Lítica: lo que las piedras nos cuentan
Javier Magallón y Pilar Catalán publicarán a finales de año una guía a caballo entre lo turístico, lo geológico y lo antropológicoEn una provincia como Teruel, cuajada de amplias extensiones de territorio con bajas densidades de población y donde la mano del hombre se deja notar poco o nada, la naturaleza juega un papel fundamental a la hora de conformar los imaginarios populares que describen a sus habitantes.
Árboles, ríos o fauna son en muchos casos los depositarios de la historia no escrita de los pueblos, en forma de leyendas o chascarrillos, pero también los barrancos, los cabezos, los promontorios o el accidente geológico más básico que existe, la roca.
A ellas se dedicará Lítica. Cien piedras singulares de la provincia de Teruel, un proyecto editorial de los turolense Javier Magallón y Pilar Catalán que la editorial aragonesa Prames quiere publicar a finales del presente año. A ellas y a las historias que existen en torno a cien piedras peculiares y significativas, por las razones que sean, que se extienden por todo el territorio. Los humanos ponemos nombre e inventamos historias sobre las piedras. Pero esas historias, al final, no explican la existencia y la apariencia de las piedras, sino la de nosotros mismos.
Pilar Catalán es antropóloga y directora de enfermería del Hospital Obispo Polanco y Javier Magallón arquitecto, gerente de la constructra Atyco y un apasionado de la montaña y la naturaleza. Durante 2016 publicó juntó a Luis Torrijo la obra 100 puntas inaccesibles de Teruel, un compendio de otras tantas formaciones rocosas a las que no puede llegarse de ninguna forma excepto practicando la escalada, con información técnica sobre cómo llegar a ellas –en ocasiones están en parajes poco conocidos– y como afrontar su ascenso.
A raíz de ese proyecto surgió este otro. “Cuando escalábamos esas puntas para documentarlas descubrimos que muchas de ellas tenían historias y leyendas en torno a ellas, o aspectos que las convertían en especiales. Y, hablando con los habitantes de cada pueblo, también supimos que en muchísimos lugares guardan referencias sobre piedras por su aspecto o por alguna particularidad”.
Casi sin darse cuenta Magallón llegó a hacer un catálogo de cerca de 80 de piedras peculiares, desde algunas ampliamente conocidas, como la Piedra del Sapo de Alcalá de la Selva, a otras que no lo son tanto. Y poniéndolo en común con Pilar Catalán, enfermera de profesión pero antropóloga de formación, se decidieron a completar el catálogo buscando una cifra redonda, cien en este caso, y lanzarse al proyecto editorial. “Nos gustan las piedras”, reconoce Catalán. “Además del valor anecdótico que tienen algunas por sus extrañas formas, algunas humanas o animales, tienen mucho valor histórico y social, ya que las historias que te cuentan en los pueblos sobre esas rocas a menudo te describen aspectos sobre cómo son las personas que habitan ese lugar”.
Las 100 piedras estarán agrupadas en el libro que saldrá a finales de año según una tipología en función de la característica que la convierte en especial; tradiciones y leyendas, ritos populares, ritos funerarios, formas, lugares mágicos, naturaleza, lugares de sacrificio, religión, hitos (geográficos) y arte rupestre. Los dos turolenses han utilizado diferentes fuentes para documentarse, aunque la más rica ha sido los testimonios orales de los vecinos de cada pueblo.
Para todos los gustos
Entre las cien historias pétreas que estarán incluidas en el libro, las hay para todos los gustos. Una de las que llamó la atención de Magallón y Catalán fue la del Venerable de Loscos. En esa localidad se recuerdan numerosas leyendas sobre Fray Domingo Anadón, dominico nacido allí en el siglo XVI. Se dice que el Venerable Anadón utilizaba una piedra de unos 250 kg para apoyar el pie mientras se calzaba, y en una ocasión, para probar su fama de santo, unos vecinos ocultaron un papel bajo la piedra.
Cuando Fray Domingo Anadón apoyó su pie a la mañana siguiente, pronunció una copla que casi todos en Loscos conocen: “O la tierra se ha elevado / o el cielo se ha bajado / pero la piedra no está / como yo la he dejado”.
También está relacionada con la Iglesia, en su versión más apocalíptica, la Piedra del Fin del Mundo de Alcañiz, un impresionante fragmento de roca desgajado de la plataforma sobre la que se asienta la ermita de la Encarnación, y que aguanta en precario equilibrio. Vicente Ferrer residió en la ciudad a comienzos del siglo XV y aseguraba que el apocalipsis estaba cercano. Tanto, que decía que el día que esa piedra se desprenda y ruede por la ladera, se acabará el mundo. Para el que coja debajo, desde luego, así será.
Pero para equilibrio precario el de la Piedra de Lo Imposible, en El Villarejo. Su nombre no hace referencia a la película de J. A. Bayona, sino a lo insólito de su aparente fragilidad. Se trata de un enorme peñasco, de unos 6 metros de alto, unido al suelo por un estrecho apoyo modelado por la erosión. Uno tiene la sensación que un simple pájaro posando sería capaz de romper el equilibrio y hacerla rodar ladera abajo.
Las cien piedras se distribuyen homogéneamente por toda la provincia. Según Magallón, “el Matarranya está lleno de piedras que tienen leyendas mágicas detrás, pero en otras zonas abundan las que son curiosas por sus formas, o por otros motivos”.
Así que otro de los objetivos que persigue la obra es promocionar un turismo activo por toda la provincia. “Hay pueblos que esconden rincones maravillosos que merece la pena visitar. Nosotros queremos hacer que ver una roca peculiar sea la excusa para hacerlo”, sostiene Magallón.
De hecho el formato de las páginas de Litica. Piedras singulares de la provincia de Teruel, responderá a esa función. Cada roca irá acompañada de una fotografía tomada por Catalán o Magallón, un texto explicando la historia, leyenda o motivo que explica su singularidad, y datos que permitan localizarla y acceder a ella, en ocasiones a pie y otras en automóvil, para conocerla.
La obra también incluirá una conclusión global sobre aspectos antropológicos derivados del trabajo. “Nos interesa mucho los nombres que se les ponen a las piedras”, explican Pilar Catalán y Javier Magallón. “En los pueblos se le pone nombre a casi todo, porque cuando algo tiene nombre adquiere existencia. Ese hecho, el nombre que se elige para cada cosa o la transformación que va sufriendo a lo largo del tiempo son cosas que nos permiten saber mucho sobre la gente”.