Ana Torres reflexiona sobre el insomnio y la muerte en ‘Con lo que me gustan a mí las flores’
La dramaturga, que presentó el jueves su último libro, explora el abuso de poder en la enseñanza en su próxima obra: ‘Ídolo. Mutismo selectivo’
Por más que el término sueños sea un sugerente sinónimo de deseos o aspiraciones, la ausencia de este no conduce a la apatía sino a un trastorno serio de salud que afecta a millones de personas. El insomnio crónico puede llevar a un estado alterado de la vigilia en el que lo onírico y lo real pueden llegar a confundirse. Así que si una joven insomne comparte cama con una anciana con demencia puede surgir el escenario más absurdo que se pueda imaginar. O al contrario, puede que se cree el único espacio posible donde determinadas verdades salgan a la luz.
Ese es el punto de partida de Con lo que me gustan a mí las flores (Mutis), segundo libro publicado por Ana Torres y también segundo montaje escénico que ha estrenado esta directora y dramaturga turolense afincada en Valladolid.
El libro salió a la venta el 30 de noviembre en el Salón del Libro de Teatro de Madrid, pero Torres quiso hacer un segundo acto de presentación en su Teruel natal, y este tuvo lugar el pasado jueves, 2 de enero, en el Espacio Luvitien. Junto a Ana Torres (Teruel, 1994) estuvieron el periodista Diego Saz y Fernando Busto, artista de Brihuega (Burgos) y autor de las diez ilustraciones que acompañan al libro.
La obra literaria es prácticamente una adaptación del guion teatral en sí, que tiene un gran elemento performático y de danza dificilmente traducible. “Para escribir el libro he tenido muy en cuenta el texto por su valor literario”, afirma Torres. “Patricia Roldán, que es bailarina y coreógrafa, conoce bien esa carga de danza y se encarga de que no la pierda a través del prólogo, que es suyo. Pero el contenido del libro es un texto literario que se puede leer como tal, no me apego demasiado al género dramático más convencional, y de hecho tiene muchas licencias poéticas a nivel textual que, si ves la obra, no te las vas a encontrar”.
Antes de este libro, Ana Torres, que estudió en la Escuela Superior de Arte Dramático de Valladolid, había publicado ARA, obra ganadora del Concurso Mutis de Teatro Emergente 2022. Ese libro funcionó tan bien entre los aficionados al libro teatral que en esta ocasión fue la propia editorial catalana Mutis la que propuso hacer una nueva edición con Con lo que me gustan a mí las flores, que además ha estado financiada por una ayuda de la SGAE.
Esta obra se estrenó en la Sala Andén 47 de Valladolid en noviembre de 2022, y a lo largo de 2023 recorrió otros espacios como la Sala Cervantes o La Encina Teatro de Madrid. Es la segunda que Ana Torres consigue llevar a la escena, después de la propia ARA.
El libro además aporta 10 ilustraciones de Busto -amigo de Torres, que conoce bien su estilo y sabía que el libro le cuadraba a la perfección- y un formato peculiar, en el que la maquetación sustituye a todo ese elemento performático que se pierde en la adaptación de la obra de teatro al libro. “Ha sido muy complicado, pero ha quedado una maquetación estupenda”, afirma la autora. “Tiene que ver con cómo elegimos la distribución del texto en la página -igual que en el teatro juegas con la disposición de los actores sobre el escenario-, hay textos del revés, justificados de diferentes formas, pero todo responde a un por qué que tiene que ver con el texto”.
Ha sido muy laborioso el trabajo entre la autora y la maquetadora del libro, aunque Torres reconoce que “la editorial ha sido muy comprensiva, teniendo en cuenta que todo esto complica mucho las cosas, pero cada decisión tenía que estar muy bien explicada”.
