Del cofre del capitán Flint a Gringotts: un espacio que atesora lo más valioso
Turia es la primera referencia turolense que deposita su legado en la CajaNo hay nada más sugerente y poético que una gran cámara secreta, un espacio cerrado a cal y canto que guarda lo irrevelable y cuyos tesoros anhelan quienes andan tras el conocimiento. Desde la mítica fortuna del capitán Flint enterrada en La isla del tesoro hasta la Piedra Filosofal que se custodió en la cámara acorazada de Gringotts del universo de Harry Potter, pasando por la caja de seguridad de Edmond Dantes, donde se fragua la venganza de El conde de Montecristo o la propia Caja de Pandora, el Santo Sepulcro o el interior de las grandes Pirámides de Egipto que subyugaron a Alejandro Magno o Napoleón, si nos ponemos místicos.
La literatura nos enseña cientos de cajas fuertes repletas de tesoros, pero si hay una caja fuerte que custodia los principales tesoros de la literatura, esa es la Caja de las Letras de la sede madrileña del Instituto Cervantes. La institución ocupa el edificio de las Cariátides, en el número 49 de la calle de Alcalá, construido en 1918 y que fue sede del Banco Español del Río de la Plata, del ICO o del Santander Central Hispano. Tras su venta al Ayuntamiento de Madrid, que lo permutó con el Gobierno de España por el Palacio de Comunicaciones, en 2006 se convirtió en la primera sede del Instituto Cervantes, la institución cuya misión fundamental es promocionar y extender el uso del español por todo el mundo. Sin saber muy bien qué hacer con la magnífica cámara acorazada del sótano del edificio, con una característica entrada circular y 1.800 cajas de seguridad en su interior, el IC decidió en 2007 que el espacio cambiar las riquezas pecuniarias por las culturales, de modo que cada caja sería destinada a que una gran figura de la cultura del ámbito hispanohablante depositara allí su legado. Hasta la fecha hay una mayoría de escritores y personas relacionadas con el mundo de las letras pero también está abierto a pintores, científicos, músicos, actores o cineastas.
Los depositarios pueden elegir desvelar la naturaleza de su legado en el momento de depositarlo, como hizo Nicanor Parra cuando donó la máquina de escribir que había utilizado toda su vida y un poema inédito, o que su contenido sea secreto, como hizo Francisco Ayala, que dejó una carta manuscrita más un legado secreto que no se conocerá hasta que sus herederos abran la caja en 2057.
Víctor Ullate donó el chaleco con el que interpreto El Madrid de Chueca con el Ballet Nacional en 1982 y varias joyas familiares, aunque su cajetín no podrá ser abierto hasta pasado un siglo y medio. Ana María Matute dejó la primera edición de Olvidado Rey Gudú, Juan Goytisolo depósito dos manuscritos inéditos cuyo texto se conocerá el 5 de enero de 2031.
Una de las aperturas recientes más emocionantes fue la de los nietos del cineasta Luis García Berlanga, que desvelaron el legado secreto que depositó su abuelo en 2008. Fue en junio de 2021, en el centenario de su nacimiento, y en su interior estaba el guion inédito de Viva Rusia, con el que se completaba la saga formada por La Escopeta Nacional (1978), Patrimonio Nacional (1981) y Nacional III (1983), sobre la peripecia de los decadentes Leguineche que retrataron Berlanga y Rafael Azcona.
La Caja de las Letras guarda tesoros depositados -en algunos casos por sus descendientes- por Ana Belén, Alberti, Rosalía de Castro, Manuel de Falla, Fernando Fernán Gómez, Grupo Planeta, Informe Semanal, Rosa León, los hermanos Machado, Revista de Occidente, Paul Preston, Joaquín Sabina, Miguel Ríos o María Zambrano. Desde este lunes tendrá un nuevo tesoro de parte de Turia, la revista editada en Teruel.