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El Castillo de La Hoz de  La Vieja, una fortaleza  que se construyó en medio de una fuerte polémica El Castillo de La Hoz de  La Vieja, una fortaleza  que se construyó en medio de una fuerte polémica
Atardecer en el Castillo de la Hoz de la Vieja. José Francisco López

El Castillo de La Hoz de La Vieja, una fortaleza que se construyó en medio de una fuerte polémica

Se levantó en el siglo XIV por la petición de los vecinos, que querían una protección propia frente al enemigo
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Redacción: Rubén Sáez Abad & Javier Ibáñez González

El pasado 24 de julio, el Castillo de La Hoz de la Vieja fue noticia por su inclusión en la Lista Roja de Hispania Nostra, así como por las reivindicaciones para lograr su restauración. La construcción de esta peculiar fortificación hace 660 años, promovida también por los vecinos de esta localidad, fue en su momento objeto de una fuerte polémica.

El Castillo de La Hoz de la Vieja se sitúa en el tramo final de las hoces de la cabecera del río Armillas. Ocupa un minúsculo rellano en mitad de una amplia loma, en la margen izquierda del curso fluvial. Los límites de la fortaleza quedan definidos en su parte Noroccidental por un foso; por el Noreste y Suroeste por sendos escarpes que coinciden con niveles rocosos subverticales; por el Sureste el límite es más laxo, descendiendo la loma en pendiente creciente hasta los escarpes que definen la hoz sobre el curso fluvial.

Unas raíces muy antiguas

La fortificación tiene gran valor geoestratégico, al permitir controlar visualmente el estrecho por el que discurre el cauce fluvial y el camino tradicional que unía Montalbán con Belchite y el Valle medio del Ebro. Sin embargo, a pesar de su excelente ubicación, no permitía controlar directamente el paso.

Este buen emplazamiento explica que el enclave fuera ocupado en sucesivas ocasiones con anterioridad a la construcción del Castillo. En un estudio arqueológico de este emplazamiento que realizamos hace unos años, detectamos la presencia de cerámicas a mano de la Primera Edad del Hierro, pertenecientes a un enclave de función indeterminada. Pero las estructuras más antiguas conservadas corresponden a una fortificación de época ibérica o romana republicana; estaba formada por una muralla ciclópea, realizada con grandes bloques de piedra de más de una tonelada de peso, colocados sin mortero. Protegiendo su flanco exterior había un foso tallado en la roca, que también debió servir de cantera para extraer la piedra con la que se construyó la muralla.

Este enclave volvió a ser ocupado en época andalusí, documentándose añadidos a la vieja muralla ibero-romana. A este momento también podrían pertenecer diversas estructuras que afloran a la superficie en el exterior del castillo, realizadas con piedra y mortero de yeso de color rosáceo.

La polémica construcción

La construcción del actual edificio se remonta a la Guerra de los Dos Pedros. Poco antes de que se iniciaran las hostilidades con el reino de Castilla, muchos castillos aragoneses fueron objeto de intensos procesos de refortificación. Las obras se aceleraron en 1362, a raíz de la gran ofensiva castellana que lograría cortar el frente aragonés de norte a sur. Para acometer tan ambiciosos procesos constructivos, fue necesario recaudar importantes subsidios.

El 28 de octubre de 1364, el rey Pedro IV ordenó a Jordán Pérez de Urriés, Gobernador General de Aragón, que se mejoraran las defensas del Castillo de Montalbán. A la financiación de esta obra debían destinarse los fondos recaudados y bienes embargados en numerosas poblaciones cercanas, entre las que se incluía La Hoz de la Vieja. Como contraprestación, las autoridades de Montalbán se comprometían a darles refugio en caso de peligro.

Por aquel entonces, La Hoz de la Vieja era una de las diez principales aldeas de la Comunidad de Teruel. Contaba con 229 vecinos fiscales (monedaje de 1342), lo que equivalía a entre 500 y 600 habitantes. Su concejo no se mostró de acuerdo con que sus recursos se invirtieran en la mejora de las defensas de Montalbán. De ahí que le propusiera al monarca aragonés la construcción de un castillo en su propia localidad, capaz de otorgar protección a sus habitantes. Para ello, seguramente esperaban contar con los restos de las antiguas fortificaciones ibero-romanas y andalusíes, parte de las cuales todavía se mantenían en pie.

El monarca aceptó, iniciándose las obras con posterioridad al 28 de octubre de 1364. Se efectuaron con gran rapidez, a pesar del considerable volumen de cal y piedra necesarias para acometerlas. No obstante, parte de la piedra pudo ser reaprovechada de los mampuestos procedentes de las estructuras preexistentes. Además, las obras, realizadas durante los meses más fríos del año, debieron enfrentarse a la dificultad añadida del fraguado del mortero de cal.

