La Fundación Germán López y Marián Sanz hace justicia al artista Luis Claramunt
Cretas acoge la primera exposición retrospectiva del pintor, tras su muerte, fuera de CataluñaLuis Claramunt (Barcelona, 1951-Zarauz, 2000) es uno de esos artistas a los que la etiqueta de pintor maldito, que en la mayor parte de las ocasiones resulta un lugar común, le es realmente apropiada. Principalmente por tres razones. La primera es que falleció joven, víctima de un cáncer a los 49 años, y aunque su obra tuvo tiempo de eclosionar y de convertirse en un referente para otros pintores que siguieron con interés su evolución, esta se detuvo abruptamente cuando apuntaba un nuevo ciclo de la eterna renovación que mantuvo desde los años 70. En segundo lugar el peso del personaje que encarnó Claramunt eclipsó su propia obra, como ocurre cuando la trayectoria vital de un pintor es tan intensa y atípica como su propia producción pictórica. Y en tercer lugar porque lo más granado de la obra de este payo gitano catalán se entronca en la pintura española contemporánea de los años 80, que en su día estuvieron subsumidos en ese fenómeno general que se vino a denominar la movida y que no trató con igual justicia a todos sus integrantes, y que en los últimos años ha tardado en recuperarse -aunque empieza a hacerse- en la crítica y el análisis de la pintura de la segunda mitad del siglo XX.
Para rellenar ese hueco y hacerle justicia, la Fundación Germán López y Marián Sanz, con sede en Cretas (C/ Mayor, 3), ha organizado la exposición Luis Claramunt, pinturas de los años ochenta, que se inauguró el pasado sábado y que podrá visitarse hasta mediados de septiembre, pidiendo cita previa en el teléfono 978 850 514 o en sanz.marian@gmail.com.
La exposición temporal se nutre con una pintura de los fondos propios de la Fundación Germán López y Marián Sanz (FGM), que atesora una importante colección permanente de arte español de la década de los 80, y trece pinturas más que ha cedido temporalmente la Galería Marc Domenech (GMD) de Barcelona.
Las obras expuestas están pintadas durante esa década, de forma que se integran perfectamente con el resto del discurso artístico de la FGM, y porque además es una de las épocas de mayor esplendor y diversidad en la obra de Claramunt.
Lo primero que llama la atención de su obra en esos diez años es la enorme heterogeneidad y la existencia de varias épocas bien diferenciadas en tan corto espacio de tiempo, síntoma de que “fue un auténtico autodidacta, no obedeció premisas de ninguna escuela ni del academicismo pictórico y pintó dónde y cuándo encontró la autentica libertad para expresarse”, afirma Marc Domenech.
La pintura de Claramunt arrancó en los años 70 en su Barcelona natal, con una visión más descarnada y expresionista, y poco a poco fue dirigiéndose hacia una pintura más urbana en la que retrataba los espacios marginales, oscuros y sucios de la ciudad, “lo que más frecuentaba y le interesaban”, ya que aunque Luis Claramunt nació en el seno de una familia acomodada de la burguesía catalana, pronto abandonó esos círculos y se “desclasó”, como afima Domenech, pasando a frecuentar los barrios periféricos y hacer suya la cultura gitana, con la que se identificó, “y por la que fue aceptado, algo que no era tan fácil en aquellos años”. En ese momento es cuando surge el personaje de Luis Claramunt que, como explica el galerista, “es una creación más del propio artista, que se desarrolló en paralelo a su obra, y que en muchos momentos suscitó más interés incluso que esta, por lo que sus pinturas quedaron en ocasiones eclipsadas”. Pep Antoni Roig escribió que “A Luis Claramunt, la persona, lo mató un cáncer a los 49 años. A Luis Claramunt, el artista, lo mató Luis Claramunt, el personaje, [...] que inspiró El amante bilingüe de Juan Marsé”.
Esa etapa en la que se centraba en los espacios urbanos más periféricos, desfavorecidos y sucios, en los barrios chinos y en los night clubs se mantuvo a lo largo de la década de los años 80, cuando el pintor se trasladó primero a Sevilla y después a Madrid, “con el paréntesis de Marrakech”. Como explica Marc Domenech, “Claramunt hizo un viaje a Marrakech que fue completamente inspirador, y a partir de entonces pasó cuatro meses al año junto con su compañera Teresa Lanceta”. Esa ciudad supuso un nuevo punto de inflexión en una carrera con pocos espacios para la regularidad. “Allí desarrolla su estilo más marcado y propio, con tonos terrosos y ocres, pincelada libre y un dibujo vacío que indica que pintaba muy rápido”. Era un artista caótico que pintaba apresuradamente, a veces con varios lienzos a la vez que empezaba y terminaba simultáneamente, “como si fueran varias historias en lienzos separados que después, en conjunto, formaran parte de una novela pictórica”, apunta el galerista.
