José Miguel Iranzo, un cineasta entre la modernidad trasgresora y la poesía de lo cotidiano
El mundo del cine y de la cultura despide a uno de los referentes de TeruelEl cineasta turolense José Miguel Iranzo, fallecido este lunes víctima de un cáncer a los 63 años, fue enterrado en Villarquemado en un acto de despedida al que se sumaron numerosos amigos y gente del séptimo arte que coinciden en considerarlo como uno de los referentes en el pionerismo del cine aragonés.
El historiador Fernando Burillo asegura que buena parte de la filmografía de Iranzo, compuesta por documentales de corte histórico o etnográfico, “van a crecer con el tiempo”, ya que los historiadores tendrán que consultar sus obras para conocer el pasado reciente. “A Iranzo no le preocupaba la gran política sino la vida cotidiana, que es precisamente lo que suele quedar olvidado en los libros de historia”. Es lo que reflejó en obras como Teruel, tierra de frontera, Con el tiempo en la maleta, los documentos biográficos sobre Labordeta o el Pastor de Andorra e incluso en uno de sus cortos de ficción más celebrados, Mayumea, considerado un hito en la historia del cine contemporáneo aragonés.
Iranzo trabajó con numerosos guionistas, artistas y escritores, aunque quizá Fernando Burillo y Antonio Castellote fueron sus dos grandes compañeros de viaje por el séptimo arte.
Al primero le cabe el orgullo de “haber guionizado el primero y el último de sus trabajos cinematográficos, Volavérunt en 1984 y Teruel, tierra de frontera, cuyo segundo y último capítulo fue estrenado en 2016. “Yo nunca he tenido más vínculo con el cine que mi relación con él, y los trabajos que hicimos juntos los hicimos fruto de la amistad que nos unía”, explica Burillo. “Ni siquiera he sabido nunca escribir un guion, pero él me decía al dictado lo que yo tenía que hacer y lo hacíamos. Trabajar junto a él fue una experiencia exquisita para mí”.
Ese Volavérunt (1984) con guion de Burillo y realización de Iranzo está considerado su primer corto, y obtuvo el premio de la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja en la tercera edición del Festival de Cine de Super8 de Teruel, en 1985. En esa humilde producción ya se ponía de manifiesto su voluntad de provocar a través del cine, con una historia en la que una persona busca al azar un nombre en el listín telefónico con el único objetivo de vivir la experiencia de asesinar a otra.
Ansioso por experimentar en lo formal y expresarse a través de la metáfora, su siguiente corto, La Pelea (1985), narraba una peculiar pelea entre dos hombres, que cambiaba de escenario a cada golpe que se propinaban. Según un artículo publicado en el número 2 de la Revista Cabiria por Gonzalo Montón y Nacho Navarro, y en la que se ofrece la mejor y más prolija semblanza de los primeros años de José Miguel Iranzo, dicha pelea fue rodada en escenarios como Villarquemado, las dependencias del Diario de Teruel o el histórico bar Hartzenbusch, abierto en su día por el propio realizador.
Completada su primera fase autodidacta centrada en la parte técnica y el montaje de cine, José Miguel Iranzo y Víctor Lope emprenden el proyecto de Mayumea (1985), una de las películas a las que el de Villarquemado guardaba más cariño y “de la que más he aprendido nunca”, aseguró siempre.
Se rodó hace 35 años y fue la primera película hecha por Iranzo en 35 mm, así como la primera producción completamente meditada y realizada con un planteamiento totalmente profesional. Iranzo, Victor Lope, José Asensio, Lucía Villarroya y Jacinto Porro fundaron Estela Films y rodaron el corto basado en la historia que Gabriel Giménez, Mauro, contó a su amigo José Miguel tomando un café.
Ramón (Juan García) abandona Noguera para marcharse a Alemania, con la promesa de Amalia (Ana Escámez) de esperarle cinco años antes de casarse. Transcurrido el plazo Juan (Paco Escriche), que pretende a Amalia, puja por ella durante los Mayos y contraen matrimonio el mismo día que Ramón regresa al pueblo. A los ecos innegables de los Amantes de Teruel se unía en Mayumea la voluntad crítica del turolense, retratando una sociedad rural gris presa de los tics del franquismo o con una última escena en la que aparece la violación consentida de Juan hacia su esposa; y también su vocación documentalista que eclosionaría años más tarde, revelada en algunas escenas de la película, como el baile –en el que aparecen numerosos extras del pueblo con su propio vestuario y dos músicos reales, Miguel Ángel Martínez y José García Leal el Cordobés, dúo habitual de acordeón y batería que solía amenizar las fiestas de la Sierra de Albarracín– que termina con una elipsis en la puerta de la iglesia donde se casan Juan y Amalia, o la de los propios Mayos de Noguera, donde se reproduce el tradicional rito.