Sin embargo, el esfuerzo de los habitantes de La Hoz de la Vieja fue baldío, ya que no se cumplieron sus expectativas. Las autoridades de Montalbán denunciaron que se había construido un “castillejo sin importancia", en lugar de la poderosa fortificación prometida al monarca. Y el 5 de febrero de 1365, el rey volvió a ordenar a los hozviejanos que contribuyeran económicamente a la mejora de las defensas de Montalbán. Más adelante, el monarca también acabó anulando el título de villa que había concedido a la población tras la conquista castellana de Teruel (1363), aunque le otorgó el privilegio de que no pudiera ser separada de la Comunidad de Teruel (1367).

La fortaleza de La Hoz de la Vieja era claramente insuficiente para proteger y albergar a la nutrida población de esta villa, que por entonces era entre 6 y 7 veces superior a la actual. Sin embargo, el edificio levantado tampoco puede considerarse como un “castillejo sin importancia”.

En la actualidad, la torre es la principal y casi única estructura visible del castillo. Posee una peculiar planta, fruto de la simbiosis de un semicírculo ligeramente achatado, con un rectángulo de 9,5 m. de lado (equivalente a 38 pies) por 7,8 m. de ancho (30 pies). Esta traza tan peculiar responde a la necesidad de reaprovechar al máximo las fortificaciones ibéricas y andalusíes previas, que quedaron casi completamente envueltas por la nueva fábrica.

Las nuevas construcciones levantadas sobre los muros preexistentes, se efectuaron con mampostería de piedra caliza de hiladas regularizadas. Estaba trabada con calcina e incorporaba grava negruzca con abundantes aristas. El lateral Suroriental, que era el único lienzo recto, se realizó mediante mampostería encofrada, con un revestido exterior de mortero de cal que enmascara el uso de una piedra más pequeña. En sus dos esquinas colocaron sillares de piedra rodeno.

La altura total de la torre se sitúa en torno a los 16 m. y está dividida en tres plantas. A ellas hay que sumar un cuarto nivel (inexistente en la fortaleza original), generado durante el siglo XX al excavar el relleno interior de la base. Conserva parte de las almenas del remate, algunas de las cuales se encontraban perforadas por saeteras. La puerta se sitúa ligeramente sobreelevada, a la altura del farallón rocoso, en el lateral Sureste. Debía tener un arco ligeramente apuntado al exterior y de medio punto al interior. Pero, por desgracia, las jambas y dovelas de piedra arenisca fueron arrancadas hace tiempo. Poseía un cierre de tranca y estaba protegida por un vano situado en la planta superior, desde el que era posible arrojar objetos sobre un hipotético atacante.

Los forjados de las plantas han desaparecido, conservándose tan solo algunas de las vigas que formaban parte de él, aunque sumamente deterioradas. Éstas sustentaban un suelo realizado con viguetas de menor sección, encajadas en mechinales abiertos en la fábrica y delimitados en algunos casos con ladrillos. No hay ninguna evidencia de la presencia de una escalera de fábrica, por lo que debía ser de mano. En la planta baja únicamente se abre la puerta de acceso. En la primera, el flanco semicircular está perforado por tres saeteras de derrame interior. En la segunda planta hay cuatro saeteras en la parte semicircular y una pequeña ventana en la vertical de la puerta.

Otras estructuras

Además de la torre, se observan restos de un posible recinto defensivo exterior. Para ello aprovecharía el afloramiento rocoso subvertical que delimita la loma por el Noreste. En él se aprecian aplanamientos y diversos entalles de origen antrópico, además de abundantes gnamas y formas naturales de disolución. Los huecos picados en la roca pudieron utilizarse para encajar los postes principales de una empalizada de madera, lo que permitiría aprovechar el afloramiento rocoso a modo de adarve.

Al Sureste de la torre también se observa la existencia de restos sumamente degradados de estructuras de piedra y yeso blanco y rosáceo, pertenecientes a construcciones indeterminadas.

En la parte Noroeste se encuentra el antiguo foso ibérico, al que ya nos hemos referido anteriormente. Es coetáneo a la estructura reutilizada que aflora en ángulo Suroeste de la torre.

El Castillo de la Hoz de la Vieja no cumplió la función para la que se construyó. Tampoco se tiene constancia de su uso en ningún otro conflicto bélico. Pero refleja mejor que ninguna otra estructura, el tesón de los hozviejanos de hace seis siglos y su empeño por evitar que la villa quedase relegada a un segundo plano. Además, su peculiar traza, la integración de estructuras antiguas, su curiosa historia y la celeridad con la que se construyó, junto con su buen estado de conservación, hacen merecedor al castillo de una visita. Falta que el edificio se restaure para que, además, se puedan disfrutar de unas inmejorables vistas de la villa y su intrincado entorno.

 

Foso y torre vistos desde el Norte