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Alfonso Casas Ologaray, abogado, escritor y experto en la Guerra Civil española: “Teruel fue un hito, pero el auténtico declive de la República lo marcó el frente del norte” Alfonso Casas Ologaray, abogado, escritor y experto en la Guerra Civil española: “Teruel fue un hito, pero el auténtico declive de la República lo marcó el frente del norte”
Imagen del abogado y experto en la Guerra Civil Alfonso Casas

Alfonso Casas Ologaray, abogado, escritor y experto en la Guerra Civil española: “Teruel fue un hito, pero el auténtico declive de la República lo marcó el frente del norte”

Espuela de Plata publica ‘Teruel, el Stalingrado español’, sobre el doble sitio de la ciudad
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La colección España en Armas de Espuela de Plata -grupo editorial Renacimiento- editó a principios de este verano Teruel. El Stalingrado español, obra de Alfonso Casas Ologaray que, de algún modo, culmina las tres décadas que el abogado experto en la Guerra Civil lleva dedicándose a investigar el conflicto de 1936, en particular dentro de la provincia de Teruel. Se trata de un libro de divulgación que contiene el relato completo del sitio de Teruel, desde el inicio de la ofensiva republicana de diciembre de 1937 hasta el 22 de febrero de 1938, cuando los franquistas recuperaron definitivamente la plaza. Pormenoriza los movimientos tácticos y los funde con relatos personales que contextualizan la batalla, con la intención de que la enorme tragedia de aquel invierno no pierda su dimensión humana. En lo formal, la obra de Alfonso Casas adquiere un estilo narrativo que, sin ser novela, sí que trata de diferenciarse de la prosa árida del ensayo propiamente dicho.
 

Portada del último libro publicado por Alfonso Casas 


-¿Cuál es el objetivo de ‘Teruel. El Stalingrado español’? ¿Qué se va a encontrar el lector?

-Mi idea era cerrar de algún modo todos estos años de trabajo y de investigación sobre el tema de la Guerra Civil en Teruel, por mi parte. A lo largo de los años he ido recogiendo muchos testimonios, pero admito que no he sido metódico a la hora de trabajarlos. Así que quería plasmar el relato de la Batalla de Teruel con los acontecimientos y la actividad militar como hilo conductor, pero dando su importancia a otras cosas que ocurrieron en paralelo durante aquellos 70 días de finales de 1937, algunas de las cuales tienen que ver con la guerra y otras no.

-¿A qué clase de público se dirige?

-Por su temática es cierto que el libro tiene interés para determinado público, gente que le gusta la historia, en concreto la Guerra Civil y que en el ámbito local está más especializado. Pero lo he escrito pensando en un público más general, tratando de contar la batalla de una forma narrada, que no lo hiciera tan árido como una enumeración de movimientos y divisiones militares. Creo que es más llevadero para el público general por la forma del relato y por el hecho de estar salpicado por otros sucesos o por testimonios personales.

-Eso caracteriza el libro. A medida que se desarrollan los acontecimientos desliza testimonios personales que los ilustran, casi desde lo anecdótico...

-A mí siempre me ha interesado esa parte humana de la Batalla de Teruel, por eso hago referencia a historias personales no tanto a través de testimonios orales como a cartas, a correspondencia de la época que he ido adquiriendo a lo largo de los años, en las que los combatientes contaban a sus novias, a sus madres o a sus familias lo que estaban viviendo. Son cosas cotidianas, como el frío o las relaciones que entablan con otras personas en el frente, que contextualizan los hechos bélicos en su dimensión humana. Siempre ha sido la parte que más me interesa, porque es lo que habitualmente queda diluido en los manuales de historia. No hay que olvidar que en una ciudad de 13.000 habitantes, donde confluyeron 200.000 combatientes, cada uno tenía nombre y apellidos, tenía un pasado y un proyecto de vida.

-Entre las anécdotas que, a modo de llamada, contextualizan la Batalla de Teruel, me llamó la atención el del Sorteo de Navidad, que en 1937 se celebró por primera vez en Barcelona, mientras y tocó el Gordo en Alicante. El mismo día, 22 de diciembre, que las tropas republicanas entraban en la ciudad y comenzaba el ataque casa por casa.

-Es la forma de advertir que la vida continuaba en medio de toda aquella tragedia. Todo sigue para los del frente, para los de la ciudad asediada y para los de la retaguardia, y cada uno lo vive de una manera. Para unos con el riesgo patente de morir a cada momento, para otros con la angustia y para otros con las privaciones que ya se daban con el racionamiento de alimentos o bienes... pero el caso es que la vida continuaba.

-En el subtítulo del libro califica la Batalla de Teruel como ‘el Stalingrado español’? ¿Qué paralelismos pueden establecerse entre ambos sitios? ¿No puede resultar exagerado?

-Efectivamente, ese subtítulo tiene un poco ese punto de atracción al lector, y es verdad que Teruel y Stalingrado tienen claras diferencias, empezando porque el sitio de Teruel tuvo lugar mucho antes que el de la ciudad soviética. Pero en cierta forma también existen paralelismos claros en algunos elementos. En ambos estamos hablando de una ciudad asediada en el que hay combates casa por casa, en el que hay población civil que sufre especialmente los rigores de la guerra. Lo decisivo de las bajas temperaturas también es algo común. En el libro hago referencia a la visita del jefe de la aviación republicana, Hidalgo de Cisneros, que hace un viaje a la URSS para someterse a un tratamiento médico y de paso se entrevista con un comisario para pedir a Stalin que envíe determinado material de guerra aérea. Cuando llegó a Leningrado estaban a 18 grados bajo cero, una temperatura benigna allí, pero que se equiparaba a la que estaban sufriendo en Teruel.