El proyecto contó con una subvención del Gobierno de Aragón y un presupuesto de 1.300.000 pesetas. “Era muchísimo dinero”, bromeaba Iranzo en una entrevista concedida a Diario de Teruel en junio de 2015, con motivo del 30 aniversario del cortometraje. “Con los medios de hoy en día ese dinero daría para rodar La guerra de las galaxias”. La mayor parte del presupuesto se fue en el laboratorio profesional FotoFilm y los técnicos de Madrid, “los únicos que cobraron”, según Iranzo.
Mayumea fue el primer trabajo profesional de Iranzo y también el primero que realizó para el cine otro turolense ilustre, Javier Navarrete, que firmó la música grabada en los estudios Exa con la trompeta del suizo Markus Breuss, basándose en una versión lenta y triste de la jota de los Mayos.
Para Iranzo Mayumea, rudimentaria a la luz del cine contemporáneo pero que marcó un hito en Aragón, fue siempre la niña de sus ojos. “En esa película aprendimos a hacer cine de verdad, con técnicos profesionales, con todo muy pensado y estudiado”, comentaba el cineasta años después del rodaje, que definió como el mejor de su vida. “Éramos tan ignorantes que todo salía a pedir de boca. Todos los días cumplíamos el minucioso plan de rodaje que teníamos y no gastamos ni un metro más de película del previsto. Fue algo increíble que nunca me ha vuelto a pasar jamás”, aseguraba.
Y eso que también le proporcionó algún sinsabor. La película, comprada y emitida por TVE y que hoy está considerada de culto dentro del cine aragonés, fue galardonada con el Premio del Público en el Festival de Cine de Huesca de 1986, que sin embargo declaró desierto el Premio a la Mejor Película Aragonesa, que era el que estaba dotado económicamente. Iranzo no olvidó esa maniobra del festival para aligerar presupuesto “porque su objetivo era ayudar a los que estábamos empezando a hacer cine”, narraba un Iranzo que ese año perdió su fe en los festivales de cine.
Aunque el profesor y crítico de cine Gonzalo Montón valora muy positivamente toda la trayectoria documentalista de Iranzo, si tuviera que elegir se quedaría con ese Mayumea. “Recuerdo que cuando lo vi en televisión me quedé absolutamente impresionado. Ni siquiera conocía entonces a Iranzo, pero me pareció tan profesional y tan digno, con un tratamiento del realismo social de la posguerra tan exquisito, que quedé impresionado. Es una película que he utilizado muchas veces en las clases con mis alumnos”.
Tras Mayumea, José Miguel Iranzo rodó varios cortometrajes de ficción. Primero fue Butaca de patio (1986) y después Ruido de alas (1986), donde trabajó con parte del equipo de Estela Film y guion de José Avelino García, que además protagoniza el corto. La historia habla de desamores, de chaperos, de droga y de asesinatos, en un atrevido relato con numerosas alegorías a Luis Buñuel, como el personaje del ciego o varias escenas surrealistas, como un paseo en moto de dos cabezudos o una escena de amor con un maniquí.
En ese corto también trabajó un jovencísimo Pimpi López Juderías, otro cortometrajista turolense y director del Festival Desafío Buñuel, y que casi treinta años después codirigiría con él Brueghel oculto. “Iranzo ha sido un gran amigo y un maestro que me enseñó mucho. Era un tipo inteligente y, como a él le gustaba decir, muy moderno. Y sin duda ha sido un referente en el cine aragonés”.
Según López Juderías, fue un avanzado a su tiempo “que apostó por las productoras potentes en Zaragoza, que estuvo en el núcleo de la primera televisión local de Teruel y que firmó cortos modernísimos en los 80. Un tío que simplemente a través de la conversación te enseñaba muchas cosas sobre el cine y sobre la vida”.
En 1987 rodó En el parque bajo guion propio, donde el sexo, los amores truncados, los ambientes sórdidos y el asesinato vuelven a reunirse en una historia fantasmal en la que Elifio Féliz de Vargas, Mariano Calvé y Ana Burrel configuran un atípico triángulo amoroso sobrenatural.
