Daniel Tubau, escritor: “Muchas personas deberían descubrir y probar los placeres de la duda”
Ariel lanza ‘Sabios, ignorantes y felices’, el escepticismo en el foco de la mano del escritorSabios, ignorantes y felices. Lo que los antiguos escépticos nos enseñan (Ariel) es el último volumen que firma el inquieto y culto Daniel Tubau, un experto que no para. “Esta primera parte del año ha sido movida e interesante: he publicado este libro dedicado a los antiguos escépticos, he viajado a Cuba para dar un curso de guión de series, a Jaca para hablar de Helena de Troya y el feminismo, he comenzado a escribir un guión de largometraje, he iniciado un nuevo libro… En fin, he aprendido muchas cosas nuevas, que es lo que más me gusta”. Además, próximamente Daniel Tubau formará parte del jurado de la nueva edición del rally Desafío Buñuel pero, mientras llega la fecha, vayamos con su nuevo y atractivo libro.
-¿Somos, en general, más ignorantes de lo que creemos?
-Sin duda, pero, si sabemos que somos ignorantes, ya somos un poco sabios. Como decía Sócrates: "Sólo sé que no sé nada", y el escéptico Arcesilao añadía: “…y ni siquiera estoy seguro de eso". Los psicólogos han confirmado la opinión de esos sabios ignorantes, al descubrir el síndrome Dunning-Kruger: los incompetentes están convencidos de que lo saben todo, mientras que aquellos que son más competentes, no presumen de lo que saben, dudan mucho y son muy conscientes de todo lo que ignoran.
-¿Podemos vivir sin certezas?
-Por supuesto que sí. De hecho, así es como vivimos. Lo que pasa es que hay personas que necesitan creer que poseen muchas certezas, aunque ignoren que se trata casi siempre de cosas dudosas. En cualquier caso, es perfectamente posible vivir guiándonos, no por certezas, sino por probabilidades. El escéptico Carnéades desarrolló una interesante teoría de grados de probabilidad y sostuvo que con eso bastaba para vivir tranquilamente. ¡Y sin necesidad de engañarse!
-¿Es posible acostumbrarse a tener una expectativa cero ante las cosas?
-Supongo que sí, aunque eso es más propio de los estoicos, de los nihilistas o de los resignados, más que de los escépticos. Es cierto que a los escépticos no les preocupa no tener certezas absolutas, pero son muy inquietos y siempre están buscando algo, incluso la verdad, aunque sospechen que encontrarán respuestas sólo probables o verosímiles. También disfrutan con la expectativa de refutar a los dogmáticos, cosa que, según parece, siempre consiguieron en la Antigüedad.
-¿En qué eran expertos los antiguos escépticos?
-En encontrar los puntos débiles de cualquier argumento dogmático, descubrir aspectos nuevos de un problema, hacer preguntas, o establecer, casi dos mil años antes que David Hume o Immanuel Kant, que no vemos las cosas en sí mismas, sino que nuestros sentidos perciben apariencias que son interpretadas con las limitaciones de nuestra percepción y razón.
-Y, claro, son la gran alternativa a los estoicos que apuntaba antes.
-En la antigüedad eran dos escuelas filosóficas ferozmente rivales. Los estoicos tomaron muchas ideas de Sócrates y Platón, pero desde un punto de vista dogmático, mientras que escépticos ‘académicos’ como Arcesilao y Carnéades, que dirigieron la Academia platónica, prefirieron una interpretación escéptica. Es cierto que escépticos y estoicos coinciden en algunas cosas, como el elogio de la indiferencia o imperturbabilidad, pero se diferencian en otras. Los escépticos son más ingeniosos y divertidos, mientras que los estoicos son bastante rigoristas, quizá un poco hipócritas, y basan su virtuosa ética en una creencia dogmática en el orden cósmico, muy parecida al llamado ‘diseño inteligente’ de los cristianos integristas.
-Defienda el valor de la duda.
