bohemio que trabaja por impulsos y al final hace lo que quiere. En el ámbito del arte y la creación he hecho de todo; he dado clases, hago talleres para niños autistas, diseño camisetas, calcetines o corbatas, he pintado los muros de la cárcel de Daroca, un santo en una iglesia y he diseñado el logotipo de la Comarca Campo de Daroca. He hecho de todo porque soy un profesional que vive de esto. Y aunque es verdad que quiero que mi evolución me vaya alejando de la docencia y los talleres, para centrarme en un trabajo más placentero, artístico, creativo y de experimentación como es la pintura en gran formato, seguiré haciendo ilustración. Y al mismo tiempo tampoco me apetece tener que estar muy pendiente de exponer en salas muy potentes y eso, dedicar mucho tiempo a la gestión y a las relaciones con galerías y museos. Esa dinámica te obliga a estar muy pendiente e invertir mucho tiempo y esfuerzo, y yo me veo más bien pisando la tierra en la laguna de Gallocanta con pinceles en la mano, y no trabajando en un despacho.

-Usted tiene dos marcas muy reconocibles, como son las grullas y ese cierto tenebrismo que está en plena evolución. Y empiezan a diseñarse ingenios electrónicos capaces de imitar cualquier sello personal, con la esperanza de que en el futuro sean genuinamente creativos. ¿Qué opina de las IA en el ámbito el arte?

-Las cosas han cambiado mucho en los últimos años y más que cambiarán, y los artistas que vivimos al día nos vemos continuamente sobre el alambre, mirando hacia delante. La Inteligencia Artificial ya está quitando trabajo a guionistas o diseñadores, y ya hay profesionales que han integrado totalmente esta tecnología en su trabajo diario. No estamos hablado del mañana, sino de hoy. Si hoy mismo te instalas una buena aplicación de IA gráfica, de las que tienes que pagar por su uso, y escribes Carlos Pardos y grullas te puede salir un cuadro nuevo absolutamente creíble. Y ya están vendiendo cuadros realizados por una IA. En una ocasión me preguntaron y contesté que no me parece mal, pero la pintura o el arte no consiste solo en el resultado, y el proceso no puede replicarlo por completo la IA. Si enseñas a tu hijo a pintar pájaros, la experiencia de elegir un papel o mojar acuarela no puede replicarse. Creo que dentro de diez años la experiencia analógica seguirá siendo muy importante. Cuando das un taller, vas desplegando una serie de conocimientos, de forma relajada, que tienen que ver con las herramientas que usas, los tipos de pinceles, de papeles, de acuarelas, hablas sobre la observación, la composición... Me he fijado en que mucha de la información que das en esos talleres para lo que realmente sirve es para que mucha gente que está bloqueada creativamente se desbloquee. Y eso ni te lo puede hacer una IA, ni lo puede experimentar.

-Sin embargo si se generalizan las IA capaces de diseñar proyectos gráficos aunque sean burdos, a través de las cuales alguien puede ilustrar su libro o decorar su pared sin necesidad de tener ni idea de arte, los precios pueden descender abruptamente.

-Es algo que no me preocupa ni me obsesiona. Forma parte de la evolución que sigue el mercado, que siempre fluctúa. Tras la pandemia hubo una especie de explosión en la venta de arte, quizá motivada por las ganas que teníamos de volver a la luz, o por el dinero que no se pudo gastar. Y ahora se vive un nuevo retroceso y vuelve a costar muchísimo vender un cuadro, como si la gente volviera a estar alicaída. Yo he luchado mucho contra las láminas de Ikea que la gente cuelga de sus paredes vendiendo obras muy baratas, pero contra la incertidumbre que siempre existe en el mercado hay poco que hacer.

El último libro de la Serie de Literatura Miguel Artigas se presenta el día 23

Uno de los últimos proyectos de ilustración de Carlos Pardos consiste en una serie de ilustraciones sobre etnografía que aparecen en los libros de la Serie de Literatura Miguel Artigas, editados por el Centro de Estudios del Jiloca y que esta institución presentará el próximo 23 de septiembre (19 horas), en la Casa de Cultura de Monreal del Campo, con motivo del concurso literario Miguel Artigas.

El libro recopila de forma bianual los relatos seleccionados del concurso, y aparece ilustrado aunque no se trata de ilustraciones que aludan al contenido de los propios relatos. “Cuando me propusieron ilustrar con imágenes etnográficas me pareció muy bien, porque estaba trabajando en caliente el tema de los movimientos de población o el éxodo rural, algunos de los temas sobre los que hablo en la exposición Éxodo. Algunos de los bocetos que empecé a hacer a plumilla incluso han terminado formando parte de esta exposición”, explica el artista.

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