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Cristina Rubio: “El álbum de Montañés es un documento histórico de gran valor” Cristina Rubio: “El álbum de Montañés es un documento histórico de gran valor”
Un grupo de alumnos de la Escuela de Arte de Teruel visita la exposición Album de Pompeya de Bernardino Montañés junto a su comisaria, Cristina Rubio. M. A.

Cristina Rubio: “El álbum de Montañés es un documento histórico de gran valor”

La comisaria de la exposición de la Escuela de Arte de Teruel realizó visitas guiadas
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Cerca de unas cincuenta personas disfrutaron este lunes de una visita guiada a la exposición de acuarelas Bernardino Montañés. Álbum de Pompeya, que procedente de los fondos de la Fundación Ibercaja se exhiben hasta el próximo viernes, 1 de febrero, en la Escuela de Arte de Teruel. 

Lo hicieron de la mano de Cristina Rubio, subdirectora del Museo Goya de Zaragoza, responsable de Patrimonio de la Fundación Ibercaja y comisaria de esta muestra, que reúne 71 dibujos y acuarelas que el pintor aragonés Bernardino Montañés pintó del natural en el yacimiento arqueológico de Pompeya, en 1849. 

La exposición fue inaugurada el 16 de enero en presencia de José Luis Rodrigo Escrig, presidente de la Fundación Ibercaja, quien se comprometió a que la comisaria de la muestra, ausente ese día por causa mayor, visitara Teruel para ofrecer un acercamiento al valor histórico y estético de esa obra de Montañés. El lunes cumplió su promesa y ofreció cuatro visitas guiadas dentro de la propia sala de la Escuela de Arte de Teruel, una para miembros de la corporación municipal, dos para alumnos del centro y otra abierta a cualquier persona interesada. 

El Álbum de Pompeya nació con la visita en 1849 de Bernardino Montañés, a la sazón artista pensionado por la Diputación de Zaragoza en la Escuela de Roma, al yacimiento arqueológico de Pompeya. Cien años antes un  paisano suyo, Joaquín Alcubierre, había descubierto los restos de la gran ciudad romana que fue sepultada por el Vesubio en el año 79 junto a Herculano. Este descubrimiento, mediado el siglo XVIII, supuso un aldabonazo para la arqueología porque permitió por primera vez saber cómo estaba organizada una ciudad romana y cómo eran las decoraciones, las calles o los comercios, que se habían mantenido casi intactos tras la violenta erupción. 

Como explicó ayer Cristina Rubio, “hubo que esperar casi doscientos años para que tuviera lugar un descubrimiento del mismo calibro, con el hallazgo de la tumba de Tutankamón en 1922”, lo que agitó la conciencia y la imaginación de infinidad de pintores, artistas o literatos que, como Montañés, quisieron ver y recrear ese escenario. 

Montañés pintó con acuarelas infinidad de vistas de Pompeya, detalles de las decoraciones, figuras, esculturas o el propio Vesubio humeante y amenazador –un auténtico icono en pleno romanticismo–, con un virtuosismo impropia de un joven aunque prometedor pintor de 24 años. “Su objetivo no era el de documentar el yacimiento”, explicó Rubio, “sino sencillamente aprender y ejercitar su maestría, a pesar de lo cual su Álbum se convirtió en un documento histórico y artístico de enorme valor”.

Su trabajo fue tan exhaustivo, concienzudo y fiel a la realidad, que sus acuarelas siguen permitiendo parar el tiempo en 1849 y visitar Pompeya en ese momento, lo que ofrece no pocas ventajas, ya que entre su hallazgo en 1748 y tiempos relativamente recientes, la desidia hizo que muchos restos se perdiesen En sus 71 pinturas –algunas representan piezas de arte sacro del Museo de Roma que no tienen relación con Pompeya– pueden verse detalles que hoy en día no existen. Es el caso, por ejemplo, de la pintura de muchas columnas, que aunque el turista moderno está acostumbrado a verlas del color de la piedra desnuda, generalmente estaban pintadas; o de un espectacular mural adosado a una fuente, que representaba así mismo una escena lacustre, dando una vívida sensación de profundidad; pinturas de la Casa de las Amazonas o piezas escultóricas –una pantera y un niño sujetando un cisne, símbolo del amor–, que no se conservan en la actualidad. 

Todos los autores contemporáneos a Montañés alabaron lo fidedigno de su obra. Por eso se cree que la ropa que muestran muchas de las figuras humanas que representan divinidades romanas, y cuyos originales siempre se representaban desnudos, fueron repintadas a posteriori. “Montañés regaló su Álbum de Pompeya a su maestro Federico Madrazo”, explicó Rubio. “Madrazo era alguien muy influyente que podría conseguirle muchos encargos a Montañés, pero también era profundamente religioso. Y seguramente pensó que era más prudente vestir a todas esas personas desnudas antes de dárselo”, subrayó la comisaria, matizando que la mentalidad y la moral del siglo XIX no tenía nada que ver con la actual. 

El Álbum de Pompeya estuvo a punto de ser pasto de las llamas durante un incendio en la casa de los herederos de Madrazo, y de hecho todavía se notan marcas de humo en las esquinas de algunas de las pinturas, pese a los trabajos de restauración. “Seguramente el hecho de que estuvieran a punto de desaparecen hicieron que una sobrina nieta de Madrazo se decidiera a vender las acuarelas”, explicó Cristina Rubio. Hoy la Fundación Ibercaja las custodia y las divulga dentro y fuera de Aragón, para hacer honor a un artista, Bernardino Montañés, que como otros muchos pintores del romanticismo fueron condenados al olvido durante las vanguardias pictóricas de la primera mitad del siglo XX.