Fotografía de moda, de denuncia y artística en el Seminario de Albarracín que dirige Gervasio Sánchez
Profesionales ya consagrados narran sus experiencias a fotógrafos que buscan abrirse caminoEl Seminario de Fotografía de Albarracín es un espacio donde tienen cabida todo tipo de imágenes, desde las artísticas a las de denuncia pasando por las publicitarias o de moda. El fin de semana quedó patente con las tres ponencias que hubo por la mañana, que mostraron tres caras bien diferentes de una misma disciplina. Desde la fotografía artística pensada para emocionar de Mayte Vieta a las capturas de Antoni Bernard para vender los trajes de Pertegaz sin olvidar las fotografías con la cara más cruda de la India o Senegal que mostró Manuel Vieta. Todas ellas se exhibieron ayer en Albarracín durante el XVIII Seminario de Fotografía, en el que participan en torno a 170 personas, entre profesionales ya consagrados y estudiantes.
Gervasio Sánchez, codirector del Seminario de Albarracín, destacó que, precisamente, los ponentes se seleccionan con el fin de que muestren diferentes puntos de vista. Además, destacó el gran número de trabajos presentados por los alumnos y, sobre todo la calidad de los mismos ya que uno de cada tres pasan la fase previa a la selección de los ganadores de las becas, cuyos nombres se conocerán hoy.
Mayte Vieta relató su trayectoria profesional, desde su acercamiento a la fotografía hasta la fusión que ha hecho con la escultura. Para ella el espacio es esencial y sus instalaciones se realizan, siempre que es posible, de manera específica para el lugar donde van a mostrarse. Explicó que la base de su trabajo es el dibujo y que muchas de sus obras parten de bocetos, aunque en otras se deja llevar de forma espontánea por la luz. Vieta empezó muy joven en el mundo artístico y, a través de becas, logró hacerse un hueco en el mundo del arte. Ahora sus creaciones integran el catálogo de los principales coleccionistas de España. Su obra está estrechamente unida a su vida y en algunas de sus instalaciones es su propio cuerpo el protagonista de la imagen.
Manuel Viola comenzó tirando en analógico pero su consagración como fotógrafo llegó de la mano del digital. Sus primeras tomas tenían un regusto de carrete y el artista buscaba en ellas el contraste máximo entre el blanco y negro, que a lo largo de su carrera fue suavizando. Es médico de profesión y entiende la fotografía como un compromiso de “hacer visibles” determinadas situaciones “a una sociedad con una escala de prioridades que a la mayoría no nos satisface”.
Los niños Talibés de Senegal, esos a los que sus padres abandonan en escuelas coránicas y que viven en un estado de esclavitud, sometidos a continuos abusos el resto de sus vidas, o los habitantes de los Slum, los barrios de chabolas de India, han sido algunas de las miradas que ha captado su objetivo. Eso sí, siempre estableciendo una relación de tú a tú. “En mis fotografías jugamos los dos, uno a cada lado de la cámara”, dijo, y esa complicidad sin duda se nota porque sus tomas son frontales, directas y empáticas: “Están hechas entre los dos, ellos posan y yo disparo”, aseguró.
Sus fotografías no dejaron indiferente a nadie, ni siquiera a Antoni Bernard, que reconoció que no se atrevía a enseñar sus fotos, “una memez, un capricho mío”, declaró, en comparación con las reivindicativas tomas de Viola. Bernard contó algunos de las anécdotas vividas con grandes modelos y personalidades de la cultura o la sociedad española.
Sandra Balsells, codirectora del curso, incidió en la “retroalimentación” entre los tres ponentes de la mañana de ayer y cómo se han valorado respectivamente los trabajos.