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Eloy Fernández Clemente protagoniza  el último número de la revista Turolenses Eloy Fernández Clemente protagoniza  el último número de la revista Turolenses
Eloy Fernández Clemente, entrevistado por Toni Losantos. Turolenses

Eloy Fernández Clemente protagoniza el último número de la revista Turolenses

La publicación edita una entrevista a título póstumo con el historiador y escritor andorrano
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Con el permiso de Eloy Fernández Clemente, profesor, historiador y escritor andorrano fallecido en diciembre de 2022, otras muchas referencias turolenses  de la historia, la literatura, la música o el arte forman parte del sumario del último número de la revista Turolenses, editada por el Instituto de Estudios Turolenses con la colaboración de los centros de estudios de la provincia y diferentes asociaciones culturales.

Fernández Clemente protagoniza la entrevista central de la publicación, que el profesor de literatura Toni Losantos mantuvo con él en su estudio pocas fechas antes de su fallecimiento, a los 80 años. El fundador de Andalán, que manifiesta en sus páginas que “en sesenta años hemos saltado de la Edad Media a la sociedad digital”, sin saber muy bien si se refiere a Teruel o a Aragón, que tanto da, conversó con Losantos de aquella revista que ha sido un referencia cultural, político y social en el Aragón de la Transición, y que como explicaba Fernández Clemente se gestó en Teruel, cuando formó parte junto a Labordeta o Sanchis Sinisterra de aquella generación luminosa del San Pablo, pero tuvo que publciarse en Zaragoza porque aquí todavía se estarían esperando los permisos.

También hablar de aragonesismo, de ese aragonesismo que hoy se bifurca en un sinfín de siglas y que, según Fernández, no llegó a ser nunca separatista. “Los aragoneses, incluso los aragonesistas, no se sienten ni más ni menos españoles que nadie. Quizá no se ha llevado bien el desarrollo del estado autonómico. Yo concibo la identidad en los términos que el historiador Ramón Villares analiza el galleguismo: una identidad asociada sobre todo a la cultura. Es lo que siempre quisimos. La llama de Andalán sigue viva”.  No evadía polémicas que da de sí la identidad, como cuando asegura que le llamaba la atención “lo que ocurre con la zona oriental de Aragón, lindante con Cataluña, donde se habla una de las variedades dialectales del catalán. Algunos no solo niegan la evidencia, sino que hasta se han inventado una lengua: esos voceros del chapurriau tienen poca filología”.

Caterina Burgos es la autora de la portada del número de la revista

Y no puede evitar cierta nostalgia de lo político, de cuando lo político se entendía a lo grande, y afirma no sin razón que “ya no hay programas ideológicos. La gente vota imágenes, eslóganes”.

Más allá de la excelente entrevista a título póstumo que el número 21 de la revista Turolenses publica con Eloy Fernández Clemente, el arte y el diseño gráfico ocupa un espacio destacado en dicho número, que cuenta con la colaboración especial de Ernesto Utrillas Valero, director de la Escuela de Arte de Teruel.

Utrillas coordina el dossier de la revista, que se dedica a la actividad provincial en el campo del diseño y las artes gráficas, en el que además participan Josefina Clavería, Pedro Zarzoso y Raúl Antón. Además Utrillas aporta un artículo sobre Diego Aznar, uno de los pintores de referencia de Teruel, a quien numerosos artistas deben además parte de su vocación artística gracias al estudio en el que ejerce la enseñanza.

Además Ernesto Utrillas aporta un artículo sobre el patrimonio  de los peirones que se encuentra en los términos municipales de Visiedo y Camañas, en la paramera más extensa de Aragón.

Por su parte, Julio Gracia Luna aporta información sobre Luis Royo (Olalla, Teruel, 1954), ilustrador de prestigio internacional de libros, portadas de vídeos y videojuegos o libros personales de autor, y cuyos inicios profesionales se gestaron en torno al mundo del cómic, junto a Antonio Altarriba.

Fernando Burillo desde un buen artículo a uno de los turolenses más ilustres y venerados, nada menos que el Torico. Desde una perspectiva científica, se busca una justificación a la estrella que aparece en el escudo de la ciudad, más allá de la leyenda que cuenta que el astro brillaba sobre el animal como una señal divina que indicaba que en ese lugar y no en otro había de fundarse la ciudad. Burillo vincula esa fundación con el estallido en 1054 de una supernova -una estrella que muere plegándose sobre sí misma hasta que estalla- cuyos restos todavía son visibles hoy al telescopio en la nebulosa del Cangrejo. Aun cuando el mundo occidental no dejó constancia escrita del hecho, sí lo hizo la cultural china, sorprendida como también debieron de quedar los cristianos por la luz de la supernova, visible según el autor en Tauro, precisamente entre las dos estrellas que determinan la cornamenta de la constelación.