A finales de los 80 José Miguel Iranzo comenzó a trabajar para la televisión local por cable Canal 1 de Teruel y, pese a que participó como ayudante de casting en una gran producción como la que dirigió Terry Gilliam en Belchite en 1988 (Las aventuras del Barón Munchausen), comenzó a cultivar su faceta en la que más se prodigaría en el futuro; la de realizador de documentales, dirigiendo programas producidos por el Gobierno de Aragón, la Diputación Provincial o el Ministerio de Cultura. De esta época son buenos ejemplos Museo Provincial de Teruel (1989), Sierra de Albarracin: Rodeno y Albar (1989), Artesanía en la Sierra de Albarracín (1989), Gastronomía de la Sierra de Albarracín (1989), Proceso de la cerámica turolense (1989) o Semana Santa en Teruel (1989), justo antes de marchar a Zaragoza donde se afincó en 1990.
Allí realizó para Videocuarzo la serie de muñecos Los Guguqús que se emitió en Tele5, dirigió Conviene que muera un hombre por todo un pueblo sobre la Semana Santa de la capital del Ebro y realizó la serie en vídeo Historia de Aragón (1992). Ese fue el primer producto audiovisual ambicioso sobre la historia de la Comunidad Autónoma, producida por Víctor Barrios para ASIMSA con dirección histórica de José Luis Corral, y rodada durante año y medio con 115 millones de pesetas financiadas por la CAI, con un producto total de tres horas y media distribuidas en nueve capítulos.
Al año siguiente regresó a la ficción con Un poema de familia (1993), planteada como una original serie dramática basa en textos de grandes poetas y con guion de Luis Felipe Alegre. Se rodó un episodio piloto pero ninguna televisión accedió a comprarla.
Con Antonio Castellote
Y en 1996 José Miguel Iranzo rodó Témpora y violeta en el Castillo de Peracense. Fue el primero de una larga serie de trabajos con su amigo Antonio Castellote, otra de las personas para quienes es difícil separar la dimensión artística de la personal.
Ante todo Castellote lo define como “un genio del montaje”. “Cómo ordena, selecciona y elige el material para buscar el detalle de humanidad absoluta que Iranzo daba a sus personajes es digno de un maestro absoluto, algo muy difícil de encontrar”. “Sabía elegir los detalles perfectos para desnudar al personaje a través de la empatía, y ofrecerlo con una naturalidad y pureza difícil de imitar. Es imposible hacer un documental sobre Labordeta mejor que el que él realizó”.
En la revista Cabiria el propio Iranzo describió el rodaje de Témpora y Violeta como “un descenso a los infiernos” hasta el punto de considerarla un error, “por el caos y desastre de producción que hubo”. El presupuesto ascendió a seis millones de pesetas para una historia medieval cuyo resultado se vio mermado por los continuos problemas de producción que sufrió, según apuntaban Nacho Navarro y Gonzalo Montón en el artículo citado de Cabiria, y de algún modo marcó cierto divorcio entre Iranzo y la ficción –pese al posterior rodaje de Los hijos de Mandrake en 2003, con José Luis Esteban, Antonio Castellote, Rosa Escuín, entre otros–, ya que esta no provocaba más que deudas con los bancos, según el turolense.
La mayor parte de los trabajos profesionales de José Miguel Iranzo en los primeros años del siglo XXI tuvieron que ver con la publicidad y el cine promocional y corporativo. Rodó más de quinientos anuncios donde adquirió una enorme maestría en la narrativa formal audiovisual, que después pondría de manifiesto en algunas de sus producciones documentales más celebradas.
En 2007 y 2009 Iranzo formó tándem con el cantautor de Alloza Joaquín Carbonell para rodar El Pastor de Andorra y Con la voz a cuestas respectivamente, dos documentales sobre las figuras del jotero andorrano y de José Antonio Labordeta. En éste último el propio poeta y músico narraba su historia a cámara en una producción estrenada un año antes de su muerte, acompañado por testimonios de Eloy Fernández Clemente, Carbonell, Gonzalo Tena, Emilio Gastón o Eduardo Paz, entre otros. El documento es de obligada consulta para cualquiera que se interese por la obra de este político y cantautor aragonés tan vinculado a Teruel, y una de las obras destacadas de Iranzo según el profesor y crítico Juan Villalba. “Su dimensión como documentalista fue enorme en todos sus trabajos, pero queda especialmente de relevancia en Con la voz a cuestas”, explica Villalba, para quien Iranzo, “siguiendo la estela de Buñuel y otros realizadores aragoneses, fue capaz siempre de rodar grandes cosas con presupuestos muy exiguos. Si hubiera sido catalán o vasco sus posibilidades para hacer cine hubieran sido muy superiores”.
