Martínez-Forega recupera "Los poetas malditos" de Verlaine
La edición del escritor afincado en Alcañiz incluye anotaciones que contextualizan el textoManuel Martínez-Forega, poeta y ensayista afincado en Alcañiz, publica nuevo libro. Se trata de la edición y traducción de Los poetas malditos de Paul Verlaine, con nuevas anotaciones que contextualizan aspectos históricos y referencias formales del texto, fijando en nuestro idioma uno de los libros más importantes e influyentes desde su publicación original.
Los poetas malditos está considerada como la primera antología de la poesía moderna. Reúne una serie de ensayos en los que Paul Verlaine, renombrado poeta precursor del simbolismo, comenta la vida y obra de cinco autores coetáneos, con quienes llegó a tener estrecha relación: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore y Villiers de l’Isle-Adam, todos ellos personajes destacados de la bohemia parisina del siglo XIX.
En sus artículos, Verlaine, presente también en la antología bajo el pseudónimo de Pauvre Lelian, muestra con agudeza, sensibilidad y, sobre todo, conocimiento de causa cómo el brillo de estos autores en el ámbito artístico fue también el motivo de su perdición en lo social y lo personal.
También Verlaine hace una recopilación de los trabajos más representativos de los poetas, e incluye una breve introducción donde los presenta. “Lo que hace es esclarecer qué tipo de poesía hacen, qué estética presentan y el valor que él ven en cada uno de ellos”, manifiesta el ensayista y poeta.
Paul Verlaine
Explica Martínez-Forega la posición de censura de Verlaine dentro de la estética tardo-romántica por la crítica del régimen anterior y, “sobre todo”, del realismo imperante: “A veces eran muy críticos con estos poetas jóvenes, entonces lo que hace Verlaine es coger toda esa crítica que circula alrededor de la nueva poesía y va decantando la necesidad de que se escriba de otro modo”.
De esta manera, el poeta muestra avances de lo que luego serán las vanguardias interbélicas con el uso en sus obras de neologismos o cierto dislocamiento en el ritmo del poema, que inspirarán a las vanguardias posbélicas del siglo XX.
No era tampoco de extrañar el uso de estos recursos en un periodo en el que confluyeron distintas corrientes, aunque con pocos matices de diferencia y muchos de unión, como el simbolismo, el decadentismo o el parnasianismo.
Nueva poesía
Asegura Martínez-Forega que según la historiografía de la estética literaria y de la estética poética, Los poetas malditos se sitúa en “esa etapa del simbolismo, en la distinción entre tradición y modernidad”. “La modernidad empieza con estos autores franceses que desde mitad del siglo XIX, hasta finales, establecen unos criterios de abordaje de la poesía de forma más moderna, sobre todo muy anclada en lo que es la poesía urbana y el vivir en la ciudad”, continúa.
Para el poeta y ensayista, Charles Baudelaire fue el primero en comenzar en este tipo de poesía, aunque a su alrededor había otros también muy importantes, que se recogen en esta antología. Destaca Martínez-Forega además, la inclusión en Los poetas malditos de Marceline Desbordes-Valmore, una mujer en un mundo de hombres, “que le da un toque singular a la antología.
Los seis escritores que aparecen en la obra, incluido el propio Verlaine avanzaron lo que sería la bohemia parisina y el modernismo de finales del siglo XIX. “Diríamos que el modernismo se situa de forma histórica en 1898, y estos avanzan cierta actitud vital frente a la escritura”, relata Martínez-Forega.
Eran todos de procedencia burguesa, con buena educación impartida en buenos colegios y con cultura no alcance de todos en aquella época. Sin embargo, decidieron vivir por su cuenta. “En el caso de Verlaine lo que sucede es que malvive, su vida era disipada, siempre en tabernas bebiendo alcohol y tomando drogas”, recuerda el poeta y ensayista.
De hecho, añade, esa vida disipada le llevó a estar en la cárcel, “donde reflexionó sobre la paradoja vital y decidió convertirse al catolicismo”. A partir de entonces, sus poemas cobraron un nuevo estilo, empezaron a ser panegíricos y apologías sobre la iconografía y sobre el sentir y el espíritu católico imperante en él.
No solo él vivió una vida desenfrenada, también Rimbaud, con quien mantuvo un idilio amoroso, se dedicó al comercio, en ocasiones ilícito, y al intercambio de productos. Mallarmé y Villiers, sin embargo, siguieron con su buen estatus.