‘Lo eterno’, de Ramón Boter, se suma al Jardín de la Alegría de Cedrillas
El parque escultórico cuenta ya con cinco esculturas de gran tamaño de diferentes autores
El artista catalán afincado el Teruel Ramón Boter firma la escultura Lo eterno, quinta pieza instalada en el parque escultórico El Jardín de la Alegría, de Cedrillas, y que en opinión de su impulsor, Gene Martín, “de algún modo lo completa, le da carta de naturaleza y solera”. Aunque el parque “seguirá creciendo en el futuro”, según Martín, “ya se acerca al concepto de parque escultórico terminado que estábamos buscando”.
Lo eterno es la segunda escultura instalada por Ramón Boter en El Jardín de la Alegría, después de Equus, y responde a un encargo del propio Gene Martín que representa una persona meditando, “con todo lo que conlleva la meditación, en cuanto a la búsqueda de ti mismo, el distanciamiento de las espectativas y del personaje que te crees en la vida”, explica su autor.
Se trata de una figura antropomorfa en posición del loto de color azul, de gran tamaño -más de tres metros contando el pedestal, por dos metros de ancho-, realizado con la técnica característica de Boter, con alambre metálico entretejido. El autor emplea tiras de tela metálica dobladas y moldeadas, cosidas entre sí a base de entrelazar los alambres con alicate y cortadas con radial cuando es necesario.
Es una técnica que se puede ver en algunos de los volúmenes que tiene Boter en Teruel, como Maternidad o una escultura dedicada a los Amantes que puede verse en el Jardín de San Pedro.
Pese a su formación como pintor, durante los últimos años Boter trabaja cada vez más con los volúmenes, y desarrolló una técnica propia producto de ir buscando e investigando. “Llevo pintando desde los 15 años pero me atrae la escultura desde que un me inició en ella en la Escuela de Arte de Barcelona un socio”, explica Boter. “No tenía técnica para la soldadura ni para esculpir piedra, así que se ocurrió hacer escultura con cemento’. Boter comenzó a hacer las mallas metálicas para rellenarlas de cemento y encofrarlo, “pero al poco tiempo me di cuenta de que esa malla era, en muchos casos, mucho más expresiva que el propio cemento”, por lo que comenzó a dejar algunas partes al descubierto hasta que decidió suprimir por completo el rellenado.
Integración
Lo eterno se integra a la perfección en el Jardín de la Alegría, tanto en lo estético con lo conceptual, aunque tanto Boter como Martín aseguran que no ha sido un elemento buscado. “El objetivo es que cada escultura destaque por sí misma, que no respondan a una línea común que les de homogeneidad”, explica el primero, mientras que para el segundo “es más importante que las obras dialoguen entre ellas, con armonía de conjunto y elementos comunes, como el color, el vacío o el material metálico, pero un estilo y peculiaridades propias para cada obra”.
Como es fácil deducir de su nombre, el concepto del Jardín de la Alegría de Cedrillas tiene que ver con una armonía derivada de la paz, de la felicidad, alejada de estridencias, de oscurantismos o de reflexiones complejas que vayan más allá del simple regocijo de los sentidos a través del placer estético y la idea del amor, uno de los elementos sobre los que Gene Martín se vuelca con mayor afán en su vertiente creativa.
Un concepto que casa perfectamente con el proceso creativo de Ramón Boter y que, por tanto, lo adquiere su obra antes incluso de colocarse en el antiguo bancal agrícola de los Martín. “Personalmente me resulta más fácil esculpir de este modo que pintar”, asegura Boter. “Requiere su minuciosidad, desde luego, y hay que ser cuidadoso y paciente porque es un trabajo lento. Pero gracias a eso a medida que lo vas desarrollando vas pensando mucho en la idea que te inspira, y las vas evolucionando a medida que el trabajo se completa. La pintura es mucho más estresante porque es inmediata, tienes un tiempo mucho más limitado para trabajar y revisar la idea intelectual que hay detrás de un cuadro mientras lo realizas”.
De hecho con la escultura Ramón Boter puede volcarse más en el hecho creativo, disfrutándolo más intensamente y prescindiendo de procesos previos en los que la obra de arte prácticamente finaliza sin haber comenzado a materializarse. “En la escultura trabajo prácticamente a pelo, sin bocetos previos. Hago algún dibujo muy sencillo, y con cinta de pintor hago figuras en la pared de mi estudio para hacerme una idea de los volúmenes, pero nada elaborado. Y cuando empiezo a entretejer el alambre es cuando voy decidiendo el aspecto definitivo de la obra, que muchas veces va cambiando a medida que avanza”.
Esa filosofía alcanza incluso al propio parque escultórico, que en opinión de Gene Martín también cobra vida propia a medida que se desarrolla al margen de los planteamientos iniciales: “El resultado me está sorprendiendo mucho. Hace tiempo había planificado un proyecto muy estructurado, pero poco a poco va ganando peso la improvisación. Y creo que el Jardín de la Alegría me gusta más ahora que como lo tenía hace unos años en la cabeza”.
Pintor-escultor
Tras esta nueva pieza escultórica instalada en Cedrillas, los orígenes de Ramón Boter, nacido en el barrio barcelonés de L’Horta y afincado en Teruel desde hace casi una década, empiezan a desdibujarse no solo en lo geográfico sino también en lo artístico. “Yo diría que soy mucho más global ahora, y cuando me preguntan digo que soy pintor-escultor”, admite. “Llevo pintando desde los quince años, y sigo haciéndolo todos los días en ocasiones por placer y en ocasiones por encargo, pero curiosamente en Teruel, donde llevo viviendo ocho años, lo que mejor me ha funcionado y por lo que más se me conoce es por la escultura”.
Boter, que trabaja en estrecha colaboración con Gene Martín durante los últimos años, será además coautor de la próxima escultura proyectada para El Jardín de la Alegría, un cadaver exquisito -recibe ese nombre las novelas u obras de arte en las que varios artistas diferentes hacen una parte de la misma-, en la que él creará una estructura de alambre y Lucía Villarroya la completará con cerámica basada en diseños de Gene Martín basados en flores.
En un principio esa obra iba a ser una colaboración entre seis artistas, cada uno de los cuales realizaría una de las partes de un cuerpo humano. “Pero la covid lo complicó todo y finalmente hemos decidido hacer esta colaboración entre tres personas”, explica Gene Martín, que estima que probablemente estará instalada para el año que viene. “Esa escultura y quizá otra más serán las que quepan bien en el parque, que está ahora más acotado. Plantaremos lavanda o manzanilla, pondremos más bancos y árboles, y de algún modo podrá considerarse terminado. Aunque si más adelante se piensa en crecer podremos hacerlo, porque realmente espacio sigue habiendo”.
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