La sala de exposiciones de Alcañiz muestra sueños que son cuadros de Álvaro Lombarte
Laberintos, hombres vacíos, acróbatas, gritos y embudos recorren las 60 obras seleccionadasLa sala de exposiciones de Alcañiz acoge hasta el 24 de septiembre una selección de 60 pinturas del artista local Álvaro Lombarte bajo el título Analizando sueños: el sino, la estética y sus opuestos. Se trata de una colección de obras realizadas a partir de 2017, distribuidas en cuatro grandes espacios y agrupadas por diferentes temáticas que componen su universo creativo. Lo protagonizan los hombres vacíos, los laberintos y superposiciones que generan cruces temporales, los embudos por los que tragamos en múltiples facetas de la existencia, la resistencia femenina o el mundo del circo.
“El principal objetivo de mi trabajo es mostrar obras verdaderas. Creo que un artista debe estar en continua evolución”, indicó el sábado Lombarte, que no aspira consolidar estilo para no encasillarse, pues él quiere “pintar series de cuadros” y no “cuadros en serie”.
Con esta exposición, la ciudad de Alcañiz “quiere rendir homenaje a la trayectoria artística de Álvaro Lombarte”, explicó el concejal delegado de Cultura, Javier Climent, quien invitó a contemplar los últimos trabajos del pintor, “una explosión de creatividad de la que el espectador no quedará indiferente”.
Y es que “en la figura de Álvaro confluye la fuerza de aquellos artistas alcañizanos que le precedieron y que fueron los impulsores de un legado cultural que todavía pervive”, valoró el edil, que subrayó el hueco que Lombarte ha logrado hacerse “en el panorama artístico, convirtiéndose en un referente dentro y fuera de nuestro territorio”.
Laberintos ¿con salida?
El crítico de arte Alejandro Ratia ayuda a entender los cuadros en el esmerado catálogo de la exposición. En primer lugar, define el trabajo de Lombarte como “consagración de la alteridad”, es decir, una “excepción” que decide que “la dictadura de la normalidad sea asunto de su obra” pictórica, “tal vez el más transversal”, junto a “figuraciones muy directas”. “A lo largo de todo su trabajo alertará sobre los peligros de lo trivial, sobre los abismos de lo cotidiano, y reiterará un llamamiento a ver lo que no se ve, con una exigencia constante de segundas y aun de terceras miradas, con una reivindicación de la otredad, de una libertad que personificará, por fin, en los acróbatas”, resume.
Los laberintos
Los laberintos son uno de los leitmotivs de Lombarte. Su “finitud no es necesariamente consoladora, pues lo que se extiende fuera es un desierto infinito –alerta el crítico–. El laberinto más arduo”.
Las obras añaden superposiciones, como Tapiz del siglo XXI, un acrílico de 2021 en el que se dibuja un laberinto en perspectiva caballera. En el suelo del mismo se dibuja una batalla de guerreros clásicos, pero los muros abren “una insólita ventana a otra escena de violencia, esta vez pintada, modelada, coloreada, que nos trae el tiempo actual, a un enfrentamiento entre manifestantes y antidisturbios”.
De esta forma, se cuentan dos historias, dos tiempos, a través de sendos modos diferentes de resolución plástica para que no se confundan.
La clave es la perspectiva
“En este y en otros casos, la revelación de la verdad, de la trama oculta, viene dada por la perspectiva, invitándonos a pensar que nuestra mirada nunca debe ser estática. El mismo laberinto, visto desde arriba, sin inclinación, sólo mostraría el dibujo antiguo, la historia legendaria. Eclipsaría la realidad”, reflexiona Ratia en el catálogo.
En La historia se repite. Lucha de clases también se reproduce la combinación temporal. De nuevo los antidisturbios policiales modernos, reprimiendo a héroes clásicos. Un tercer caso de cruce temporal lo aporta un cuadro con milicianos de la Guerra Civil y una bandera roja pintado durante la guerra civil, seguramente por un militante comunista. “El artista del siglo XXI –Lombarte, claro está– gira esta escena 90 grados y superpone un dibujo a modo de celosía, con dos de los motivos que son marca de la casa: el grito y el embudo”.
