Encarna Ferrer y Silvia Gil reivindican lo femenino y lo artesano en ‘Lo tejido’
Las artistas turolenses exponen en la Casa de Cultura de Monreal hasta el próximo 17 de abrilLa Casa de Cultura de Monreal del Campo acogerá hasta el 17 de abril la exposición Lo tejido, de las artistas turolenses Encarna Ferrer y Silvia Gil. La muestra se enmarca dentro de una serie de actos convocados por el área de Cultura la localidad del Jiloca con el título Monreal del Campo con Voz de Mujer, y que tendrán continuidad el 11 de marzo con un taller sobre Lenguaje Inclusivo a cargo de Nuria Latorre, y la presentación del libro Todo es agua, de Begoña Garrido, al día siguiente.
Lo tejido gira en torno a una doble reivindicación; por un lado la actividad textil, que tradicionalmente ha formado parte “de algo tan alienante como las mal llamadas tareas domésticas”, como explica Ferrer. “Mi abuela bordaba y mi madre nos hacía la ropa”, explica esta diseñadora textil y patronista, egresada además en Bellas Artes. “Reivindico estas tareas que se han asociado siempre a lo femenino desde lo peyorativo, como una tarea de sometimiento, carente de valor, de intelecto o de pericia”. En ese sentido llama poderosamente la atención, según Ferrer, que “los grandes modistas son hombres, pese a que las que hemos cosido siempre somos las mujeres”. Encarna Ferrer sostiene que en este campo, como en el de la cocina y tantos otros, “sucede que cuando a algo se le da un aura intelectual o de gran valor, automáticamente los hombres sustituyen a las mujeres. Nosotras hacemos los bajos de los pantalones y cocinamos a diario, pero ellos hacen alta costura y son grandes chefs”.
Otras de las reivindicaciones que lanza Lo tejido es el valor de la pieza artesanal, en ocasiones denostada frente a lo artístico, quizá por su carácter frecuentemente útil, o porque se entiende que cualquiera con cierta habilidad puede ser artesano, mientras que para ser artista es necesario una percepción o una sensibilidad especial. “La artesanía ha influido muchísimo en el arte contemporáneo”, sostiene la artista, que además recuerda el valor terapéutico y hasta espiritual que tiene el trabajo artesano. “Tejer es algo lento, que requiere calma y concentración, y que tiene valor terapéutico en este tiempo tan loco que estamos viviendo. Ahora la gente para relajarse se está apuntando a clubes de ganchillo o de tejer, lo que hacían nuestras abuelas en la puerta de casa, como si fuera un nuevo yoga”.
Esa visión del tejido como un concepto a explorar con perspectiva de género, que inspiró el Trabajo de Fin de Grado de Encarna Ferrer, y esa reivindicación de la artesanía en la primera línea de la actividad artística y creativa, una de las principales líneas de trabajo de Silvia Gil, han reunido a las dos artistas.
Gil afirma, no sin razón, que introducir el lenguaje artístico en la artesanía es transformarla en arte de pleno derecho, si es que algún día no lo fue. “La diferencia entre arte y artesanía es una discusión que jamás se resolverá”, afirma. En ella tiene que ver asuntos como el diseño, como el trabajo manual, “especialmente en una época en la que cada vez se trabaja con más tecnología”. Silvia Gil, para quien en realidad “no es necesario defender la artesanía, porque se defiende sola”, afirma que trabaja habitualmente con ordenadores, “pero de vez en cuando tengo que hacer algo real y físico con mis manos, porque es lo que, como artista, te devuelve de nuevo a la tierra y te pone los pies en el suelo”.
Cinco piezas expuestas
Las piezas que expone Encarna Ferrer, como parte de su TFG, son una buena carta de presentación de una artista en busca de su identidad creativa. La pieza Constelación es una instalación formada por un conjunto de aros de bordar con un mensaje en cada uno de ellos, bien un autorretrato de ella misma, un tapete que realizó su madre, una foto de su abuela... Son pequeñas estrellas de una gran constelación que además redunda en algo a lo que Ferrer da especial importancia: “La práctica de la artesanía textil -coser, bordar, tejer- genera un vínculo y una colectividad entre miembros de una familia o de una comunidad” que son metáfora del propio tejido. En ese sentido Encarna Ferrer recuerda el concepto del yarnbombing, una suerte de arte urbano a través de la colocación de tejidos en árboles o mobiliario urbano.
Además Ferrer presenta un mural, Grita mujer, realizado con notas de colores que forman una flor como si estuviera realizada en punto de cruz. El objetivo es crear, a través de esta técnica de tejido que es “muy antigua, como una de las básicas”, un mural absolutamente contemporáneo en la forma y en el fondo, donde incluso el cuadro de color imita el pixel en el que hoy se descompone cualquier imagen digital que observamos. “Una cosa que nos parece tan moderna, y que sin embargo ya estaba inventada con este tipo de bordado”, bromea Ferrer.
En tercer lugar, la instalación Madejas de pensamiento hace referencia al bullir de ideas que están en el origen de todo y que Encarna Ferrer construye como suma de fragmentos que se entretejen entre sí.
En cuanto a Silvia Gil, su reflexión sobre al artesanía y el concepto de tejido se materializa en el trabajo con fibras vegetales y bandas de papel reciclado y papel vegetal. Gil va del hilo al mimbre, aunque “el concepto e incluso el trabajo físico, los movimientos repetitivos, son idénticos en ambos casos”.
Su pieza Diálogos reflexiona sobre la figura del artesano y del aprendiz. Una gran aguja de madera, dos sillas de anea, esparto y un manual tratan de dialogar con el espectador al máximo nivel: su objetivo es que el visitante aprenda a realizar un cordel de tres ramales participando de forma activa en la elaboración de esta.
Otra pieza es Ensayos, una instalación formada por numerosas piezas de cestería y mimbre creadas por Silvia Gil, que de algún modo pretenden poner el acento en el proceso creativo, más que en el objeto efectivamente creado. “Durante mucho tiempo me interesó la técnica que fui aprendiendo, y acabó atrapándome. Quería aprender más, superarme técnicamente. Y al final terminó siendo más importante para mí el proceso de creación que el objeto, porque en cuanto lo terminaba empezaba otro”.
Este último aspecto entronca con otro ámbito común que comparte con Encarna Ferrer, la calma y lo pausado frente a lo vertiginoso. La cestería tiene un ritmo natural, igual que cualquier técnica de bordado o tejido, que requiere de concentración, organización y pericia para ser trabajada. Elementos que, lejos de ser denostables por su baja calaña, por su simpleza o por ser de escasa importancia, son una expresión incontestable de la actividad artística al nivel más alto.
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