Comuniter publica la segunda novela de Simeón Martín
Una historia de tolerancia: ‘Tiempo de prodigios’Enrique Villagrasa
Tiempo de prodigios (Comuniter), de Simeón Martín Rubio (Burbáguena, 1946), es una de las novelas más entretenidas que he leído hasta la fecha. Divertida, pedagógica y con un ritmo ejemplar. ¡Vamos, que no puedes dejarla y son apenas 376 páginas! Una novela histórica o una historia novelada, el lector decidirá, que apasiona y más, si cabe, por ser el protagonista de Deza (Soria, Castilla y León) pero educado desde pequeño en Burbáguena (Teruel, Aragón), tu pueblo y el mío, con su Jiloca. Y por ser morisco-cristiano de moro, como casi todos, y no cristiano viejo. ¡Bendita Inquisición! La novela se sitúa en la segunda década del siglo XVI hasta el final, desde 1526 a 1599. Se desarrolla en vida de Juan de Luna y Marién-María Ferrara, padres de María de Luna, casada con Román Ramírez de Deza, y abuelos del protagonista Román Ramírez, con su vida y milagros de esta familia de burbagueneros de pro, médicos, no salidos de ninguna universidad, que curaban con hierbas y narradores orales de historias de caballería, cuya fama se extendió por Aragón y Castilla.
Tiempo de prodigios está dividida en nueve capítulos: Juan de Luna, El nieto, Aprendiendo, En casa, La fama, Todos en paz, Nuevos amos, Otra vez en la Corte y Hacia el fin, con dos cartas, una al principio y otra al final, y un prólogo donde se da cuenta del porqué de esta novela, pues “Entiendes, además, que las historias del pasado suponen las explicaciones del presente”. Así, pues, la novela histórica es aquella que, siendo una obra de ficción, recrea un período histórico preferentemente lejano y en la que forman parte de la acción personajes y eventos no ficticios. Y en este Tiempo de prodigios, Simeón ha construido una obra con perspectiva, estéticamente ordenada de situaciones documentales muy bien desarrolladas.
Creo que esta novela, con su presentación, nudo y desenlace, está dirigida a todas las personas lectoras, hayan nacido o no en Burbáguena, pues pienso que son necesarias estas lecciones de (in)tolerancia, que en la novela anidan. Esta novela abarca un tiempo de nuestra historia española, dentro de esa época, reconocible. Representa algo verosímil y realista con recursos literarios de carácter popular, entre otros. Una novela de fácil lectura, que engancha. Aunque los datos históricos y las plantas citadas tan generosa y exhaustivamente no sean imprescindibles, estos y estas siempre dan mayor profundidad y enjundia a la historia.
El período histórico, aunque lejano, está bien reflejado y los personajes forman parte importante de la acción, con citas y desarrollo de eventos no ficticios. Ofrece asimismo una visión singular de los ambientes, tipos y paisajes de esta época verosímiles: Madrid, Zaragoza, Daroca, Burbáguena, Teruel, Castilla. Realismo costumbrista, hasta en los encuentros amorosos que haberlos los hay, de aquel sistema de valores y creencias. Se imbrican muy bien los personajes ficticios con los históricos, con predominación del carácter popular o realidad social de aquella época. El autor domina la distorsión narrativa. Ya desde su anterior novela Pintan bastos.
El protagonista de Tiempo de prodigios, Román Ramírez, hijo, en una de las visitas a Burbáguena y a la pregunta de cuánto tiempo hacía que no estaba allí, confiesa que: “Desde la muerte de mi abuelo. Como sabréis, yo no nací aquí. Nací en un pueblo de Castilla, del duque de Medinaceli. Se llama Deza. Mis abuelos Juan de Luna y María Ferrara sí eran de aquí y mi madre también nació aquí. Vivían en el barrio Moral y, de muy pequeño, me trajeron con ellos. Aquí estuve hasta que murió mi abuelo. Eso fue cuando la toma de Trípoli por el turco, el mismo año que murió el duque don Gastón de la Cerda. Dios lo tenga en su gloria.”
El barrio Moral, barrio tuyo y mío, era la morería del lugar, que se formó por una orden “que dictaba que dado que los musulmanes que ‘viven en el lugar de Burbáguena, aldea de Daroca, no disponen de una aljama, sino que viven entre los cristianos de ese municipio y tienen sus casas dispersas por el susodicho lugar, (…) asignéis como creáis más conveniente a los musulmanes una aljama que puedan habitar y en donde puedan construir sus hogares apartados de las viviendas de los cristianos y no en cualquier otra parte’. Tras la orden, se reunieron todos en el barrio Moral, luego se han ido a otros sitios del barrio Alto”.
Martín Rubio, conocedor como pocos de la literatura española, utiliza el pretexto de los papeles encontrados o recibidos y hace que la viuda de Román, Ana Ucedo, le haga llegar a Miguel de Cervantes la narración y la historia de su marido. Vida y causas de la muerte del tal Román. O sea, andanzas, fortunas y adversidades. Román conoció a Cervantes en el mentidero de Representantes, en la calle del León, en Madrid, y mantuvo su primera conversación con él, en la taberna o mesón de La Tinaja en la calle de los Tudescos, esquina de la calle de la Verónica, también en Madrid. Cuando Madrid era la capital del mundo y aparecían en ella los prodigios y dineros conseguidos al otro lado del océano, allende los mares. En ese mentidero se juntaban quienes esperaban una oportunidad en el mundo de las letras, los que soñaban con vivir del teatro. Hoy es el actual barrio de las Letras, antiguo barrio de comediantes y artistas, en pleno barrio de las Musas.
Lógicamente, la narración discurre paralela a las vicisitudes de los moriscos en esta España de la Inquisición. La historia de los moriscos comienza en 1502 para la Corona de Castilla, con la conversión forzosa de los moriscos que quisieran quedarse ordenada por los Reyes Católicos, y en 1525 para la Corona de Aragón, con la misma medida decretada por Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, y termina en 1609 con la expulsión de los moriscos de España decidida por Felipe III. En medio el acontecimiento decisivo fue la rebelión de las Alpujarras de 1568-1570 bajo el reinado de Felipe II, ya que, además de la gravedad que revistió, convenció a la corona de que era imposible asimilar a la minoría morisca por la vía de la persuasión y la predicación, abriéndose el camino hacia medidas más drásticas, Wikipedia dixit.
Simeón Martín Rubio es licenciado en Filología Románica por la Universidad de Zaragoza. Y fue profesor de Secundaria en los institutos Goya, de Zaragoza; Juan de Lanuza, de Borja; y Avempace de Zaragoza. Ha sido creador y director de grupos de teatro escolar, como el de La Huecha, del IES Juan de Lanuza y el del IES Avempace. Ha escrito y publicado novelas como Pintan bastos (Barcelona, Ámbito literario, 1980); libros de poemas como El aire de un momento (Borja, Bóveda, 1982) y Cabos sueltos (en prensa); y antologías literarias como Paseo Literario: antología de textos aragoneses (Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2002), con Ángel Longás. Es asimismo autor de numerosos y diversos artículos literarios y de actualidad.
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