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La Banda de Música llena el Teatro Marín con su show ‘¡Vaya lío de Navidad!’ La Banda de Música llena el Teatro Marín con su show ‘¡Vaya lío de Navidad!’
Imagen de la Banda de Música de Santa Cecilia que ofreció su tradicional concierto de Navidad. A. G. / Bykofoto

La Banda de Música llena el Teatro Marín con su show ‘¡Vaya lío de Navidad!’

El Hombre Verbena colaboró en un espectáculo cómico y muy complejo
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La Banda de Música Santa Cecilia de Teruel volvió a llenar el Teatro Marín en dos pases de su concierto especial de Navidad, con un divertido espectáculo en el que los músicos turolenses volvieron a rizar el rizo. Con el título ¡Vaya lío de Navidad! los músicos turolenses dirigidos por Daniel Ibáñez ofrecieron un show muy complejo que contó con la complicidad de Armando Bonet, más conocido como el Hombre Verbena, que demostró que la música no está reñida con la comedia y que se puede hacer sonar casi cualquier cosa, desde un serrucho hasta unas tuberías de PVC, pasando por un clarinete sin campana o una máquina de escribir de las de antes.

El espectáculo comenzó con el swing Sing, sing, sing de Benny Goodman, una de las mejores canciones que pueden tocarse al principio de un concierto para enganchar al público. Los músicos turolenses ofrecieron después El libro de la Selva, Caravan y Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega, y en el momento de atacar Vals nº 2 de Shostakovich fue cuando el Hombre Verbena, que ya había arrancado las primeras risas, intentó integrarse entre los músicos de la Banda Santa Cecilia. Lo intentó por activa y por pasiva, y ante la negativa de Daniel Ibáñez, que tenía un ojo puesto en sus músicos y otro en el estrafalario personaje, teminó saliéndose con la suya y ofreciendo un número de ballet, con tutú y todo.

Pero entonces llegó el turno del popular tema The typewriter de Leroy Anderson y demostró que el que tiene talento hace música hasta con el característico sonido del teclado mecánico, el carro y el timbre del margen derecho de una vieja Olivetti.

El Hombre Verbena ya estaba lanzado y en el siguiente tema, Bolero de Maurice Ravel, tuvo su  momento de gloria interpretando un solo de clarinete que hizo sonar prescindiendo de la campana, la pieza final del instrumento en forma de embudo y sin la cual, aparentemente, un clarinete no debería sonar.

También hubo lugar para la magia en el concierto. La Banda de Música de Santa Cecilia ofreció parte de la banda sonora original de la película Harry Potter, con el cómico empeñado en demostrar que en el mundo del ilusionismo también es capaz de manejarse, ante las carcajadas del público y la complicidad de los músicos.

Durante otra de las bandas sonoras de cine que ofreció la Banda, la de Piratas del Caribe, el espectáculo llegó a uno de sus momentos más divertidos y complejos. El Hombre Verbena mostró su mando a distancia mágico, capaz de subir y bajar el volumen de los instrumentos a lo largo del tema, de acelerarlo, ponerlo a cámara lenta e incluso mutearlo. La Banda de Música de Santa Cecilia siguió al pie de la letra las instrucciones del mando sin dejar de tocar, en un complicado ejercicio de coordinación y concentración que arrancó una gran ovación.

Después de eso, los músicos tuvieron que lidiar con una molesta mosca que se empeñó en no dejar sonar El manisero que popularizó Machín, hasta que de un platillazo la Banda logró desembarazarse del insecto y pudo concluir el tema.

Tras una vistosa interpretación de cuatro de los percusionistas de la banda, el Hombre Verbena subió al escenario un estrafalario instrumento, construido con tubos de PVC y accionado con dos alpargatas de andar por casa, con el que ofreció un impresionante Concerto pour percussions.

Con el público entregado, el cómico levantino sacó su último cachivache, un serrucho del que, ayudado por un arco de violín, logró sacar con un espectacular sonido la melodía de Noche de Paz. Después de eso solo había una forma de cerrar un concierto tan especial, y en el Teatro Marín volvió a sonar la Marcha Radetzky, el tema de J. Strauss que popularizó el Concierto de Fin de Año de Viena como colofón final, en el que el público tiene la ocasión de demostrar su sentido del ritmo -o la ausencia de tal- acompañando a los músicos con las palmas. Fue el gran final de un concierto sobresaliente, muy divertido y gracias al cual los músicos y el director de la Banda de Santa Cecilia de Teruel pudieron volver a demostrar su pericia y mérito como músicos.

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