Al final de su vida Luis Claramunt comienza a flirtear con la abstracción, con cuadros “menos legibles, menos literales”, define Domenech, que aunque quedan fuera del ámbito de la exposición en Cretas porque pertenecen ya a la década de los 90, no carecen de interés. “Al contrario... te hacen reflexionar sobre hacia dónde hubiera ido su obra si no hubiera fallecido tempranamente. Mirando la obra de pintores coetáneos con los que tuvo contacto y amistad, como Miquel Barceló, te da la sensación de que su evolución hubiera mantenido parámetros muy estables, pero eso es algo que nunca sabremos”.
Interés creciente
La exposición Luis Claramunt. Pinturas de los años Ochenta de Cretas es “la primera que se organiza fuera de Cataluña sobre este pintor desde que falleció”, llama la atención Marc Domenech, quien sin embargo afirma que se está recuperando el interés por su legado pictórico. “Desde luego no diría que sea un pintor popular” matiza el experto en arte contemporáneo, “pero su pintura encaja con las tendencias que se están imponiendo de nuevo en el mundo del arte. La pintura figurativa expresionista está otra vez de relieve, tras muchos años en los que ha predominado la pintura más limpia y geométrica”. Tras lo que Domenech describe como “muchos años de silencio”, el MACBA de Barcelona, la Fundación Caixa y la propia Galería Marc Domenech, entre otras instituciones, están recuperando la obra y la figura del Luis Claramunt pintor.
Y eso que Domenech afirma que “como solía suceden con los pintores malditos, tenía no pocos seguidores entre los propios pintores, como se ha comprobado cuando se ha expuesto obra suya en ARCO”. Quizá no tuvo tiempo de crear una escuela como tal, pero hubo muchos artistas que siguieron de algún modo su estela y sus formas dentro del expresionismo.
Ese interés renacido sobre un periodo pictórico español en el que está especializado la Fundación Germán López y Marián Sanz, que organiza la exposición en Cretas, es especialmente legítimo según Domenech en cuanto a que “desde el punto histórico y crítico se ha trabajado mucho para recuperar los años 50, 60 o 70 en la pintura española, pero no tanto de los 80”. “Los autores que eclosionaron en esa década quedaron enmarcados dentro de lo que se denominó la movida madrileña, de la España que empezaba a salir del pozo y que se trataba de internacionalizar de una vez”. Según el galerista en ese proceso se cometieron no pocas injusticias, y el apoyo institucional que impulsó el trabajo de muchos artistas invisibilizó el de otros, “que no vieron su carrera florecer como debería”.
Y en ese contexto Domenech considera que el caso de Luis Claramunt fue “paradigmático”. “Lo tuvo todo a su favor, pero no quiso explotar los vientos que soplaban, porque tuvo esa forma de ser, y además murió joven”. Pese a todo, el galerista considera que “hay pocos artistas en este periodo que hayan pintado como él. Es muy original e inclasificable en muchos sentidos, y eso lo hace interesantísimo. Todos esos artistas que se mantienen entre movimientos, que son islas entre unos y otros son interesantes, porque son artistas periféricos, artistas frontera, que recogen elementos de ambos lados, los traducen, los cambian y construyen con ellos discursos artísticos muy enriquecedores”.
“Germán y Marián son atípicos en el mundo del arte”
La Galería de Arte de Marc Domenech forma parte del patronato de la Fundación Germán López y Marián Sanz de Arte Contemporáneo Español de los 80, y no es la primera vez que trabajan juntos en algún otro proyecto, además de esta exposición temporal sobre Luis Claramunt. En opinión del galerista catalán, la fundación de Cretas es un ejemplo “absolutamente atípico” en el mundo de la cultura. “Ojalá existieran más ejemplos como el de Germán y el de Marián a la hora no solo de crear una colección sobre el arte en los 80 a lo largo de tantos años, sino en su celo por preservar esa parte de la historia”.
Según Domenech, la Fundación Germán López y Marián Sanz es ejemplo de que “con interés y ganas uno puede crear una gran colección, sin necesidad de ser multimillonario. La suya es una colección muy buena, muy descriptiva de toda una década y además justa, porque en ella tienes a todos los autores del momento, no solo los que estaban de moda”. “Y es una gozada que Germán y Marián pongan todo eso a disposición de todo el mundo, en una colección permanente con tantos artistas y tantos lenguajes diferentes”, concluye Marc Domenech.
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