Javier Martínez presenta su novela sobre el luthier Mateo Arratia en el Museo de Teruel
“Los violeros construimos alegría, porque el instrumento musical es su mejor vehículo”Javier Martínez González es doctor en Historia, director de la Escuela de Violeros de Zaragoza y fundador del Museo de la Trashumancia en su Guadalaviar natal. Hoy jueves comparecerá en el salón de actos del Museo de Teruel a partir de las 19 horas, donde presentará Mateo Arratia. El violero que se confesaba a los árboles (Sibirana Ediciones). Se trata de una novela histórica que aborda la figura de un personaje apasionante que pedía a gritos ser novelado, uno de los constructores de instrumentos más importantes de la España del siglo XVI y cuya vida disipada le llevó a ser juzgado por la Santa Inquisición. Un libro, además, donde la música antigua y la historia de la violería es protagonista, desde el más profundo conocimiento científico.
-Su interés por Mateo Arratia partió de la realización de su tesis doctoral, ¿no es así?
-Bueno, hace años que perseguía a este gran violero. Sabíamos muchas cosas de él gracias a investigaciones anteriores, pero tuve la suerte de encontrar un documento en el Archivo de la Inquisición, cuyos fondos están ahora depositados en el Archivo Histórico Nacional. Leí la tesis en 2016, tras muchos años de investigación que fueron una locura. La novela vino después. Una primera versión la escribí entre marzo de 2016 y agosto de 2017, luego la dejé reposar, volví a ella en varias ocasiones, la versioné en otras tantas y ahora por fin ve la luz publicada por Sibirana.
-¿Esos documentos aportaban novedades y datos con respecto a lo que ya se sabía sobre Arratia, que por otra parte era bastante?
-Algunos de ellos ya se habían publicado, otros, tan solo mencionado en escuetas notas resumidas. En la primera lectura, complicada, por otra parte, por su escritura procesal, me interesó el hecho de que todos los violeros de Toledo concurrieran como testigos al proceso, aportando unos y otros datos claves para el estudio del Arte de Violería en el Toledo de mediados del XVI.
-¿Qué documento, en concreto, encontró en aquellos archivos?
-Ese documento recogía los dos procesos inquisitoriales a los que sometieron a Mateo. El primero, tras la denuncia de la vieja Piçana, como se conocía en todo Toledo a Marta Ruiz, una bodegonera con muy mala reputación que regentaba una de las ventas más famosas de Toledo, llamada por todos El ventorro de la Piçana. Lo denunció por proferir blasfemias y encomendarse a los demonios dentro de su ventorro. Estamos hablando de mediados del XVI, en plena Contrarreforma. Unos años después, Funes, el fiscal del Santo Oficio, retomó el asunto y reactivó el proceso, sumando nuevas acusaciones, entre otras, las de Leonor, su primera mujer, con la que se casó siendo los dos unos críos, y las de dos violeros que vivían con él en la casa de la Ropa Vieja, una especie de studiolo, lo que ahora llamaríamos un centro cultural, donde además de construir instrumentos se enseñaba a niños a escribir y a mayores a danzar.
-¿Qué base real tenían esos procesos?
-Acusaciones fundadas en hechos reales. El mismo Mateo, después de ser torturado, llegó a reconocer que blasfemó, se confesó a los árboles puntualizando que eran tres, en clara alusión antitrinitaria; que conjuró a los demonios, que obligó a rezar en su tabla a Leonor, que rajó de un tajo la cara de un violero y profesor de danza que tonteaba con su mujer, que se relacionó con la misma mujer de su maestro, entre otras muchas cosas que ahora no cuento para no destripar la novela. Demasiadas bases, pero también demasiadas habilidades frente a las acusaciones de sus enemigos.
-¿Cómo acabó la cosa entre el Santo Oficio y Mateo?
-Mejor leerlo, ¿no te parece? Hablo demasiado...
-Me parece justo, pero dígame al menos qué clase de novela tenemos entre manos... ¿Es la biografía novelada de Mateo Arratia? ¿El capítulo de su procesamiento? ¿Un paisaje del Toledo del XVI?
