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De Peñalba, en Villastar, a la Fuensanta, en Villel: la pervivencia de los espacios sagrados De Peñalba, en Villastar, a la Fuensanta, en Villel: la pervivencia de los espacios sagrados
La Montaña Escrita o Santuario de Peñalba (Villastar), visto desde la Capilla de la Aparecida

De Peñalba, en Villastar, a la Fuensanta, en Villel: la pervivencia de los espacios sagrados

Ambas manifestaciones culturales conviven sin fricciones y la sinergia entre ambas ayudará a potenciarlas
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Al Suroeste de la provincia de Teruel, en los abruptos relieves que delimitan por el Poniente el valle del Turia, se encuentran dos importantes centros devocionales: Peñalba y la Fuensanta. Casi solapados en el espacio, durante decenas de generaciones han atraído a gentes que residían a una o dos jornadas de distancia. Vistos en su conjunto, la influencia de estos espacios sagrados se remonta a un momento difícil de precisar, pero en todo caso anterior al siglo I d.C., prolongándose hasta la actualidad. Obviamente, durante un periodo de tiempo tan largo, se han registrado etapas en los que la actividad religiosa fue aparentemente muy limitada (o así nos lo parece con la información disponible), alternándose con otros de gran intensidad; e incluso con momentos en los que las manifestaciones culturales de ambos se solapan.

¿Esta convergencia es una simple casualidad o un ejemplo de pervivencia de los espacios sagrados?

Peñalba (Villastar) fue un santuario céltico al aire libre; un lugar de encuentro entre los dioses y los hombres situado en el medio natural, sin edificios de entidad. Desconocemos el momento exacto en el que adquirió su carácter sagrado, aunque sabemos que hubo una etapa de extraordinaria actividad en los siglos I a.C. y I d.C., en el que el santuario recibía gentes procedentes de ciudades situadas a dos jornadas andando (caso de Orosis, identificada como La Caridad de Caminreal). Además de multitud de cruces y grabados bajomedievales y de Edad Moderna, también se han identificado cruces de los siglos IV al VI d.C., que algún investigador vincula con la existencia de un eremitorio cristiano.

Milagro fundacional

La Fuensanta (Villel) se sitúa a 3,5 km de distancia de Peñalba. Desde al menos el siglo XIV hasta la actualidad, es el principal santuario mariano del Suroeste de la provincia, teniéndonos que desplazar a Orihuela del Tremedal o Alcalá de la Selva para encontrar centros devocionales de este nivel. Recibía de forma habitual romerías de pueblos de toda la contornada, algunos situados a más de 8 horas andando (Cella y Gea de Albarracín).

¿Se creó el Santuario de la Fuensanta para sustituir a Peñalba?

Aunque resulta fácil de intuir la conexión entre la Fuensanta y Peñalba, no es tan sencillo establecer el proceso que generó estos vínculos. No hay fuentes documentales o materiales que los asocien, siendo muy limitada la información disponible sobre la etapa final de Peñalba y los orígenes de la Fuensanta. Pero la “tradición” sobre este último santuario, trasmitida a través de las fuentes históricas de los siglos XVIII y XIX, guarda algunas posibles claves. Estas deben ser tomadas con la preceptiva prudencia, al referirse a acontecimientos que se encuentran dentro de la esfera de las creencias de los autores que las recogen.

Un primer punto a destacar es que la Fuensanta es un santuario con un “doble milagro” fundacional. Y que el milagro a partir del cual se establece el “santuario definitivo” supone una completa resignificación. La aparición de la Virgen a un pastor, la curación de este para demostrar a los convecinos que se trataba de un hecho real, el hallazgo de la imagen y su reiterado retorno al emplazamiento original (frente a los sucesivos intentos de llevar la imagen a la iglesia parroquial), tienen como escenario un escarpe rocoso, en la parte alta de una empinada ladera. Allí se construyó la Capilla de la Aparecida. Desde ese punto se tiene una de las mejores perspectivas del Santuario de Peñalba, al que todavía accedía la gente a trazar cruces y otros grabados. De haberse consolidado este punto como elemento central del conjunto, estaríamos ante un santuario rupestre parecido a los del Norte de Aragón; curiosamente, con una tradición eremítica similar a la  que algún autor ha propuesto para Peñalba. Evidentemente, el nombre de este nuevo santuario no hubiera sido “Fuente Santa”; tampoco la “Peña Blanca” o “Peña Alba”, dado el color de la roca sobre la que se asienta. Si quisiéramos ser tan descriptivos como los topónimos anteriores, hablaríamos de la “Peña Negra”, lo que inevitablemente nos recuerda al Santuario de la Virgen de la Peña Negra o Virgen del Moncayo, situado en otra montaña sobre cuyo carácter sacro en época celtíbero-romana se ha especulado mucho.

De haberse quedado aquí, el proceso que vinculaba Peñalba y la Aparecida hubiera sido más evidente, y hablaríamos de la cristianización de un antiguo espacio sagrado pagano mediante la creación de un centro devocional mariano; un “sincretismo espacial” con numerosos paralelos dentro del cristianismo. Pero con el traslado a la Fuensanta se quiso romper el evidente paralelismo entre ambos enclaves, posiblemente para borrar definitivamente el recuerdo del viejo espacio sacro. Eso explica el segundo milagro fundacional, que resignificó totalmente el santuario, con un nuevo “pacto” entre la Virgen y la comunidad; a petición de sus fieles, María abandonó los escarpes de la parte alta de la montaña y accedió a establecer su templo en el fondo del barranco, otorgándoles un nuevo “don”: una milagrosa fuente de aceite sanador. El proceso de traslado y sustitución del viejo espacio sacro había concluido con éxito.

