Cinco años sin Pascual Berniz, el maestro que dignificó la técnica de la acuarela
El pintor y escultor afincado en Teruel tiene una calle en Las Viñas y una biblioteca en BallobarAunque Ballobar (Huesca) le vio nacer, en Barcelona aprendió a ser persona y en Saint-Martens-Latem (Belgica), de la mano de los expresionistas, a ser artista, fue en Teruel, ciudad en la que residió la mitad de su vida, y en una masía del Maestrazgo, Las Pupilas de Allepuz, donde todo lo que fue y todo lo que hizo “cobró sentido”, como él mismo dejó escrito. Pascual Berniz (1950-2016) falleció el 6 de noviembre de 2016, hace hoy cinco años, tras ser hospitalizado por un infarto cerebral del que no se recuperó. Dejó abiertos proyectos y caminos de investigación en la acuarela que no han encontrado quien recoja su testigo, pero también un legado pictórico y escultórico inconfundible.
Al Maestrazgo llegó en 1985 de la mano de Pilar Mallén, su esposa, musa y madre de sus hijos Ignacio y Clara. Y en Teruel formó parte imprescindible de su tejido cultural, a través de la pintura y de la escultura, pero también de sus otras grandes pasiones, como la poesía -realizó numerosas interpretaciones pictóricas de sus poemas preferidos, y fue asiduo del ciclo Versos en el jardín- o el teatro, campo en el que colaboro con el grupo Espantanublos, para quien creó el teatro de guiñol El retablillo de Chirlosmirlos.
De sus abundantes huellas en Teruel, destaca la escultura pública Los Amantes, cuyos once metros de altura lucen en una rotonda del barrio de La Fuenfresca, a pocos metros de la que era su casa. Además tiene Doncel leyendo, en el Polígono La Paz, o El peirón, en una de las rotondas de la Avenida Conexión de Barrios, también en la Fuenfresca. En Alcañiz pueden verse sus dos Olivos, en las rotondas de acceso desde Calanda o Híjar.
Una calle en Las Viñas
Además Berniz da nombre a una calle de Las Viñas desde 2018, y a la Asociación de Acuarelistas de Teruel, de la que fue presidente e impulsor. Cada exposición anual de esta agrupación venía precedida de una acuarela en directo, en la que Berniz, en poco más de una hora, daba a luz un exquisito lienzo ante la mirada del público que solía llenar uno de los salones de la Residencia de Estudiantes Santa Emerenciana. En Ballobar, su localidad natal, es la Biblioteca Pública la que está dedicada a su memoria.
Sus amigos, alumnos y colegas destacaron de él la humildad y sensibilidad con la que se acercaba al arte y a las personas. Pese a su vasto conocimiento en filosofía y su inclinación natural a la poesía, siempre rehuyó el lenguaje atildado y elitista en el que, en más ocasiones de las deseadas, se desenvuelve el arte. Berniz siempre lo entendió como un bien en sí mismo, y no en función de las ropajes que lo rodean.
Buena muestra de ello es que, por encima de todo, Berniz realizó siempre una defensa a ultranza de la acuarela.
Además de impulsar la Asociación de Acuarelistas Turolenses, promover numerosos encuentros por la provincia, impartir clases y exponen en numerosas ocasiones, Berniz fue un habitual del Simposio Internacional de Acuarela desde que en 2010 celebró su edición en Amberes (Bélgica), y en 2014 contribuyó de forma decisiva a que Rubielos de Mora empezara a organizar bienalmente un ambicioso Congreso Nacional de Acuarelistas. Por desgracia el 24 y 25 de septiembre de 2016, pocas semanas antes de la inopinada muerte de Berniz, Rubielos celebró su segundo y último congreso, que ya no se retomaría.