-La duda nos lleva a ser más tolerantes, escuchar a los demás, no imponer nuestro criterio sea como sea, estar dispuestos a cambiar de opinión. San Agustín decía aquello tan bueno de "la discusión es la única batalla en la que el que pierde gana". Por desgracia, él mismo no lo aplicó mucho, pero es una buena idea. El actor Anthony Hopkins hizo recientemente una gran defensa de la duda: “No sé nada, yo no sé nada. Cualquier ser humano inteligente tiene dudas. En la duda vive la piedad, en la duda vive la humildad. Si tienes certeza estás muerto. La certeza destruye a la gente.”
-Para usted, experto en Sherlock Holmes, ¿podríamos decir que el investigar le hace libre a uno?
-Sherlock Holmes es el ejemplo perfecto de un escéptico en acción. Comienza por dudar de todas las explicaciones de los policías y los implicados, no se fía de las apariencias e investiga y busca nuevas pistas. Eso es lo que significa ‘escepticismo (skepsis)’: buscar, investigar, mirar con atención. Respondiendo a su pregunta: creo que sí, que investigar y no conformarse con lo establecido o lo ya sabido nos hace más libres.
-¿Qué es lo mejor que aporta su libro?
-Tal vez sea que presento un panorama bastante completo no sólo de las tres escuelas escépticas: pirrónicos, académicos y cirenaicos, sino también del pensamiento escéptico en Grecia y Roma, desde dramaturgos como Eurípides, a poetas como Homero, políticos como Solón o Pericles, e incluso algunos filósofos considerados dogmáticos pero que hicieron un buen uso del pensamiento escéptico. La razón de incluir a toda esta gente es que, en mi opinión, escepticismo y filosofía son casi términos sinónimos. Cuando un pensador se hace dogmático deja de ser un buen filósofo.
-¿Y lo más práctico y útil?
-Probablemente, los diez tropos o argumentos escépticos de Enesidemo y los cinco de Agripa. Son argumentos que revelan lo poco fiable que es cualquier afirmación acerca de la verdad absoluta. Ningún filósofo dogmático ha logrado esquivarlos, aunque algunos, como Immanuel Kant han adoptado estas ideas y después han cambiado el nombre de escepticismo por el de ‘filosofía crítica’, tachando a los escépticos de ‘dogmáticos negativos’, porque niegan todo. Pero ya hemos visto que un escéptico lo que hace es dudar: “Quizá sí, quizá no”. Como decía Montaigne: “¿Qué sé yo?”.
-Aunque hay gente para todo, yo sin dogmas vivo mejor. Pero existen los que necesitan todo lo contrario, claro.
-Hace usted muy bien. ¿Verdad que se vive mejor sin tantas falsas seguridades y certezas, que al final nos obligan a engañarnos a nosotros mismos continuamente? Es verdad que muchas personas sienten la necesidad de adoptar algún dogma que les dé tranquilidad y seguridad, pero creo que deberían descubrir y probar los placeres de la duda.
-En definitiva, ¿sirve el escepticismo para lograr algo de bienestar o una pretendida pero auténtica felicidad, aunque ésta sea pequeña?
-Muchos escépticos pensaban que se podía alcanzar la felicidad al aceptar que podemos vivir sin certezas dogmáticas, algo en lo que coinciden algunos budistas. Uno de los primeros inspiradores del escepticismo, Anaxarco de Abdera, era llamado el Eudaimónico, es decir, el Feliz. Y parece que mantuvo una feliz imperturbabilidad incluso en el momento de su espantosa muerte, cuando fue machacado en un mortero y todavía tuvo ánimo para decirle al tirano: “Es el cuerpo de Anaxarco lo que trituras, no a Anaxarco”. Los escépticos, como casi todos los filósofos griegos, buscaban la vida feliz y parece que muchos la encontraron, algunos mediante la serenidad, como Anaxarco o Pirrón de Elis; otros, como Arcesilao, disfrutando de todos los placeres. Y algunos, como el romano Cicerón, que se declara escéptico ‘académico’, implicándose en política y manteniendo una constante actividad.