La Capilla de la Aparecida, vista desde el barranco donde está la Fuensanta

Cuestiones sobre el proceso

Obviamente, surgen algunas dudas sobre cómo se fraguó todo este proceso. ¿Cuándo se creó el Santuario de la Fuensanta? La tradición fija el primero de los milagros el 5 de septiembre de 1238, pero las referencias documentales más antiguas que hemos encontrado datan de 1333. Desaparecidos los edificios más antiguos y a falta de información arqueológica, tan solo tenemos la derivada de la propia imagen; aunque la Virgen de la Fuensanta fue destruida en la Guerra Civil (se conserva una imagen vestidera del XVIII), disponemos de una fotografía realizada por Juan Cabré para su Catálogo artístico-monumental de la provincia de Teruel (1909-10). Gracias a ella, sabemos que la talla debió realizarse en el siglo XIII, siendo incluso compatible con la fecha trasmitida por la tradición.

¿Quiénes crearon el Santuario de la Fuensanta? Villel perteneció a los templarios desde 1196 hasta la disolución de la Orden; y como tal, esta institución era la responsable de la organización y mantenimiento del culto en el momento de la creación del centro mariano. Tras la desaparición del Temple, la Orden de San Juan “heredó” Villel y el santuario; este último fue completamente renovado en 1560, convirtiéndolo en priorato en 1568.

¿Cómo pudo desarrollarse el proceso? Hay dos puntos clave que articulan el Santuario de la Fuensanta: la Capilla de la Aparecida y la iglesia con la Fuente Santa. La secuencia establecida por la “tradición” es la más lógica: primero se crea la Aparecida, después la Fuensanta. Pero no necesariamente mediaron solo unos días entre ambos hitos. Sabemos que, cuando los de Teruel acuden en procesión a la Fuensanta en 1333, el santuario ya se conocía con ese nombre y ya se había realizado el traslado. ¿Los sanjuanistas crearon la Fuensanta en sustitución de una antigua capilla fundada por los templarios en la Aparecida? Sin duda, es una hipótesis muy sugerente y explicaría la procesión de los turolenses a un nuevo santuario, vinculado con una “recién descubierta” fuente milagrosa.

¿En qué momento se crea la “versión tradicional de los acontecimientos”, transmitida por Faci y por otros autores de los siglos XVII a XIX? Esta cuestión es difícil de responder; la creación del “relato” del milagro, vinculado con el de otras de “vírgenes aparecidas” o “descubiertas” en Aragón, implica un necesario alejamiento temporal de los acontecimientos. Aunque sea muy socorrido el recurso de referirnos a que se enmarca dentro de la “religiosidad barroca”, no deja de ser cierto que el actual edificio se construyó durante el Concilio de Trento y que la creación del priorato se realizó poco tiempo después. Es posible que el periodo más propicio para el origen de la “tradición” fuera durante la segunda mitad del siglo XVI o las primeras décadas del siglo XVII; en ese momento ya habían transcurrido más de doscientos años de la instalación del santuario mariano en su emplazamiento definitivo, y los detalles ya habían caído en el olvido.

Por último, cabe preguntarse por la efectividad real de este largo proceso. Es evidente que la Fuensanta opacó a Peñalba; pero cientos de símbolos religiosos cristianos dejan claro que el “olvido” costó varias generaciones. No deja de ser revelador el propio hallazgo de Peñalba por Juan Cabré en 1909; evidentemente, fue un indudable descubrimiento para la Ciencia; pero no para los vecinos (o para parte de ellos), que guardaban alguna noción sobre el carácter especial de este espacio; de no ser por ello, difícilmente Cabré lo hubiera encontrado, pese a su innegable sagacidad.
 

Fuente Santa, con su hornacina de 1795-96 y los gozos en azulejería de 1981

Convivencia y sinergias

Es posible que la mayor parte de las casi 100 últimas generaciones de pobladores del Sureste de la provincia de Teruel (y de otros territorios circundantes de provincias vecinas), tuvieran un enclave situado a caballo entre Villastar y Villel como uno de sus principales referentes sagrados. Desde hace unos años, Peñalba ha vuelto a resurgir como un punto de atención, aunque con unas connotaciones distintas a las del pasado. Y la luz de la Fuensanta se sigue manteniendo, a mitad de camino entre la Fe, la tradición y las señas de identidad. En el presente, ambas manifestaciones culturales conviven sin fricciones. Y posiblemente en el futuro, la sinergia entre ambas contribuya a potenciarlas.

Estos días, mientras en Villastar suenan los acordes del festival de música celta, en los escarpes rocosos y los abruptos barrancos de este territorio aún se sienten los murmullos de seculares ceremonias, realizadas en distintos idiomas y con diferentes credos.
 

Situación de Peñalba (P), la Capilla de la Aparecida (A) y la Fuensanta (F). La sacralidad impregna todo el territorio, como lo demuestra la toponimia (“Cerro de los Santos”