La Caridad, de la ‘Pompeya aragonesa’ a un tesoro histórico al alcance de todo el mundo
Una ambiciosa exposición pone de relevancia la importancia científica del yacimiento turolenseLos autores latinos y griegos que escribieron la historia antigua del ámbito mediterráneo sabían para quien lo hacían, y en ese contexto es comprensible que los pueblos celtíberos -y en general, todos los pueblos no romanos- aparecieran en sus crónicas como gentes belicosas que vivían asilvestrados y en un permanente estado de guerra. “Pero ese relato no es verdadero”, afirma Jaime Vicente Redón, director del Museo Provincial de Teruel. “Es cierto que tanto el ejército cartaginés como el romano contó con mucha presencia de tropas mercenarias hispanas, pero también es verdad que se trataba de una pequeña parte de la población total, y durante el periodo anual que se dedicaba a la guerra”. ¿Qué hacían entonces el resto del tiempo y el resto de la gente? “Pues sencillamente se dedicaban a vivir”.
Ese el hilo conductor principal de Non Modo Bellum, la exposición temporal que se encuentra abierta hasta octubre en el Museo de Teruel, para lo que el espacio ha adecuado de forma espectacular el interior de las salas de exposiciones temporales.
A partir de ese sencillo relato expositivo se ponen de manifiesto muchísimos otros saberes, como la importancia que tuvo la mujer en las sociedades antiguas o lo trascendental que es la arqueología como fuente histórica directa, mucho más fidedigna y neutral que cualquier crónica escrita en la propia época.
Ese conocimiento, que se divulga a través de un gran montaje obra de Jesús Moreno, uno de los museógrafos más relevantes de España, se pone al servicio del público a través del yacimiento celtíbero de La Caridad, en el término de Caminreal, donde el Museo de Teruel ha desarrollado un trabajo ejemplar durante los últimos 39 años que han convertido una ciudad que fue destruida hace unos 1.950 años en una increíble joya de la arqueología española y del arco mediterráneo por diferentes razones.
Para disfrutar de Non Modo Bellum es bueno comprender la importancia del yacimiento de La Caridad, que Jaime Vicente ha llegado a definir como “la Pompeya aragonesa”.
Ese yacimiento fue descubierto por Amparo Garcés y José Rubio, agricultores que dieron aviso en 1977 tras encontrar varias piezas en un campo de labor. En 1984 el Museo de Teruel comenzó un trabajo sistemático anual de excavación, donde empezaron como becarios y estudiantes quienes hoy dirigen el proyecto o trabajan en museos de toda España. El caso es que en poco tiempo descubrieron que lo que había allí no era un poblado íbero convencional. Tenía calles anchas en cuadrícula perfecta, como las de las grandes ciudades romanas. Por si fuera poco, en 1985 se localizó un enorme mosaico romano que cubría el suelo de una rica vivienda, de más de 900 metros cuadrados, absolutamente atípica. Fue el primer mosaico romano encontrado en España con inscripciones en íbero, y la primera pieza de un gran puzzle que lleva casi 40 años desvelándose.
Un momento histórico clave
Tras el fin de las guerras numantinas, a finales del siglo II a. C., Roma emprendió una política en Hispania de crear ciudades nuevas, en terrenos llanos y con acceso a recursos, destinados a concentrar la población que previamente existía en pequeños poblados. “Es un momento en el que la ciudad se convierte en el centro rector del territorio, económica y administrativamente, que responde a una etapa clave en la formación de nuestro territorio, el momento en el que las poblaciones autóctonas del interior peninsular se integran en el ámbito mediterráneo”.
La importancia arqueológica de un yacimiento como La Caridad aumenta por varias razones: En primer lugar simplemente porque es una ciudad construida por Roma y habitada por celtíberos. “Se encuentran así culturas muy diferentes, que se van hibridando hasta que se genera una sociedad distinta, mezclada, que es precisamente lo que caracterizará a nuestro territorio a partir de entonces”, recuerda Vicente.
Esto permite, entre otras cosas, que La Caridad sea un auténtico tesoro epigráfico, el mayor de toda la península Ibérica. Beatriz Ezquerro, directora de la excavación, afirma que “en ninguna otra ciudad de la época de toda España se han encontrado las más de 200 inscripciones en íbero que tenemos aquí”. Algunas de ellas son preciosas téseras, pequeños objetos escultóricos en lo que se escribían acuerdos de amistad entre ciudades, familias o individuos, que en ocasiones funcionaban como auténticas cartas de recomendación impresas en hierro o cerámica.
Además Roma construye la ciudad de nueva planta, puede elegir el terreno sin servidumbres de anteriores asentamientos o posición geológicas que defender. En esas circunstancias eligen un terreno con fácil acceso al agua, con vega donde cultivar, monte donde cazar, cercano a las minas de hierro de Sierra Menera -buena parte del ingente número de piezas metálicas que se han encontrado están fabricadas en mineral de hierro autóctono-... Pero sobre todo, teniendo donde elegir, construyen la ciudad en un terreno llano. Y eso permite que Roma pueda aplicar todos los principios urbanísticos a rajatabla, con una retícula perfecta de calles que forman manzanas rectangulares, de diferente tamaño. “Desde el principio el equipo del Museo de Teruel decidió orientar la excavación hacia los restos de construcciones domésticos, por encima de los militares o públicos. Y al ser tan evidente esa aplicación a rajatable del urbanismo romano la información que han proporcionado las 34 viviendas excavadas y sus calles es enorme”.