-La novela habla del robo de una reliquia, de las aventuras de un heterodoxo, del ambiente de la Alcaná, centro comercial de la capital de las Españas. De los amores de Mateo con cinco mujeres, de la venta de libros prohibidos, de los conflictos entre los jesuitas y la elite eclesiástica más reaccionaria de Toledo. De una ciudad incapaz de digerir todos los estímulos artísticos y culturales que la asaetaban. Pero también habla de la muchedumbre famélica, de la peste, de las extravagancias rituales de los procesos inquisitoriales, de los individuos marginales que se enfrentan al poder. Y por supuesto, lo que más me interesa en ese contexto es el interior de los talleres, el atractivo de las maderas, esencias, aceites, barnices; el aroma de todos esos materiales, el esmero de aquellos grandes maestros en alcanzar la excelencia en la creación de aquellos delicados instrumentos y su obsesión por conferirles las mejores voces.
-Seguro que aprovecha para divulgar conocimientos sobre los artesanos violeros, y la construcción de instrumentos... ¿hasta qué punto eso es importante a la hora de escribir su relato?
-No tengo claro si uno escribe mejor sobre lo que conoce bien o sobre lo que inventa acerca de lo que desconoce. Conocer el apasionante universo de los violeros te da argumentos, está muy claro. Nosotros nos dedicamos a construir alegría, los instrumentos musicales son sus mejores vehículos. Esa carga energética que llevamos dentro, a veces, necesita eclosionar. Escribir sobre ella es una de las formas de compartirla con quienes no tienen ni idea de lo que estoy hablando ahora.
-Así las cosas, ¿en qué género cabría encuadrar la novela? ¿Biografía, historia, misterio, divulgación...? O dicho de otro modo... ¿para qué tipo de lector está escrita?
-Quienes la han leído suelen opinar que no se puede clasificar en uno solo de esos géneros, sino que comparte características de todos. No me atrevo a elegir uno de ellos, es complicado para mí observarla con afán taxonómico. Tampoco pensé en un tipo concreto de público lector. Por supuesto, intenté siempre conseguir que su lectura fuera fácil, aunque, a veces, los personajes se negaron hablar como nosotros y siguieron empeñándose a dialogar entre ellos de una forma que puede resultarnos extraña. Poco que decir al respecto, fue cosa suya.
-¿Se permite licencias históricas? ¿Mezcla ficción con el relato histórico documentado?
-La historicidad de Mateo y su entorno la publiqué en un artículo que salió en el número 31 de la revista de musicología Nassare, y también en mi tesis doctoral. La novela es otra cosa: un edificio construido sobre unos cimientos ya creados, o mejor dicho, lo que pudiera ser un edificio derruido que queremos reconstruir a partir de cimientos que se han conservado. Lo que pasa es que ese edificio, a todas luces, nada tiene que ver con el que pudo reposar sobre esa base. Los hechos históricos, no solo los asociados a la biografía de Mateo, sino también a la historia de las ciudades y espacios donde transcurre la narración, en especial a Toledo, me han servido para trazar parte de la mampostería de esa construcción, el maderamen o incluso la misma estructura tectónica, pero todo lo demás, que es casi todo, es pura ficción.
-Qué clase de hombre fue Mateo Arratia? ¿Qué tuvo de especial para que se haya detenido en su figura?
-Te respondo con una pregunta... ¿qué pensarías de un tipo que cuando le plantean si Dios está igual en la hostia consagrada o en una tabla donde lo había pintado responde que en la primera está por esencia y en la segunda por representación? Evidentemente era un hombre singular, capaz de mantener discusiones teológicas con inquisidores y canonistas, y a la vez un tipo sorprendente, contradictorio, un gran artista, como sabemos por los testimonios con los que contamos sobre la calidad de sus instrumentos. En definitiva, el mejor protagonista de una novela que estaba pendiente de escribir, pero una figura tan atractiva de la que queda en el aire la mayor parte de su misterio, por mucha tinta que le hayamos dedicado.
-¿En qué sentido destacó como violero, como constructor de instrumentos?
