Leticia Feduchi protagoniza la próxima exposición temporal de pintura en Cretas
La madrileña inaugura la muestra en la Fundación Germán López y Marián Sanz el 13 de julio“La obra de Leticia Feduchi (Madrid, 1961) no es una excepción en la difícil tarea de encorsetar a un artista en un estilo. Su trayectoria está indudablemente adscrita a la figuración y, aunque aparentemente representa la realidad, su obra es el resultado de una investigación atenta a lo que capta su mirada para acabar plasmando la duda y el misterio”. Así se expresa el coleccionista y comisario de arte Germán López a propósito de la pintora afincada en Barcelona, que desde el 13 de julio y durante todo el verano expondrá algunas de sus pinturas más recientes en la Fundación Germán López y Marián Sanz de Arte Español Contemporáneo de los 80, en Cretas.
De la sala turolense colgará una parte de la extensa obra pictórica que ha realizado durante los últimos cuatro años. Aunque Feduchi destaca también como retratista o paisajista, los temas que predominan en estos lienzos son naturalezas muertas; piedras, telas, troncos secos, hojas o flores. Objetos que habitualmente están condenados a un lugar secundario de las composiciones, equilibrando los encuadres o rellenando fondos, pero que los pinceles de Feduchi les otorgan un lugar en los primeros planos. Con esta estrategia consigue dar el verdadero protagonismo de la obra al color, el principal aliado de su lenguaje artístico. Y el efecto lo refuerza descontextualizando los motivos pintados, bien sobre un fondo blanco o de color neutro, casi como si de un chroma se tratara, o con un simple trazo que define un horizonte separando dos tonos claros, en la mayor parte de los casos. “Dicho de otra manera, la pintura es para ella el objetivo y lo representado, el pretexto”, asegura Germán López.
Feduchi afirma que las herramientas del oficio se las debe a Xavier Serra de Rivera, maestro de la Escola Eina de Barcelona donde nació como pintora antes de completar su formación en el Instituto per l’Arte e il Restauro de Florencia, en el Círculo de Bellas Artes y en la Academia Amadeo Roca de Madrid. También le debe a Francesc Artigau y a Antonio López, aunque no le faltan antecedentes artísticos entre su propia familia. Feduchi es biznieta del pintor valenciano Blas Benlliure, hijo a su vez de otro pintor, Juan Antonio Benlliure, e injustamente olvidado de las antologías del arte español a caballo entre el XIX y el XX, a la sombra quizá del genio de sus hermanos, el escultor Mariano Benlliure y los también pintores José y Juan Antonio.
De Caravaggio o Velázquez toma el perfecto manejo de la luz, que la pintora moldea a su gusto para crear atmósferas que resalten los motivos y para ofrecer las sensaciones que las texturas de las telas, las rocas o los troncos despiertan en su sensibilidad artística. También en su obra de retrato explota esta habilidad, creando suaves y sugerentes triángulos de Rembrandt que potencian la expresividad de los rostros.
Entre sus numerosas referencias intelectuales y no solo pictóricas, es bien conocida la admiración de Feduchi por la poeta polaca Wislawa Szymborska (1923-2012), Nobel de literatura en 1996 y de quien ha tomado, entre otras cosas, la cercanía con el público, la pasión por lo cotidiano y la capacidad de convertir en arte lo sencillo y hasta lo rutinario. Sujetos a través de los cuales la pintura refleja la luz y expresa el color para hablar, a través de la contemporaneidad, de temas tan clásicos como la caducidad de las cosas o la fugacidad del tiempo.
Catalizador de concepciones
Como un recipiente en el que han macerado convenientemente elementos dispares procedentes del clasicismo pictórico, la contemporaneidad y las vanguardias, Leticia Feduchi ha sido capaz de catalizarlos para refundar un estilo y un camino propio y bien reconocible. El conocimiento de la pintura clásica, que ya le había proporcionado un entorno familiar de artistas y arquitectos, el descubrimiento y su admiración por pintores de la Escuela de Londres como Bacon o Freud y su afinidad a algunos postulados vanguardistas, la han situado en una inmejorable posición como pintora sincrética. Lo explica el comisario de la exposición en Cretas, Germán López, citando a una de las comisarias de arte más importantes que ha tenido nuestro país: “Feduchi supo pronto, como muy acertadamente señaló Rosa Queralt, que no existía incompatibilidad entre historia y modernidad, que una forma contemporánea de realismo era perfectamente asumible”.
Esa actitud ante la pintura hace que maneje bien varios lenguajes pictóricos, siempre otorgando ese protagonismo ya apuntado al color, a través de un reflexivo uso de la luz. Le sobra técnica para que en lo formal sus motivos puedan adquirir una presencia casi fotorrealista, y a renglón seguido puede coquetear con el impresionismo de colores entremezclados y bordes desdibujados. También en ocasiones trazos desdibujados parecen bosquejar los contornos de las figuras, como si de apuntes acelerados a base de lápiz de grafito se tratara, como aproximación a la pintura final. De nuevo lo representado y la forma de hacerlo es un pretexto que conduce a la pintura como sujeto realmente protagonista.
Larga trayectoria
Leticia Feduchi ha afirmado que “nunca había tenido el privilegio y, a la vez, el reto, de exponer en una Fundación cuya magnífica colección permanente muestra la generación española de los años 80 del siglo pasado”, en referencia a la Germán López y Marián Sanz cuya sala de exposiciones puede visitarse en Cretas. Y eso que la obra de esta madrileña afincada en Barcelona tiene un largo historial de exposiciones individuales, que arrancó en 1981 en la Escuela Eina de Barcelona, y ha pasado por prácticamente todas las salas de importancia en la Ciudad Condal, la Galería Juan Gris de Madrid, varios centros en Mallorca o la Galería Martine Namy-Caulier de París.
Entre sus principales premios, destaca la Beca de Pintura de la Fundació Güell (1984) por ser la primera, el Premio de la Fundació Enciclopedia Catalana y varias publicaciones con grabado, como Nocturno (1988) junto a Álvaro Mutis y Yamamoto o Lentos Paseos (1989) con textos de Miguel Escobar.