La nieta del fotógrafo Rodolfo Bellés digitaliza 18.000 negativos donde se recoge la historia de Castellote y sus barrios
Las imágenes van del año 1956 a 1970Rodolfo Bellés Palomo fue un hombre polifacético que convirtió su gran pasión, la fotografía, en una de sus múltiples profesiones –fue también zapatero, taxista, comerciante y trabajador de la Caja Rural de Teruel, entre otras–. En 1956 compró de segunda mano una cámara Brownie fabricada en 1903 –más vieja que él– y comenzó a tomar fotos y a atesorar un completo catálogo que refleja a la sociedad castellotana y todo lo que le rodeaba, desde las fiestas a las labores del campo o las obras que se hacían en el pueblo.
Tomaba las de carné que sus vecinos necesitaban para los documentos oficiales, pero también las de las bodas, bautizos y comuniones que aún cuelgan en muchas casas de Castellote. Los hechos importantes que ocurrieron en la localidad fueron a su vez captados por el objetivo de Bellés, que entre los 18.000 negativos que reunió también tenía accidentes de tráfico, unas imágenes que realizaba para las tramitaciones del seguro.
Su nieta, Sonia Olmedo Bellés, ha digitalizado todo el archivo de su abuelo, un trabajo que le ha llevado a estar muchas horas sentada delante del ordenador, pero que era necesario puesto que en esos miles de negativos, guardados durante casi tres décadas en cajas, está la historia de Castellote y muchos de sus barrios entre los años 1956 y 1970, fecha en la que dejó de tomar fotos.
Rodolfo Bellés, que llegó a Castellote desde Cantavieja junto a su mujer con solo 20 años, guardaba con celo sus negativos para preservar la intimidad de los retratados. Según cuenta su nieta, era reacio a facilitar fotografías personales incluso a los familiares directos de sus clientes. Murió hace siete años, con 80, y se llevaba las manos a la cabeza de la facilidad con la que ahora se cuelgan las fotos en las redes sociales. Su interés por aprender hizo que incluso llegara a manejar la cámara digital de su nieta, aunque ya no probó con el Photoshop, según reconoce Sonia Olmedo.
La joven comenta que la organización del material fue una tarea ardua, pues el fotógrafo tan solo tenía clasificados los negativos del año 1966 y el resto estaban totalmente mezclados. Para saber a qué pueblo correspondían la nieta del retratista ha preguntado a gente de los pueblos y se ha orientado a través de los fondos porque “siempre usaba los mismos” en cada localidad, apunta Sonia Olmedo.
Al digitalizar y tratar las fotos, ya que algunas estaban dañadas por el paso del tiempo, descubrió algunas curiosidades, como que su abuelo tomó imágenes de difuntos, una práctica común algunas décadas antes pero poco habitual en el momento en el que Bellés cogió la cámara.
Postales para su tienda
El fotógrafo tomaba panorámicas de Castellote y los municipios de alrededor y las convertía en postales que vendía en su colmado. Llegó a colorear algunas de blanco y negro y en su archivo se conservan dos imágenes en blanco y negro que fueron coloreadas con acuarela, una de Bellés y su mujer, Amparo Oliver, en la tienda, y otra es de un familiar vestido con el uniforme del servicio militar.
El retratista fue cambiando de cámara cada poco tiempo y su familia conserva todas las que compró. Las últimas ya tomaban fotos en color, aunque Sonia Olmedo comenta que algunas de las primeras imágenes a color cuentan también con versión en blanco y negro: “Supongo que lo hacía por seguridad, ya que en las de color al principio los colores era malos y la calidad no era del todo nítida, no corría el riesgo de que no saliera bien la foto”, matiza.
La nieta del fotógrafo es consciente del valor antropológico de los 18.000 negativos que atesoró su abuelo y que ella conserva como oro en paño y también en formato digital para evitar sorpresas. Indica que en su momento se planteó realizar una exposición con algunas de las imágenes más representativas de Castellote y recaudar fondos, cobrando una entrada simbólica o con la venta de copias, para contribuir a recuperar el patrimonio de la localidad, pero esa idea se ha enfriado y, por ahora, las imágenes de Bellés seguirán, al igual que estuvieron mientras él vivió, a salvo de los curiosos. Sonia Olmedo recuerda que su abuelo estuvo a punto de prender fuego a todo su archivo, que se salvó por la insistencia de sus hijos. Lo que no lograron salvar fue algunas de las copias en papel que había hecho, que acabaron en la hoguera.
Exposición en Cuevas
Además de hacer fotos y revelarlas en su estudio, el camarógrafo viajaba por los pueblos para hacer retratos de carné y captar estampas familiares. Algunas de esas tomas digitalizadas por Olmedio fueron cedidas a la Asociación El Morrón, de Cuevas de Cañart, que puso en marcha el proyecto Foto por Historia. Así, realizó un montaje con música para exhibir en el Trinquete de la localidad entre 150 y 200 fotos durante la semana cultural e imprimió algunos de los retratos, todos ellos captados en los años 60. A los familiares de los fotografiados les daban una copia de la imagen a cambio de que contaran una historia o anécdota sobre esas persona. “Ha sido muy bonito porque la gente se emocionaba”, argumenta Alberto Salesa, que es el presidente de El Morrón.
Con las historias recopiladas quieren montar una nueva muestra en la que junto a los retratos haya un código QR que conecte un archivo de audio en el que los propios familiares del protagonista narren algunas pinceladas de su vida.
No era la primera vez que estas imágenes de Rodolfo Bellés tomadas en Cuevas de Cañart salían a la luz puesto que en primavera la Facultad de Bellas Artes organizó un trabajo titulado La Espiritualidad y Cuevas de Cañart, en colaboración con la Comarca del Maestrazgo, y una de las alumnas, Manuela Pascual, ya trabajó sobre los retratos, pasándolos mediante el sistema transfer a planchas de madera.