Otro celebrado trabajo llegó en 2010, cuando Iranzo rodó en su Villarquemado natal y en Canadá El tiempo en la maleta, una producción financiada por el programa Amarga Memoria del Gobierno de Aragón en el que, con guion de Antonio Castellote y fotografía de José Carlos Ruiz, documenta la historia de más de 200 personas de esa localidad que vivieron en Canadá como inmigrantes durante los años 60 y 70. Este proyecto contó con la colaboración de Emerén Ruiz, una de las emigrantes instaladas en Montreal, que se encargó de la producción en Canadá donde se rodaron imágenes durante diez días. La cinta, en la que Iranzo plasmó como nunca las grandes dosis de cariño artesano que ponía en su trabajo, fue encargada por el Ayuntamiento de Villarquemado y supuso “saldar una deuda histórica con aquellos vecinos cuyas divisas ayudaron a los que se quedaron”, según explicó en su día el alcalde, Federico Serrano. Castellote lo recuerda como uno de los trabajos más especiales que ha hecho con Iranzo, aunque en realidad son mucho más. Menciona por ejemplo Cajas destempladas, estrenada ese mismo 2010, en la que el actor José Luis Esteban, otra de las personas que le acompañaron durante casi toda su trayectoria, interpreta a Longinos en una delirante y surrealista historia ambientada en la Semana Santa con los tambores de Calanda de fondo. “Es imposible rodar algo tan libre y poético como lo que hizo allí José Miguel” asegura Castellote, para quien es imprescindible sacar a la luz la producción de Iranzo y honrar su aportación al cine aragonés.
En un registro muy diferente pero con idéntica entrega, José Miguel Iranzo trabajó con Pimpi López Juderías y el pintor Gonzalo Tena en Brueghel oculto (2015), en el que a través de secuencias de animación, planos del pintor turolense y la voz en off de Antonio Castellote se repasan cinco de las principales obras de Brueghel el Viejo (1525-1569), artista flamenco que apasiona a Tena –y apasionó a Iranzo– por la cantidad de detalles esotéricos, cómicos o críticos que introducía de forma subtérfuga en algunos de sus cuadros. López Juderías recuerda que “hicimos ese proyecto casi por diversión, muy artesanalmente, y para mí fue una auténtica delicia trabajar con él”.
Pero si hay que destacar alguno de los últimos trabajos de José Miguel Iranzo no puede dejar de nombrarse el documental Teruel, una ciudad de frontera sobre la historia de la capital, realizada en dos capítulos que se presentaron en 2013 y en 2016 respectivamente tras un largo rodaje junto a Fernando Burillo. Esta producción, ambiciosa en sus objetivos y humilde en sus medios, ha sido acaso la que mayor entusiasmo y aceptación provocó entre el gran público turolense.
Contó con la participación de gran número de turolenses, como José Manuel Latorre y Antonio Pérez en la asesoría histórica, de Adolfo Barrio y los actores de Siglo XIII Teatro que dieron vida a diferentes capítulos de la historia como la reconquista, el tribunal de la Inquisición o la explosión modernista gracias al vestuario de Paloma Utrillas, y los testimonios de más de cuarenta expertos. El primero de los capítulos de los documentales de la productora Se Rueda abarca el periodo de tiempo entre la fundación de la villa y la guerra civil, mientras que el segundo analiza aspectos contemporáneos entre 1939 y 2000, como la posguerra, la fiesta de la Vaquilla, la expansión urbanística, la mítica Zona de ocio o el fenómeno de Teruel Existe. Todo contado en 140 minutos, en una producción llena de cariño que le provocó muchas dudas a Iranzo: “Admito que cualquier espectador echará en falta cosas, y creerá que otras tienen demasiada importancia. Corremos ese riesgo, pero sinceramente creo que hemos contado lo que tenía que contarse”, explicaba el realizador en febrero de 2016, justo antes de estrenarse el segundo capítulo de la serie. El documental llenó todas las sesiones de la sala del Maravillas durante los estrenos y agotó rápidamente los DVD que salieron a la venta, en un éxito ante el que Iranzo admitió sentirse “sorprendido” y “agradecido”.
Al margen del género elegido, Iranzo fue maestro en acrisolar la vida a través del objetivo para convertirla en poesía. Antonio Castellote cuenta que Iranzo solía rodar los estrenos de teatro que la Compañía Teatro de la Estación de Zaragoza ponía en marcha. “Eso le dio las llaves del sentido teatral de la realidad, que dominaba a la perfección. Porque Iranzo tenía claro que el arte tenía que decir la verdad, pero sabía muy bien que el arte esta lejos de esa propia realidad”.