Además Carlos Casas descubre para la revista Turolenses el Centro de Conservación de Carreteras de Teruel, convertido en el único museo sobre las carreteras que existe en España, que además de un lugar poco conocido y tremendamente interesante es aula didáctica para escolares turolenses. Abierto en 2017, este museo fue abierto con el material recopilado en la Unidad de Carreteras de Teruel durante más de treinta años, además de una serie de maquetas de Modesto Pascual Garcés y de una gran colección de fotografías históricas.

La nueva música de raíz en Teruel es el título, y más bien la tesis, que aporta Miguel Ángel Fraile en un artículo en el que reivindica un resurgimiento en la música que reedita o funde el folclore popular en la provincia de Teruel gracias según el autor a varios factores, “como el trabajo invisible en los pueblos de Teruel de jóvenes entusiastas del folclore, asi como el de investigadores como Lucía Pérez en Jorcas, Carolina Ibor y Diego Escolano en el Maestrazgo, o del grup Lahiez, por nombrar algunos ejemplos sobresalientes de un indispensable trabajo didáctico e investigador”.

La proliferación de escuelas de música en la provincia en los estertores del siglo pasado, según Fraile, propició que junto con la inclusión en sus programas de instrumentos como la dulzaine, el tamboril o la gaita de boto, se diera una nueva generación de músicos que no dependían “de la red que se concentraba fundamentalmente en la capital aragonesa”.

Junto a Lugh o Les Morenilles, pasando por Alarifes de San Martín, Esfuriatronadas o Arcolán, además de un gran número de referencias por la provincia de Teruel, Fraile se detiene en alguno de los festivales que, a lo largo de su territorio, toman el folclore como protagonista o al menos como actor secundario destacado en sus programas, desde Poborina Folk a Arundo Donax en La Pueblo de Híjar, pasando por Festifak, Tamborile o Folklore Vivo de Las Parras de Martín.

En cuanto a los personajes ilustres, María Pilar Benítez se detiene en María Moliner en Teruel. La autora de su famoso diccionario y uno de los mitos de la II República Española, reforzado por la grandiosa obra que dejó escrita y por su no elección para ocupar el sillón B de la Real Academia Española, nació en Paniza (Zaragoza) en 1900, aunque la provincia de Teruel no le fue ajena en su vida.

Su abuelo paterno era de Foz-Calanda y tuvo un tío médico en el balneario de Baños de Segura  pero además ella veraneó en Manzanera con sus hijos, como muchas de las familias que, como la suya, residía habitualmente en Valencia. Moliner y su marido participaron en la puesta en marcha en 1930 de la Escuela Cosío, que bebía del ideario de la Institución Libre de Enseñanza, y vieron en Manzanera el escenario perfecto para mantener en verano los postulados que en invierno se seguían en el centro que dirigía José Navarro.

Fruto de esa actividad, en Manzanera se desarrolló en 1933 una Misión Pedagógica y en 1934 fue visitada por los turolenses Vicente Iranzo Enguita, ministro de Industra y Comercio, y Miguel Artigas Ferrando, director de la Biblioteca Nacional.  El autor también cuenta en su artículo los detalles de como la sublevación de 1936 cogió al matrimonio Ramón-Moliner en Manzanera, aunque de inmediato regresaron a Valencia donde se sentían más seguros, al permanecer la capital bajo la administración legítima republicana. El traslado, según contó su hijo Fernando Ramón, fue en un camión de milicianos y no exento de peligro y de miedo.

El sumario del número 21 de la revista Turolenses, que coordina Javier Alquézar Penón, director del Centro de Estudios Locales de Andorra, incluye además un buen número de artículos sobre aspectos y personajes de interés en numerosos ámbitos de la cultura y la sociedad turolense. Emilio Benedicto escribe sobre las salinas turolenses en Arcos, Ojos Negros, Royuela o Frías de Albarracín, o Francisco Javier Sáenz Guallar relata las prácticas sadomasoquistas que tuvieron lugar en el convento de la Purísima Concepción de Cuevas de Cañart, que le costaron a mosén Joaquín Miralles un proceso por parte de la Inquisición, en cuyas actas se ponen al descubierto los particulares gustos sexuales del confesor de 39 años.

Como diseño de portada y contraportada, Turolenses recoge unos detalles de la serie a e i o u de la artista turolense Caterina Burgos.