Insomnio y demencia
La historia de Con lo que me gustan a mí las flores plantea una larga conversación entre dos mujeres; una abuela en la última fase de su vida, con demencia y preparándose para despedirse, y su nieta, que sufre insomnio crónico, algo que, entre otras cosas, hace que no perciba con demasiada claridad la diferencia entre la realidad y sus ensoñaciones. De ahí que su conversación tenga lugar en un espacio-tiempo indeterminado, en la ficción y fuera de ella, en la que se tratan temas concretos, como el propio insomnio, la enfermedad y la vejez, y otros más universales como la muerte y la pérdida.
La obra participó en el festival WE:NOW, y de hecho puede verse una representación grabada en el repositorio web del festival, en www.wenow.online. Quien ha visto la obra se ha hinchado a llorar, pero también se ha reído. “El tono de la obra fluye entre lo doloroso de la muerte y la enfermedad, de la despedida, pero también entre la comedia de humor negro y absurdo” considera la autora. “Al final están hablando dos personas cuya memoria falla, y cuya percepción de la realidad está alterada, así que se generan muchos diálogos de besugos”. Diálogos que en ocasiones parecen faltos de toda lógica y raciocinio, pero más trascendentales y luminosos que la mayor parte del ruido que se escucha durante el a día a día fuera del teatro.
Laboratorio de la SGAE
Casi al mismo tiempo que se ha publicado el segundo texto dramático de Ana Torres, la turolense ha terminado de escribir el tercero, que verá la luz finales de 2025. Se trata de Ídolo. Episodios de mutismo selectivo, y es uno de los seis textos seleccionados por la SGAE para realizar su XII Laboratorio Teatral. Este programa financiado por la Fundación SGAE seleccionó a seis autores españoles -Ana Torres, Rocío Bello, Beatriz Bergamín, Alessandra García, Laura Mihon y Sergio Serrano- de entre las 270 solicitudes para que escribieran sus textos teatrales entre junio y noviembre, tutorizados por Pablo Messiez y disfrutando de una bolsa económica de 4.500 euros. Las seis obras serán publicadas por Fundación SGAE en un libro recopilatorio que saldrá a finales de 2025.
Como particularidad, Ana Torres ha escrito esa obra pensando en dos actrices en particular, la turolense Beatriz Fabregat y Patricia Roldán, amigas y colaboradoras ambas en proyectos anteriores. “No es lo habitual, y desde luego la obra podría ser protagonizada por otras dos actrices, pero en ocasiones escribes un papel pensando en alguien determinado, en cómo reaccionaría a tal situación, en qué circunstancia se desenvolvería mejor e incluso en su manera personal de hablar o expresarse”, explica Torres.
Abuso de poder
En Ídolo. Episodios de mutismo selectivo, Ana Torres, -que desde que terminó sus estudios se ha decantado por la dramaturgia y la dirección en mucha mayor medida que por la interpretación- habla sobre la relación de abuso de poder que se establece en las escuelas de arte dramático y en las propias compañías de teatro. “Ahora se habla mucho de este fenómeno, sobre todo en lo que se refiere a casos de abusos sexuales que son más espectaculares y copan la mayoría de los titulares. Sin embargo yo prefiero centrarme en las cosas más pequeñas, más sutiles, que sin embargo explican qué es lo que sucede y por qué se llega a lo que leemos todos los días en la prensa”.
El mutismo selectivo es un trastorno de ansiedad que consiste en que la persona afectada puede experimentar tal dificultad para expresar y contar con palabras determinados hechos que le han ocurrido, que puede llegar a parecer mudo, pese a ser fisiológicamente capaz de hablar con normalidad, y de hecho lo hace en circunstancias en las que está más relajado. En este caso el texto que ha escrito Ana Torres hace referencia al silencio que rodea las experiencias traumáticas que tienen que ver con los abusos de poder que ejercen determinados profesores o directores de teatro sobre sus estudiantes o actores, y que en Ídolo se llevan al extremo con una ficción que, aunque basada en casos reales, lleva al teatro de lo absurdo.
