El Grupo Lumière ofrece su visión del paso del tiempo a través de la fotografía
La Casa de Cultura de Andorra ofrece la exposición ‘Tempus fugit’ hasta el día 15El Patio de la Casa de Cultura de Andorra acoge hasta el próximo 15 de diciembre la exposición fotográfica Tempus fugit, con 26 imágenes de doce artistas del Grupo Lumière, la asociación de fotógrafos vinculados al Centro de Estudios Locales de Andorra. Los autores turolenses agarran el aforismo de Virgilio para ofrecer su particular visión del paso del tiempo, del transcurso inexorable de las cosas, a partir de una serie de fotografías cuyo catálogo completo puede consultarse en la página celandigital.com.
La muestra fue inaugurada el pasado día 4 por Rosa Pérez, actual directora del Celan y miembro del Grupo Lumière, que como ella misma explicó es una “agrupación flexible de fotógrafos y fotógrafas” que, aunque está formado por artistas de varias procedencias, tiene su centro en la localidad de Andorra.
En este caso los participantes en la muestra son Manuel Abad, Javier Alquézar, Abilio Andrés, Benilde Edo, Carlos Estévez, Julio García-Aráez, Clara Gómez Galeote, Jesús Gómez, Salva Lorén, Luis M. Mencía, Rosa Pérez y Carlos Roca, comisariados todos ellos por el diseñador y dibujante andorrano RobertoâÂÂÂÂÂÂMorote.
El Grupo Lumières acostumbra a organizar exposiciones con cierta regularidad, cada uno de ellas sobre una temática concreta -en esta ocasión fue el paso del tiempo-. Rosa Pérez aprovechó la inauguración de la muestra, a la que acudieron varios de los autores y representantes institucionales, como el alcalde de Andorra, Rafael Guía, y su concejala de Cultura, Isabel Zamora, para recordar el proyecto de sacar las fotografías a las calles de Andorra en gran formato -en la sala pueden verse en 50x70-, con soportes adaptables, “que podrían servir de escaparates para mostrar otras propuestas culturales” del Ayuntamiento.
Abstracción y figura
Las veintiséis fotografías que pueden verse en Tempus fugit apelan a ese trancurso del tiempo, habitualmente con tintes de fatalidad en su discurso artístico, desde óptimas muy diferentes. Desde el figurativismo hasta la abstracción, como ocurre en la serie de tres imágenes Oquedad, de Salva Lorén, en las que las formas que se dibujan a partir de unas heridas que parecen producto de la erosión hidráulica en la roca se sugiere la lenta e inexorable acción del tiempo.
Jesús Gómez Planas presenta una serie titulada El bello durmiente de Xochimilco, en lo que es la recreación de un funeral inspirado en la figura del bello durmiente o niño dormidito, una figura tradicional que puede verse en la parroquia del barrio de San Juan Xochimilco de Ciudad de México.
Clara Gómez Galeote recurre al autorretrato en su pieza Cenizas, y también retrato es la serie que aporta Carlos Roca, formada por dos imágenes, Las manos de mi madre y Mi padre, cuyos títulos son suficientemente gráficos.
La arquitectura es otro de los lenguajes que utilizan algunos de los autores que exponen. Carlos Estévez expone El paso del tiempo I y II, con una casilla rural a la que se le ha desmoronado una de las cuatro paredes, y un balcón al que el paso del tiempo y la falta de mantenimiento al ajado la suntuosidad que debió de tener en otro tiempo.
Julio García Aráez expone Y llegó el olvido I y II, dos imágenes sobreelevadas, en blanco y negro, en las que de nuevo se relaciona el paso del tiempo con la degradación física, aunque sobre todo del concepto de la memoria, con dos viejos cementerios con aspecto de estar en desuso.
En términos similares -y también en blanco y negro- se expresa Luis M. Mencía, con dos imágenes de la serie Caleta Balleneros, los restos abandonados de una antigua instalación ballenera noruega que todavía pueden verse en la isla de la Decepción, situada en el continente antártico.
Relacionando el tiempo con la nostalgia, Rosa Pérez expone parte de la serie Antiguos comercios, con imágenes en color de las fachadas de algunos comercios que han superado el siglo de existencia, algo que revela la tipografía de sus carteles o sus escaparates, como la taberna madrileña Fatigas del querer o la corsetería zaragozana La Suprema. A la nostalgia también apela Abilio Andrés, con un tríptico formado por tres imágenes que titula precisamente Nostalgia, y que recogen la imagen de una playa.
Más simbólico se muestra Manuel Abad, que con ciertas influencias del fotógrafo Pascual Madoz reconstruye un cuadro que habla sobre el paso del tiempo a partir de elementos clásicos de la iconografía que ha generado ese concepto en la pintura, como son el craneo, las velas consumidas o a medio consumir, o los reloes de arena cuyo ciclo ha finalizado. Titula sus fotografías Fecha de caducidad y Humo respectivamente.
Javier Alquézar, por su parte, expone la serie formada por Hoja I, Hoja II y Hoja III, con tres imágenes en las que otras tantas hojas de arbol -de chopo, quizá-, aparecen fijadas al suelo de forma natural, a través de la presión o de la acción de bacterias y hongos. El factor vegetal también aparece en el caso de la artista Benilde Edo, con dos fotografías tituladas El paso del tiempo 1 y 2 en las que las amapolas son las protagonistas, y donde el concepto de tempus fugit es menos dramático o relacionado con la muerte, sino más bien con la estacionalidad y los ciclos que se perpetuan a medida que el tiempo transcurre de estación en estación.
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