Juez Calatayud: “El móvil es una droga y los niños no deben tener antes de los 14”
Una de las sentencias que más le duele pero más pone, unas 300 veces al año, es acabar la ESOEl juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud, tiene muy claro que un niño no debería tener móvil hasta que pudiera costeárselo y nunca antes de los 14 años, una edad a la que “ya se les puede exigir una responsabilidad”. El magistrado, que ayer participó en el Congreso del Amor y del Bienestar organizado por la Cadena SER en Teruel a través de videoconferencia, recalcó que los móviles “son una droga”, que comparó con el tabaco. "Aquella persona que lo primero que hace nada más levantarse es mirar si tiene un WhatsApp o un correo” es adicta, dijo, para añadir que constituye un instrumento muy peligroso tanto para cometer delitos como para ser víctima de ellos, de ahí el riesgo que entraña dejarlo en manos de menores.
A su juicio, regalar móviles a criaturas de 8 o 9 años "es una barbaridad". En el tema móviles, que acaparó buena parte de la intervención, los padres fueron en principal foco de sus reproches y criticó a aquellos que necesitan tener localizados 24 horas a sus hijos, "ni que fueran Grande Marlaska", dijo, y también a los que se lo dan a bebés y niños de corta edad para “tomar una cerveza tranquilos”. También lamentó que los centros escolares permitan el acceso y uso de móviles.
En su intervención Emilio Calatayud se refirió a los problemas derivados de la pandemia y precisó que a su juzgado llegaron agresiones a padres desencadenadas por peleas con el móvil. “Hay niños que me han reconocido estar 18 horas con el móvil, entre ocio y actividades escolares”, dijo, para añadir que en cinco casos de jóvenes de entre 14 y 16 años tuvo que establecer condenas de internamiento terapéutico.
Violar la intimidad
Alertó de los problemas que puede ocasionar el envío de imágenes y vídeos íntimos a través del móvil. Para evitarlo, “hay que violar la intimidad de nuestros hijos”, dijo. “¿Sabemos lo que hacen nuestros hijos?”, se preguntó, “pues no, pero somos responsables de sus actos”, sentenció para añadir que es preferible que se quejen de que violamos su intimidad a que un juez nos condene a pagar 15.000 euros –como él mismo hizo– por el uso que hacen nuestros hijos del móvil. “El móvil lo pago yo pues es mío y lo miro cuando quiero", espetó.
Aseguró que un menor que comete un delito no es un delincuente porque “delitos cometemos todos” y preguntó a los asistentes quién no se había puesto al volante con una cerveza, había cogido algo de El Corte Inglés, intentando defraudar a Hacienda o comprado falsificaciones de bolsos. “Cometemos equivocaciones que tienen el perfil de delito y mi teoría es que hay muchas fórmulas de reparar el delito”, de ahí sus sentencias ejemplarizantes que desde finales de los 80 lo han convertido en uno de los magistrados más mediáticos de la judicatura española.
Y es que, según lamentó en el Congreso del Amor, una de las sentencias más habituales es condenar a los menores a aprender a leer o escribir y, la que más dicta, con entre 250 y 300 veces al año, es “sacarse la ESO”, dijo. “Por desgracia todavía condeno cada año a 30 chavales de 16 o 17 años a aprender a leer y entre 250 y 300 veces al año a sacarse la Enseñanza Obligatoria”, detalló.
En cuanto a las relaciones de los hijos con los padres, que fue el tema del coloquio que estableció con la escritora Ayanta Barilli, planteó que los padres no son los amigos de sus hijos y que adoptar ese papel supone “dejarlos huérfanos”. Pero además, aconsejó encarecidamente que los progenitores se pongan de acuerdo en la educación y, sobre todo, que no muestren sus diferencias delante de ellos.
Cómo criar un delincuente
Emilio Calatayud nunca fue buen estudiante e incluso acumuló varios suspensos en algún curso. Fruto de su experiencia personal y profesional ha lanzado un decálogo para educar a un delincuente. Asegura que no es de cosecha propia, sino un extracto de reflexiones de la Policía y la Guardia Civil y entre las normas que hay que seguir para tener un delincuente en casa está dar al niño todo lo que pida, “así crecerá convencido de que el mundo le pertenece”, aseguró. Otra de las claves es no regañarle, ya que podría crear un complejo de culpabilidad; esterilizar sus platos, pero dejar que su mente esté llena de basura; “darle todo el dinero que quiera gastar, no vaya a sospechar que para tener dinero hay que trabajar”; discuta delante de él con su pareja y, sobre todo, póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con profesores y vecinos, piense que ellos tienen perjuicios contra su hijo y lo que quieren es fastidiar.
Dejando la ironía aparte, pero no el sentido del humor, aconsejó colgar en la nevera el Artículo 155 del Código Civil, que establece que los hijos deben obedecer y respetar a los padres siempre y contribuir equitativamente y en la medida de sus posibilidades a las cargas familiares mientras convivan. “Recomiendo que lo pongan en la nevera, junto al decálogo para educar a un delincuente”, comentó.
En cuanto a los datos de reinserción de los menores atendidos por la Justicia aseguró que el 85% de los que pasan por ella no vuelven a la justicia de mayores, “y ello se debe a la sensibilidad de los jueces pero sobre todo a que no son delincuentes”. Apuntó que la mitad de los críos que llegan a su juzgado “son muy trabajables”, aunque reconoció que en torno a un 10% “es carne de cañón” y en ello influye el lugar dónde naces, el entorno que te rodea, las amistades e incluso la genética.
Agresiones a los padres
En cuanto a si hay diferencias entre los menores de unas clases sociales y otras comentó que un delito que está subiendo como la espuma es el de violencia hacia los padres. Detalló que mientras que en el resto de las violencias en el 70% de los casos el agresor es varón, en este la cifra de mujeres llega al 40%, “y es un delito de clases media y media-alta”. Alertó de que también son cada vez más frecuentes los malos tratos por parte de hijos adoptivos.
Calatayud arremetió contra la flexibilización de la educación y el pasar a los chavales con asignaturas suspensas: “Los centros tapan mucho, y mucho más en la concertada, y así vamos, cada vez más analfabetos y más maleducados”, argumentó, para añadir que los maestros están hartos de aguantar a los niños y, sobre todo, a los padres. “Se están convirtiendo en burócratas que pasan horas con papeleo en vez de atender a sus alumnos y, cuando un niño suspende, van a quejarse los padres”, lamentó, para añadir que estaría bien a que los políticos que aprueban estas leyes “les operaran médicos a los que dieron el título con suspenso en cirugía”
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