Este texto es un montaje metateatral, en el que se habla de una obra de teatro que no puede empezar a representarse cuando el público llega a sus butacas porque no hay nada escrito sobre el papel, ya que la persona que tenía que escribirlo está afectada por mutismo selectivo. A medida que avanza la obra el público -el de la ficción y el real- se irá dando cuenta de lo que ocurre y de cuales son los motivos que han provocado esa situación. Como le ocurre a Con lo que me gustan a mí las flores, se trata de una obra con un gran elemento performático y gestual.
“Desde hace algún tiempo se habla mucho de esto”, explica Ana Torres, “aunque es un tema que me interesa mucho desde antes de que saltara a la actualidad”. Y asegura que hay un problema en la metodología de la enseñanza de Arte Dramático -de toda la enseñanza, en realidad-, que sitúa al profesor o al director escénico en una posición de poder desmesurada. “Si ese poder es utilizado para el bien, el resultado puede ser una obra de teatro maravillosa. Pero si se utiliza para el mal, para alimentar el ego o la vanidad de quien lo ejerce, puede provocar un daño terrible y a veces irreparable”.
Casos que ven la luz
En ese contexto, hay que mencionar algunas de las noticias que han saltado a la prensa en los últimos años; el documental El techo amarillo de Isabel Coixet (2022) narraba las denuncias de nueve mujeres por abusos sexuales perpetrados por dos de sus profesores de teatro en Lleida entre 2001 y 2008 cuando eran unas adolescentes. Por su parte en diciembre de 2021 el diario Ara publicó los testimonios de 13 alumnas del Institut de Teatro de Barcelona contra su director por hechos similares ocurridos entre 2005 y 2020. Y en febrero de 2023 se produjo una concentración en la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla en protesta tras la readmisión de un profesor que había sido apartado algunos meses de la enseñanza al conocerse testimonios de más de 20 alumnas contra él, por abuso sexual y acoso. Y eso es solo una pequeña parte de los casos, que también afectan a rostros conocidos, que se están publicando en los últimos tiempos.
La turolense ha basado su texto en “cosas que he visto, que me han contado y que he vivido”, y matiza que “para preservar la intimidad de las personas no hablo de la parte más sensacionalista del problema” -se refiere a la violencia sexual- “porque eso se lo dejo a otros”.
“Yo me concentro en lo más pequeño, que tiene que ver con las metodologías que existen para enseñar teatro y para dirigir, y que merecen ser replanteadas porque hacen muy vulnerables a todas las personas que están por debajo”. Según Torres no todas esas situaciones terminan en abusos sexuales, pero son perniciosas en sí mismas y están en la base de ellas.
Torres sostiene que es más frecuente de lo que creemos que la metodología de muchos directores provoque un dolor evitable y gratuito, sin necesidad de llegar a la violencia sexual. Torres asegura que ha visto “cosas terroríficas”. “Directores que para que su actor o actriz interprete a alguien que sufre, le inflige un sufrimiento real, o le obliga a recordar traumas o zonas de su pasado muy dolorosas, para las que en muchas ocasiones no está preparada”. Cuando eso sucede para mayor gloria del director y sus aires de grandeza, “considero que se está mancillando un espacio que debería ser sagrado por encima de todos, que es el escenario”.
Ana Torres propone una reflexión profunda que no solo afecta a directores, sino también a profesores o a padres. Ella misma trabaja dando clases de Literatura en una academia, “y me planteo que tengo que revisar mi forma de enseñar y de dirigir, tengo que decidir qué clase de profesora y qué clase de directora quiero ser, y si quiero aprovecharme de esa posición de poder y con qué fines”.
La dramaturga turolense admite que la visión externa de alguien que está por encima tiene que existir, “y que tiene que haber un almirante al frente del barco... ¿pero hasta qué punto va a utilizar su poder?”. En un plano más general la turolense lo compara con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. “En una democracia deben existir cuerpos con la autoridad y poder suficientes como para hacer cumplir las normas que nos hemos autoimpuesto... pero vigilamos mucho la forma en la que ejercen ese poder, algo que no ocurre en el ámbito del arte dramático”.