Otro de los asuntos que reitera Lombarte en su obra, explica Ratia, es “el del hombre hueco, hombre peladura u hombre de aire”. También conocido como “hombre vendado”, éste se objetualiza, convertido en una especie de peonza o en poste dispuesto a ser fijado. “Se invita a la mirada a convertirse en martillo. No obstante, a semejante ser le pueden aparecer alas de repente, revelando su condición angélica. Bien es verdad que puede tratarse de uno de aquellos ángeles de Win Wenders y Peter Handke, en El cielo sobre Berlín, tentados a planear hasta el suelo desde las cornisas, y a hacerse visibles a costa de sus alas. Todo tiene sus matices, sin embargo”.
“Llama la atención que, en su versión femenina, un personaje al que Lombarte observa desde arriba cruce los brazos y adopte una actitud de resistencia. Los personajes masculinos parecen ensimismados, o dispuestos para el sacrificio; los femeninos, dispuestos a comerse el mundo. Puede leerse claramente que el futuro será de las mujeres”.
Serigrafías y embudos
Lombarte destaca también por sus numerosas serigrafías, un recurso técnico que “se convierte en máquina de fabricar motivos, de escribir (podría decirse que de tatuar) sobre las imágenes”, indica el crítico. “Podemos dejar de pensar que se trata de un pintor figurativo y darnos cuenta de que se trata de un pintor abstracto o jeroglífico, pero que utiliza iconos reconocibles como materia prima –añade–. Y también palabras. Tomemos, por ejemplo, esa pintura donde aparecen unos pies, como se suele decir, bien puestos en el suelo, pero envueltos en una nebulosa de palabras, de titulares de prensa o de internet, de los que giraban por las redes en tiempos del Covid”. Precisamente, en la época de pandemia compuso la mayoría de los cuadros que ahora expone.
“La sociedad actual está sujeta a los gustos y el interés de la mayoría; las personas están sometidas a los dictados de las modas, la moral, la religión o de las etiquetas de lo políticamente correcto”, explica Lombarte acerca de los embudos que nos hacen tragar cual botella a rellenar.
Gritos y acróbatas
“El embudo casi se ha convertido en firma del artista”, indica Ratia, que habla también de personajes mudos y otros que gritan para expresar la rabia y el no poder más. “Un alarido que se traduce en una explosión figurada. Las cosas se rompen, la mirada airada las quiebra. Incluso el paisaje se astilla. Y aparecen las costuras”.
Por último, y desde un punto de vista más positivo, aparecen “los acróbatas y saltimbanquis, la gente del circo” que “representa una clara ventana a la esperanza”, piensa el crítico.
Este asunto, que Picasso o Léger ya plasmaron en algunas de sus obras, “ahora es una cuestión muy personal para este artista, ya que tiene que ver con su hija Laura, quien se dedica a ello profesionalmente y que hace, de la flexibilidad de sus miembros, poesía”, concluye.
“Soñar es un acto creador que nos sobrepasa”
Lombarte esquiva el acomodamiento, pero “otra cosa es el estilo, esa impronta” que considera “diferente e inevitable en todo artista”, analiza el autor. “El título de esta muestra responde y condensa mis pensamientos, mis búsquedas y mis aspiraciones creativas”, continúa.
Pinto como sueño y cuando despierto, a veces, solo a veces, encuentro”, manifiesta con convicción.
“Soñar es un acto creador que nos sobrepasa y nos confronta directamente con lo sagrado. Soñando, el artista recibe la confirmación de que el rumbo en el que se encuentra es el correcto, pues solo en ese “dejar de ser” en el que nos disolvemos en el sueño, es como podemos acceder a la otra orilla” en la que “nos espera la verdad”.
De modo que en las obras de Lombarte “conviven las experiencias del soñante; lo velado y lo revelado, el adentro y el afuera, el todo y el uno”.
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