Haurin, Ana, Eusebia, Rosario, Blanca, Kobab… Han sido violadas (algunas por centenares de hombres), mutiladas, torturadas, esclavizadas o casadas por la fuerza con hombres treinta o cincuenta años mayores. Y a pesar del dolor, del sufrimiento inconcebible, su mirada no es de odio. Sus ojos expresan confianza, porque quien está enfrente no empuña un arma, sino una cámara fotográfica cuyo sonido, al “dispararla”, comunica complicidad y compromiso. Lo que más impresiona de la exposición del fotoperiodista Gervasio Sánchez en el Museo de Teruel (abierta hasta el 3 de mayo) es que ellas miran sin temor; de frente y con una mirada directa, pero diría que incluso intentan mostrar una expresión amable, porque el “disparo” del fotoperiodista no duele y suena diferente a todo lo que han escuchado.
Violencias contra las mujeres en conflictos internacionales. Es el título de la exposición que acoge el Museo de Teruel, que fue inaugurada el pasado 4 de marzo y estará abierta hasta el 3 de mayo en una iniciativa conjunta con el Instituto Aragonés de la Mujer. Son 40 fotografías de Gervasio Sánchez, uno de los grandes fotoperiodistas españoles. Todas las imágenes acompañadas de sus correspondientes historias, que se narran al lado de cada retrato. Estos días he visto la cara de asombro de chavales de los institutos turolenses al leer lo que se explica en las cartelas. No daban crédito al saber que Shamila, una joven afgana de 13 años fue casada por su padrastro con un hombre de 45, con el que tuvo cuatro hijas en diez años. Y su asombro se desborda cuando Gervasio les explica los abrumadores índices de suicidio entre las mujeres afganas, que alcanzan su pico coincidiendo con el principio del curso escolar, cuando muchas niñas y jóvenes se quitan la vida al comprender que no podrán seguir estudiando porque, en lugar de ello, las van a casar a la fuerza.
Hay muchos méritos, y su trayectoria ha sido premiada internacionalmente, por lo que la labor de Gervasio Sánchez puede ser presentada y reconocida en muchas vertientes. Una de las más notables es que no se limita a exponer sus fotos, sino que él mismo ha escrito los textos con esas vivencias y, además, durante esta semana, ha dedicado días enteros a acompañar y guiar a los visitantes, contando y explicando en persona historias de vida que dan para centenares de libros.
El día de la inauguración, Gervasio Sánchez mencionó que Teruel era un buen lugar para esta exposición única. Le unen vínculos personales, pero realmente estaba evocando el pasado de guerra vivido por esta provincia. Instintivamente, pensé que Robert Capa había vuelto 83 años después de inmortalizar con sus fotos legendarias la Batalla de Teruel. Sé que a Gervasio no le emociona que le comparen con Capa, pero si hay a alguien que se le parece actualmente, es él. Además del impacto de las historias que muestran, sus fotos son, en la mayoría de los casos, de antes de las facilidades de la era digital. Diapositivas en color y negativos (algunos en blanco y negro) que han sido escaneados, pero que como en los tiempos de Robert Capa fue necesario revelar. Hablamos de 40 años fotografiando guerras y conflictos internacionales.
Otro paralelismo fundamental entre ambos fotoperiodistas es el compromiso hacia las víctimas de los conflictos armados. En estos cuatro decenios, Gervasio no se ha limitado a difundir sus imágenes, sino que ha forjado tal apego con las víctimas (también muchos hombres) que ha necesitado regresar, y lo sigue haciendo en la actualidad, para interesarse por ellas y ayudarlas a salir hacia delante. Y es necesario decir que ese apego hacia la gente tiene como contrapunto su absoluto desapego hacia los círculos de poder. Quienes han asistido a sus eventos y conferencias conocen perfectamente que sus críticas se centran en los hechos y no en los colores políticos, con duras y justificadas acusaciones tanto a gobiernos de derecha como de izquierda. Una de las cosas que más le duele es que España, con el consentimiento de sus gobiernos, haya exportado armamento desde hace décadas. Durante sus charlas guiadas ha acreditado estos días su objetividad al exponer hechos poco conocidos sobre la Segunda Guerra Mundial, como los cientos de miles de mujeres alemanas que fueron violadas por los aliados. De todos son conocidas las atrocidades de Hitler y el Tercer Reich, pero no tanto las de los soldados “buenos” de los países aliados cuando entraron en Alemania.
La contundencia de Gervasio Sánchez en estas críticas se suaviza en su mirada fotográfica. Sus obras, pese a la dureza, invitan a aproximarnos más para apreciar los detalles. Una especialmente sugestiva es la de Hawa, de 13 años, una ex niña soldado de Sierra Leona. También mira con confianza a Gervasio desde la puerta del piso tutelado al que fue a vivir tras dejar las armas. A su lado, proyectada sobre la pared, aparece la sombra de otra mujer con su cesto en la cabeza. Una escena increíble, como todas las que acompañan estas 40 historias del mundo, ese que está a la vuelta de la esquina, un poco más allá de la puerta de nuestro bienestar.
Teruel y su museo provincial son el lugar idóneo para esta exposición. Ninguna otra ciudad española sufrió más en la Guerra Civil, y como bien recuerda el autor de las fotos, aquí también hubo violaciones. Como en otros lugares con conflictos armados, las mujeres sufrieron de forma especial la violencia. Kati Horna, una de las pioneras del fotoperiodismo, reflejó muy bien en las calles y caminos de Teruel la tragedia de la guerra, y se fijó en ellas; en la vulnerabilidad de las niñas, madres y abuelas.
Los turolenses, y quienes visiten la ciudad en los dos próximos meses, tienen una cita en el museo provincial. No puede servir de excusa la falta de tiempo, porque la exposición de Gervasio Sánchez estará abierta hasta el 3 de mayo. Ellas miran de frente a su cámara, demostrando lo que él mismo dijo hace tiempo: que la dignidad tiene nombre de mujer. No podemos mirar hacia otro lado.