Javier Sádaba, filósofo: “Ahora tengo menos entusiasmos pero más gozos, tal vez sean dos caras de la felicidad”
El vizcaíno acaba de sacar a la luz ‘Al final del viaje’ con el sello Editorial Almuzara“Javier Sádaba es un intelectual comprometido que no deja a nadie indiferente. Sus textos son siempre agudos, punzantes, llenos de humor y de un amor profundo por la vida. Un pensador que sabe comunicar la filosofía con pasión y con una gran claridad”, dijo de nuestro entrevistado María Zambrano, la gran intelectual del pensamiento poético y humano. Ahora acaba de publicar Al final del viaje (Editorial Almuzara), “mi vida, mi mundo”, un libro río tan sincero como honesto de un testigo social que sabe mirarse al espejo con lucidez y conocimiento solidario y compartido.
Catedrático de Ética en la Universidad Autónoma de Madrid y, tras su jubilación, honorario, Sádaba ha sido profesor en diferentes Universidades como Tubinga (Alemania), Columbia (Nueva York), Oxford y Cambridge (Reino Unido). “No soy Stefan Zweig ni experto en geoestrategia o economía, pero tengo credenciales: una larga vida y una participación activa en diversos eventos y círculos sociales. Mi experiencia me ha permitido conocer a personas diversas y estar en situaciones complejas. Escribo para ayudar a entender lo que nos pasó y lo que nos está pasando, intentando mantener un equilibrio entre mi perspectiva y la realidad”, expresa Javier Sádaba, siempre abierto al encuentro y a la riqueza de su conversación.
-¿Ser filósofo es una vocación?
-La filosofía es más que una profesión o vocación. Hay que tener una disposición, que después se cultivará, para dedicarse en cuerpo y alma a pensar.
-Usted se encontraba entre los ‘filósofos jóvenes’ y lo sigue siendo, enhorabuena.
-Los años de filósofo joven estuvieron llenos de entusiasmo. Ahora tengo menos entusiasmos pero más gozos. Tal vez sean dos caras de la felicidad.
-¿Por qué y para qué este volumen?
-El libro es un compendio de lo que ha sucedido en este país desde la Transición a la actualidad. Cuento cosas poco sabidas. Lo hago con todo respeto y con toda libertad.
-¿A quién va dirigido?
-Se dirige a todos sin excepción. A los mayores para que recuerden y sean sinceros con sus errores. Y a los jóvenes para que espabilen y traten de crear una sociedad más habitable.
-¿Qué critica y qué anhela este ‘Al final del viaje’?
-Lo que critico es que falte autocrítica, que no haya más imaginación y que se sea tan crédulo. Mi deseo es que se ponga freno a la incultura y que se frene la imbecilidad.
-¿Uno de los recuerdos que más contento está de haber podido incorporar a sus reflexiones?
-El de mi primo Periko Solabarria y el de mi infancia portugaluja. Y, por supuesto, mis padres. El primero fue modelo de rebelión contra la injusticia. Mis padres, puro calor humano.
-¿Cómo fue la Transición?
-Para los neofranquistas la Transición consistió en poner un velo democrático a la dictadura. Creo que fueron los que más ganaron. Otros, tal vez con buena voluntad pero con bastante ingenuidad, pensaron que era un paso a una democracia real. Pronto se acoplaron a los anteriores. Algunos, entre los que me encuentro, opinábamos que era la ocasión para ampliar el campo democrático. Nos cancelaron.
-Sigamos con otras de algo más que conceptos. Defina democracia, por favor.
-De las posibles definiciones de democracia me quedo con la que dice que consiste en enlazar, con igualdad, la libertad de todos los individuos.
-Defina sujeto.
-Para Foucault, sujeto es quien esta atado. Para una buena parte de la filosofía tradicional es la sustancia inteligente individual. Para mí es la persona libre que no dimite nunca de la dignidad y genera un carácter.
-Defina virtud.
-La virtud es el hábito que adquirimos para actuar bien. Es la firmeza del alma. Algunas de las virtudes que necesitamos hoy como el comer son la sinceridad, la valentía y la generosidad.
-Y defina comunidad.
-La comunidad es esa parte central que no tendría que perder ninguna sociedad. Y hace que las relaciones entre los individuos mantengan la sabia y el calor de lo que brilla por su cercanía.
-Usted es un experto en Wittgenstein. ¿Cuál es su principal aportación?
-Para mi Wittgenstein es el mejor filósofo del último siglo y que ha revolucionado de arriba abajo el filosofar. El ‘Tractatus’ pone límites a nuestro conocimiento y muestra las categorías lógicas que nos posibilitan dicho conocimiento. En su segunda época y con las ‘Investigaciones Filosóficas’ nos da la clave para saber qué es lo que significan las palabras. Tengo que confesar que mi lectura del ‘Tractatus’ en mi juventud cambió mi vida. Fue como un rayo, y es lo que hizo que optara casi religiosamente por la filosofía.
-Cita muchos otros entre las hojas de su nuevo libro. Mirando al pasado, ¿cuál de ellos le ofrece más luz?
-En esto no voy a ser muy original. Es Aristóteles a quien leo y releo. Aunque he de reconocer que otros han dejado su huella.
-Y cite otro como el rescate para el tiempo presente, por favor, para tener una humanidad más prospectiva y capacitante.
-Personalmente recomendaria el opúsculo de Kant ¿Qué es la Ilustración?. Con su recomendación de sapere aude, atrévete a saber. En épocas de vulgaridad habría espolear a la voluntad y abrir el amplio terreno del saber. En caso contrario, continuaremos dando pasto a la ignorancia.
-Defina libre albedrío en la distopía de 2025.
-El libre albedrío no es un motor en el cerebro ni una misteriosa sustancia. Es lo que hacemos cuando amamos, nos equivocamos, nos indignamos o nos avergonzamos. La evolución ha dejado en nuestras manos que seamos nosotros los que nos programemos. En tiempos distópicos es crucial que elijamos con bondad e inteligencia.
-En el remate de la obra aporta una línea sustancial: “Yo opto por una ética solidaria de satisfacción de conciencia y de vida buena para todos”.
-No tengo nada que añadir. Me copio a mí mismo.
-Un deseo con este estupendo libro.
-Desearía que el libro enseñe a quien lo lea, que ojalá tenga eco y que me dé la satisfacción de la obra bien hecha.