Pintura al agua
El artista no aceptaba que la pintura al agua ocupara un lugar anecdótico, porque sabía hasta dónde podía llegar. “Desde los círculos academicistas se tiende a tratar la acuarela como una género menor, algo que no entiendo, porque a diferencia del óleo o el acrílico, la acuarela no te da opción al error. Es una técnica espontánea que deja la impronta del artista porque no puedes corregir, por lo que es más difícil de dominar. Cuando haces una gran acuarela te juegas la vida, porque si te equivocas hay que volver a empezar”. (DIARIO DE TERUEL, 2-10-2014).
Berniz estaba convencido de que es menosprecio a la acuarela se debió históricamente a que tradicionalmente era una técnica rápida para hacer apuntes y esbozos del natural, previos a la obra completa. “Pero eso ya está desfasado. Desde hace mucho la acuarela tiene un lenguaje propio con entidad de obra acabada”, explicaba el pintor (DDT, 2-10-2014).
Hacia la abstracción
Ese lenguaje a cuya gramática contribuyó tanto Pascual Berniz encontró algunas de sus mejores expresiones hace menos de diez años. En 2014 estrenó Pliegues de luz, un proyecto pictórico que expuso en Córdoba y en el Centro Ibercaja de Teruel, que era profundizaba en otro anterior, Sinapsis. Con ellos iniciaba una trayectoria a través de la abstracción, apoyándose en la línea recta -tan inhabitual en la acuarela- en combinación con las formas orgánicas y una concepción mucho más vívida y saturada del color. Desde hacía muchos años sus obras realistas incorporaban elementos oníricos y no figurativos, como sus inconfundibles trazos ondulados, pero fue aquí cuando se metió de lleno en la abstracción pictórica.
En estas piezas, además de unas sorprendentes composiciones y de un profundo estudio de la teoría del color, destaca el detallado uso de la luz ascendente, de forma que, de abajo a arriba, el lienzo pasaba de estar apagado a completamente luminoso, como si de una llama o una representación abstracta del paisaje se tratara.
Pero igual que la pintura era insuficiente como vehículo de expresión, Berniz tampoco podía cerrarse a la abstracción por mucho que hubiera encontrado un campo de trabajo que le iba a llevar años explorar completamente, y que se vio “cercenado” el día de su muerte, según el artista turolense Gonzalo Tena (Diario de Teruel, 7 de noviembre de 2016). De forma paralela, entre 2012 y 2014 produjo los primeros cuadros de una de sus últimas series más conocidas, Rostros para un hombre. Es una serie de primeros planos de rostros inspirados en un verso del poeta dadaísta y surrealista Paul Eluard: “Sería preciso que uno solo rostro respondiera por todos los nombres del mundo”, y al que Berniz le dio la vuelta, pintando innumerables rostros, de niños de 5 años a ancianos de 94, en busca de un único rostro, que los englobara a todos, y que mostrara la esencia última de la Humanidad entendida de forma colectiva.
Leyenda amantista
Berniz creó más de 500 obras relacionadas con la leyenda amantista, entre ellas las cuatro versiones de la historia realizadas por Antonio Losantos que Berniz ilustró; expuso en numerosas salas turolenses; colaboró con instituciones como la Escuela de Artes de Teruel y creó por encargo, desde 1994, los carteles anunciadores del Encuentro de Bandas de Música organizado por la Diputación Provincial de Teruel.
Diseñó la camiseta conmemorativa del décimo aniversario de Teruel Existe, con un diseño inspirando su hijo, y trabajó en varios proyectos para personas en riesgo de exclusión social, como el colectivo de presos, de personas con discapacidad intelectual o con enfermos mentales, al mismo tiempo que creaba obra que exponía en galerías por toda la provincia de Teruel, por Barcelona, Huesca, o Italia.
Desde su fallecimiento hace hoy cinco años la discreta acuarela sigue llorando su desaparición, silenciosa esperando un relevo a la altura pero también, orgullosa, recordando los versos irrepetibles que fue capaz de pronunciar gracias a la mano suave y cálida de Pascual Berniz.