Además la ciudad fue construida quizá sobre 120 a. C. y destruida solo sesenta años después, durante las guerras sertorianas. Y se dieron dos circunstancias que juegan a favor del investigador: la primera es que se abandonó por completo tras la destrucción, por lo que es un ejemplo casi inédito en todo el arco Mediterráneo para estudiar la construcción de las viviendas durante esta etapa de la República Romana. En otras ciudades, incluidas las conservadas en Italia, se encuentran pocos restos porque se van superponiendo diferentes estilos constructivos. “En ese sentido es como una fotografía fija de una época muy determinada”, explica Vicente, “que nos ha ofrecido muchísima información, y que sigue generando muchísima información. Los resultados de esta investigación son espectaculares”.
Por si fuera poco la ciudad fue destruida por una de las facciones que lucharon en las guerras sertorianas, guerra civil romana, pero no fue saqueada. Los habitantes huyeron con lo puesto, dejando todos sus bienes en sus casas, que permanecieron allí casi 2.000 esperando a que los investigadores del Museo de Teruel comenzaran a desenterrarlos.
Gran despliegue formal
El relato expositivo se despliega a través de un cuidadoso montaje que ha obligado a modificar la estructura de las salas de exposiciones temporales del museo y que, según Jesús Moreno, su responsable, “ha respondido siempre a hacer que las piezas y su discurso narrativo sea el único gran protagonista”.
La muestra consta de 600 piezas -seleccionados de las más de 8.000 inventariadas en La Caridad y exquisitamente restauradas y conservadas por el equipo que dirige Pilar Punter- expuestas; y de cuatro vídeos -uno inicial sobre el contexto físico e histórico de la ciudad, otro sobre el funcionamiento de la catapulta junto a la muralla, otro sobre la producción de un pastel de queso de la época y un último, que cierra la muestra, sobre las 300 personas que han participado en las excavaciones a lo largo de 39 años, con testimonios de algunos habitantes de Caminreal. Además hay una reproducción de seis viviendas características, en cuyo dibujo se ponen en relación con el material y las herramientas halladas en ellas, que permiten hacerse una idea fidedigna de cómo fue esa gran ciudad, de más de 2.000 habitantes, y de cuál eran sus ocupaciones, que iban desde todo tipo de tareas agrícolas, ganaderas, extractivas o artesanas, pasando por un intenso comercio -se importaban bienes desde la propia península Itálica- que coincidió con la explosión en el uso y la acuñación de moneda.
Una de las salas aparece decorada con una reproducción del mosaico romano de la casa Likine, la gran mansión de 900 metros cuadrados, de al menos dos alturas, que ocupó un rico colono celtíbero. Aunque los investigadores insisten en que el auténtico valor de La Caridad es el conjunto, quizá ese mosaico romano con inscripciones en celtíbero sea una de sus grandes joyas de la corona. Además permite al visitante comparar los parecidos y las diferencias con el gran mosaico romano de la planta superior, que pertenece a otro contexto completamente diferente -una gran villa del siglo IV d. C. en Calanda-.
Entre las muchas lecturas que ofrece la exposición Non Modo Bellum y su discurso narrativo, Jaime Vicente destaca dos. Por un lado permite certificar que las grandes ausentes de las crónicas históricas escritas, las mujeres, eran realmente quienes sostenían la vida de estas sociedades, que hacían la guerra de vez en cuando, pero que la mayor parte del tiempo estaban manteniendo las casas, fabricando alimentos y criando y educando a los niños.
Y por otro, coloca a la arqueología en su auténtico lugar, como una fuente de conocimiento de primera mano, sin intermediarios interesados. Las crónicas escritas pueden cocinarse -un buen ejemplo es la batalla de Covadonga, una invención según muchos historiadores-, pero los útiles, las herramientas y las piezas que dejaron nuestros ancestros dejan poco lugar a dudas sobre cómo era realmente la vida, especialmente cuando, por su naturaleza, ofrecen como en La Caridad más razones para las certezas que para las suposiciones.
El futuro del yacimiento pasa por musealizarlo y hacerlo más visitable
Casi cuarenta años de excavaciones en La Caridad han dado una ingente cantidad de piezas y de conocimientos sobre las sociedades antiguas de la península, y todavía darán mucho de sí. Teniendo en cuenta el tamaño estimado de la ciudad y la parcela que se ha excavado en cuatro décadas, harán falta más de 300 años para agotar el yacimiento, según el cálculo que ofreció Jaime Vicente. El director del Museo explicó que, “con más esfuerzo unos y menos esfuerzo otros”, todas las administraciones se han implicado en la investigación de La Caridad, por lo que no hay motivos para pensar que no siga investigándose en el futuro.
Sin embargo el futuro más inmediato de la ciudad antigua apunta a la musealización del propio espacio in situ, que permita ser conocido por el gran público en su auténtico contexto. “Los 10.000 metros excavados en la actualidad han sido tratados y conservados y se encuentran en un excelente estado”, apunta Vicente. “Y ya está elaborado el anteproyecto de musealización, para dotarlo de pasarelas, explicaciones, de cubiertas en algunas viviendas que permitan hacerse una idea de cómo eran... Vamos a desarrollar los proyectos durante los próximos meses y cuando sea posible se ejecutarán. Es un proyecto de gran envergadura que seguirá adelante durante muchos años más”.