Síguenos
El taller de cortos del Festival Buñuel Calanda se asienta en el calendario El taller de cortos del Festival Buñuel Calanda se asienta en el calendario
Algunas de las chicas de uno de los grupos del taller de cortometrajes ruedan una secuencia en el interior del Centro Buñuel de Calanda. Laura Correas

El taller de cortos del Festival Buñuel Calanda se asienta en el calendario

Veinte niños de entre 9 y 14 años han participado en el curso que se organizó por cuarta ocasión
banner click 236 banner 236

Desde hace tres años el Taller Infantil de Cortometrajes que dirige Mario Barro durante el Festival Internacional Buñuel Calanda (FIBC) es una de las actividades más características y esperadas en la localidad. Buena prueba de ello es que esta cuarta edición, que concluyó el viernes, no solo contó con la participación de niños repetidores, que ya han participado en anteriores ediciones del taller, incluso en todas ellas en algunos casos, sino que siguen siendo muchos los pequeños de nueve años que se siguen incorporando campaña tras campaña a la experiencia. 

Mario Barro, doctor en Comunicación Audiovisual y profesor en la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Autónoma de México, dirige desde sus inicios el taller. El mexicano asegura precisamente que la cantidad de nuevos alumnos de 9 años es una de las cosas que más le ha llamado la atención en la cuarta edición del taller. “Me parece normal que los chavales que lo hacen y les gusta repitan, pero que vengan tantos niños nuevos me parece muy bonito. Significa que se está construyendo una buena cantera en la zona”.

En el taller de cortos del FIBC 2019 participaron 20 niños de entre 9 y 14 años, de Calanda pero también de Alcañiz o de pueblos de la contornada. Distribuidos en cuatro grupos de cinco personas, cada grupo escribió, produjo, rodó y editó un cortometraje, en tan solo cinco días, que fueron proyectados en el FIBC el pasado viernes, como un acto más de Festival. 

La metodología de aprendizaje por proyectos que aplica Mario Barro supone que desde el primer minuto los chavales se ponen manos a la obra, lo que constituye la clave del éxito del taller. “Los niños tienen claro que el objetivo del curso es estrenar un cortometraje en cinco días, y no perdemos tiempo”. El primer día escriben las historias y realizan el guión, el segundo día se dedican a la producción, pidiendo permisos si es necesario, consiguiendo el vestuario, buscando localizaciones para grabar o haciendo casting de actores –ya que algunas de las producciones cuentan con la participación de personas que no forman parte del taller. El tercer se realiza el rodaje, con cámaras de teléfonos móviles, el cuarto día se editan los brutos y se monta la película y el quinto día se pulen los detalles y se estrenan los cortometrajes. 

Para cualquier adulto, acostumbrado a sufrir parálisis por análisis –recopilar gran cantidad de información antes de dar el primer paso práctico, algo que al final suele ser una excusa para procrastinar, terminar no moviendo un dedo y neutralizar la posibilidad de sufrir un fracaso– o incluso para un profesional del cine rodar un cortometraje desde cero en cinco días suena a locura, pero no para un niño. “Para ellos es algo divertido y novedoso, un juego al que se lanzan sin más. No hay un nivel de exigencia dado ni tiene que ser un corto perfecto, porque el objetivo es que consigan tenerlo hecho, sin más”, explica Barro. 

El taller explota lo intuitivo que tiene el cine y la capacidad de improvisación de los niños, que ni estudian teoría del cine ni la han estudiado con anterioridad. “Los niños conocen el lenguaje del cine de forma intuitiva”, precisa el profesor mexicano. “No saben que un plano secuencia se llama así, pero lo conocen y pragmáticamente saben utilizarlo”. De hecho este especialista de la obra de Buñuel sostiene que cualquier persona que ha visto cine y que está interesado en contar historias a través de las imágenes está preparado para hacerlo y termina aprehendiendo el lenguaje audiovisual de forma intuitiva. “Muchos directores de cine no han estudiado cine, igual que los niños aprenden a hablar antes de ir a la escuela. De hecho no es necesario ir a una escuela de cine para aprender a hacerlo”. 

“Esto no significa que no haya que estudiar cine”, matiza Mario Barro. “Yo soy académico y enseño cine, y no voy a tirar piedras sobre mi propio tejado. Si estudias en una buena escuela vas a aprender mucho y a tener herramientas muy útiles, pero sé que no es imprescindible”. 

Temas locales

Los cuatro cortos que se estrenaron se titulan El misterio de Buñuel, Qué pasa con Emma, Las pistas y Caín y Abel de Calanda. Las historias que los niños calandinos quieren contar no se remiten a ficciones copiadas del cine comercial y las sagas infantiles de éxito, sino que se remiten a temas locales, muy del Bajo Aragón. “Muchas de las ideas que aportan tienen como referentes los típicos de Calanda; el tambor, el melocotón, Buñuel”. Este no es un requisito previo del taller para realizar el guión, ya que Maria Barro asegura que no se inmiscuye en absoluto en la historia que se trata de representar en cada corto, “pero estoy encantado con que los niños quieran hablar de temas locales, que quieran contar sus historias. Es un buen síntoma”. 

Cualquier aficionado que vea cine sabe que las películas infantiles tiene poco que ver en apariencia con el cine adulto, y más todavía con las películas antiguas consideradas clásicas. Es lógico pensar entonces que las nuevas generaciones tienden a reproducir los lenguajes más contemporáneos, aunque Barro insiste que “el cine es cine” y cualquiera de sus manifestaciones merece máximo respeto. “El cine que nosotros veíamos era un cine que tenía un tempo y un ritmo quizá más lento que el contemporáneo. Eso no significa que ya no se haga cine como aquel, porque hay directores que siguen utilizando la poética del plano secuencia, la tomas largas... pero otros muchos utilizan planos muy cortos, quizá más comerciales, porque el lenguaje evoluciona”. “Pero una cosa es lo que los niños ven y otra lo que prefieren hacer. Para ellos es más habitual ver una película con planos cortos, pero a la hora de contar una historia pueden preferir hacer un plano secuencia porque es más cómodo y también más intuitivo”. 

En ese sentido, Mario Barro está convencido de que “no hay que mitificar el pasado ni las películas solo porque sean antiguas. Antes también se hacía bodrios y hoy en día se ruedan películas tan buenas como Ciudadano Kane. La diferencia es que son tan nuevas que todavía ha pasado el tiempo necesario para que puedan ser analizadas en profundidad”.

Las diferencias más importantes que en el Taller de Cine del FIBC se ponen de manifiesto, entre la concepción del cine de los niños con respecto a la de los adultos, tienen más que ver con la tecnología. En esencia lo que hay detrás de las herramientas es básicamente lo mismo. “Hace quince años rodar un cortometraje con un teléfono era extraterrestre, pero hoy en día lo puede hacer cualquiera porque un móvil tiene una cámara mejor que la que se utilizó para rodar 2001, una odisea del espacio”. “Pero contar historias a través del cine”, remata Mario Barro, “es lo mismo desde hace 120 años”.