Jon Lauko reedita su novela sobre el Albarracín de los siglos VIII al X
PG publica una nueva edición de ‘El sable de la Dinastía’El sello Ediciones PG acaba de reeditar El sable de la dinastía, novela del escritor turolense Jon Lauko que, a caballo entre la ficción y los hechos históricos, sumerge al lector en el ambiente y la vida azarosa y durísima del Albarracín de los siglos VIII al X. El libro ya vio la luz en una primera edición en 2016 con la editorial Sekotia, bajo el título El jardín de los naranjos.
Jon Lauko es profesor jubilado de matemáticas, nacido en Caminreal, afincado en Barcelona y autor de otras novelas como (Donostia (Meteora, 2011), Estación París (Goodbooks, 2104) y Barrendero, Enterrador, Ferroviario (Atlantis, 2012), esta última ambientada en el Jiloca. El año pasado publicó además El parque de Cismigiu (Goodbooks), que junto a las dos primeras forma la trilogía Cancán sobre la transición española.
Estos libros son novela negra, y de hecho Jon Lauko es seudónimo de Francisco Rubio y un guiño a John le Carré, aunque El sable de la Dinastía, con tintes históricos, puede considerarse la gran novela del turolense, hasta el punto que le ha llevado varias décadas escribirla, desde que empezó a documentarse cuando era todavía estudiante en la Facultad de Matemáticas hasta que se jubiló.
No por azar está ambientada en Albarracín, de donde era su abuela Francisca y su abuelo Antero, Guardia Civil destinado a esa localidad, y en cuya casa comenzó a escuchar las primeras historias sobre la Sahla de los Banu Razin, durante las visitas de su tía María, a la sazón viuda de Ángel Cándido González Palencia, catedrático de Árabe en la Complutense de Madrid y miembro de las reales academias de la Lengua y de la Historia.
Ese guiño del destino tomo forma definitiva cuando, en su época universitaria, cayó en las manos de Lauko el trabajo de Jacinto Bosch Vilá El reino de taifas de los Beni Razín hasta la constitución del señorío cristiano, editado en 1959 por el Instituto de Estudios Turolenses, con el que ganó el Premio Bernardo Zapater del Ayuntamiento de Albarracín y que constituía el segundo tomo de la Historia de Albarracín y su Sierra dirigida por Martín Almagro.
Aquel texto, que había sido tesis doctoral de Bosch Vilá dirigida por Emilio García Gómez, uno de los más ilustres arabistas españoles, encendieron la pasión de Lauko por la cultura árabe, fue el primero de un sinfín de textos de los que lleva bebiendo en las últimas tres décadas y abrieron la puerta a lo que sería esta novela. Como el propio Lauko indica, en ese trabajo de Bosch el investigador “se quejaba de la escasez de documentos históricos sobre la historia de la taifa de Albarracín entre los siglos VIII y X, la época más desconocida de ese territorio de los Banu Razin. Y yo decidí aprovechar esa oscuridad para fabular, imaginar, rellenar y construir una ficción sobre lo que pudo ser y lo que pudo ocurrir en ese recóndito enclave de la Frontera Superior”.
Así pues, El sable de la dinastía no es un libro histórico, sino una ficción basada, eso sí, en cientos de textos y referencias de todo tipo que ha consultado Jon Lauko durante las últimas décadas, sobre numismática, poesía, arquitectura, arte, actividad militar, entre otros muchos temas. “No soy historiador y por tanto no intento contar la historia, sino sumergir al lector en el ambiente que se vivía en este rincón de España que durante mucho tiempo fue otro mundo al que hoy conocemos, con otra cultura, otro idioma y otro universo”, explica el escritor.
La novela inicia con un elogioso prólogo del historiador Camilo Álvarez de Morales, experto en arabismo y que durante varios años fue director de la Escuela de Estudios Árabes de Granada. El sable de la dinastía parte de unos presuntos documentos árabes que forman parte de la ficción novelesca. Pero tan verosímil resulta el relato de Lauko que, a modo de anécdota, el turolense explica que Álvarez de Morales, tras leer la novela, tuvo que preguntarle si esos documentos existían en realidad o eran una invención.