Mateo Arratia, y hablamos ahora de lo que sabemos por los documentos que conservamos sobre él, era un gran violero. Recordemos, para los que no lo sepan, que violero y luthier son sinónimos, aunque la segunda denominación de nuestro oficio no sea más que la traducción al francés de laudero, voz que precedió en algunas décadas a la de violero. Bien, Mateo era grande, evidentemente. El inventario de su taller así lo demuestra. En él se conservaban una gran cantidad de instrumentos y herramientas. Pero también sabemos que tuvo varios aprendices y oficiales que llegaron a ser famosos. El más reseñable de ellos fue Pablo de Herrera, que más tarde llegó a ser nombrado violero oficial de Felipe III. Conocemos también muchas referencias a sus instrumentos. El propio proceso inquisitorial redunda en la maestría de Mateo.
-De un prestigioso artesano violero se espera cierta cultura, cierto estatus social... pero Mateo Arratia también era, al parecer, un hombre pendenciero y con tendencia a meterse en líos... ¿esto le convertía en alguien atípico, se salía de la norma?
-Contamos con mucha información sobre los violeros, su normativa gremial, incluso su posición social y económica entre los artesanos mejor valorados. Un estudio sobre los gremios granadinos los sitúa en segundo lugar tras los plateros. Por supuesto, los maestros violeros se formaban durante años, primero como aprendices, luego como oficiales. Estaban muy especializados. Solo se les permitía construir aquellos instrumentos de los que se habían examinado, de ahí que entre ellos hubiera escalafones. Mateo era uno de los mejor formados, así lo demuestran las cartas suyas que conservamos, algunas incluidas en la novela. Como ser humano no es que fuera atípico, es que era único. No es que se saliera de la norma, creaba las suyas propias y quería someter a los que le rodeaban a ellas.
-Todo eso lo convierte en el protagonista ideal de una novela, ¿verdad?
-Había demasiados espacios que rellenar, demasiadas teselas perdidas en un mosaico que merecía ser reconstruido. En un trabajo histórico hay que ceñirse a la evidencia documentada, una novela te da la libertad para crear un mundo a todas luces ficcional, pero quizá consistente. ¿Pudo ser así? No lo sabemos. ¿Nos divierte, nos enriquece, nos traslada el inventarlo? Sin duda, ¿por qué no jugar a eso cuando lo hacemos a cosas mucho más absurdas?
-¿Ha sido gratificante su primera experiencia como novelista?
-Es una experiencia muy recomendable desde muchos puntos de vista. Una forma muy diferente de escribir, de documentarte. Te hace pensar otros mundos posibles o imposibles. Juegas a cada rato con la cara que tiene que poner este o aquel personaje, les haces equivocarse, tropezar. Te ríes a solas con esas cosas tan inocentes. Otras veces los llenas de poder y su fuerza llega a arrastrarte a situaciones tan insostenibles como lo que estamos haciendo con el planeta, entonces tropiezas tú. La satisfacción viene cuando tu cerebro agradece que hayas cumplido la rutina diaria, esos pequeños deberes que te pones para poder terminar la obra, unas cuantas palabras, unas cuantas páginas, depende. Lo más duro han sido los momentos en los que tienes la sensación de estar perdiendo el tiempo. Luego viene el comentario de quienes te han leído, cómo se agradece, sea lo que sea lo que te digan. De momento todos los que lo han hecho me han agradecido que la haya escrito. Por supuesto, que nadie se atreva a decirme lo contrario o llamo a Arratia.
-No me gustaría vérmelas con él... o quizá sí. En cualquier caso, ¿repetirá experiencia? ¿Volverá a publicar novela?
-Pues claro, esto es un vicio insaciable. Estoy terminando otra, quizá este mismo verano. Ya tengo terminadas las paredes, el tejado y los tabiques interiores. Principio quieren las cosas. Andamos ahora con la cosa del mobiliario, instalaciones eléctricas y fontanería. El tema es distinto, muy actual y cercano, inspirada en el mamoneo que se llevan ahora algunos con eso de las energías verdes que no son de un verde transparente, sino más bien de un verde vejiga declinante a un verde muy oscuro.
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