-En lo estratégico, Stalingrado supuso la pérdida de la iniciativa en la guerra, aunque en ese caso y al contrario que en Teruel para quienes al final perdieron la Guerra Mundial. Y marcó el declive definitivo hasta la derrota nazi. ¿Teruel marcó el curso definitivo de la Guerra Civil?

-Efectivamente Stalingrado marca el cambio en el curso de la guerra y en el predominio de los ejércitos. En ocasiones de dice lo mismo de Teruel, que marcó el declive de la República. Teruel está en el ecuador de la contienda, y luego viene la caída del Frente de Aragón y la salida al mar de los sublevados. Pero personalmente yo creo que la derrota de la República viene dada por la pérdida en el Frente del Norte en otoño de 1937. La desaparición de ese frente permite a Franco concentrar sus tropas en los lugares, y junto a otros factores como las dificultades de la República para reponer material bélico y tropas, la falta de cohesión política y la falta de mandos intermedios son los que cambian definitivamente la situación a favor de Franco. En cualquier caso el enorme desgaste que sufrió el ejército republicano en Teruel fue un hito importante en la guerra.

-¿Cree que en ese momento, a finales de diciembre de 1937 cuando la República toma Teruel, como a finales de febrero de 1938 cuando la recuperan los sublevados, existió conciencia de que la guerra cambiaba de signo?

-Seguramente no. En ese momento había dos posturas enfrentadas, y una de ellas era la del propio Indalecia Prieto, Ministro de Defensa. Él dijo que, del mismo modo que cuando se conquistó Teruel no pensó que aquello fuera decisivo, tampoco lo creyó que su pérdida definitiva fuera un cambio sustancial. Y el general Aranda dijo que Teruel acabó en tablas. Y efectivamente así fue en lo territorial, con la excepción de la zona de Visiedo que se ganó durante la Batalla del Alfambra. Pero es verdad que esas tablas supusieron un enorme desgaste para la República que tuvo su repercusión en el Frente de Aragón. La República pensaba que Franco también había sufrido un gran desgaste, pero a toro pasado hemos sabido que no fue tan decisivo para los sublevados.

-Cuenta la anécdota de que Indalecio Prieto declaró a los periodistas que tras la conquista de Teruel ya no era solo ministro de Defensa, sino también de Ataque.

-Es que fue una gran inyección de moral para la República. Es muy manido decir que Teruel fue la única capital de provincia conquistada, pero es que tuvo mucha repercusión internacional. Sobre todo mejoró la imagen del ejército republicano, que venía de ser derrotado en el norte y de haber tenido unas victorias muy limitadas como Brunete o Belchite. Y es verdad que tuvo mucho mérito el gran esfuerzo que supuso concentrar alrededor de Teruel tantas tropas y tan rápidamente, con todo lo que ello conlleva.

-Más allá de los testimonios personales, ¿su libro aporta datos inéditos o que no se conocieran?

-Lo que hago es poner el acento en lo que otros manuales no cuentan. Por ejemplo en la maniobra de la Batalla del Alfambra explico lo que supuso desde el punto de vista de la intendencia, el acopio de leña, agua o raciones con datos exactos del Cuerpo de Ejército Marroquí, que fue el que actuó más al norte. Son datos que no se refieren solo a las grandes unidades y divisiones, sino que permiten hacerse una idea de la magnitud de lo que ocurrió.

-¿Quedan, de hecho, cosas por conocer o investigar de la Batalla de Teruel?

-Seguramente. Hay un libro que leí hace años que se centraba en los desplazamientos de la población civil, de dónde fue a parar la gente evacuada. Quizá en ese sentido puede quedar algo interesante por investigar, o en el tema de la represión, que se ha trabajado mucho pero podría dar para más investigaciones. Pero en general creo que la Batalla de Teruel es bien conocida, lo realmente importante en este sentido fueron las aportaciones y los trabajos que se hicieron a lo largo de los años 80 sobre la historia local de la Guerra Civil.

-¿Ha puesto especial atención en mantenerse aséptico a la hora de contar el relato? ¿O a estas alturas de campeonato ya no es tan importante la equidistancia para hablar de la Guerra Civil?

-De entrada te diré que yo no soy ni historiador ni escritor, para nada me considero así. Ahora, yo creo que el historiador, que es un sujeto, y no un objeto, no puede ser objetivo. Lo que tiene que ser es honrado. Honrado a la hora de seleccionar e interpretar las fuentes. ¿De forma aséptica? No me gusta ese término, porque cuando uno investiga al final acaba manchándose las manos. Tampoco me gustan las equidistancias, aquello de que todos fueron buenos, todos fueron malos, o unos mataron pero los otros también... todo eso no explica los acontecimientos históricos.

Cuando uno cuenta cosas puede edulcorarlas, o poner el acento en unos hechos y no en otros. Pero cuando narras la Guerra Civil en la provincia de Teruel, por más que tu pienses que uno de los bandos tenía la razón, algo que tienes que justificar con fundamentos, y no por simpatías ideológicas, tienes que tener en cuenta sobre todo lo que ocurrió. Por decirlo de otro modo, cuando hablas de la represión en Teruel no puedes obviar que también existió una represión muy dura en el Bajo Aragón con la llegada de las milicias (anarquistas). Todo debe ser tenido en cuenta.

-¿’Teruel. El Stalingrado español’ pretende ser el libro definitivo sobre la Batalla de Teruel?

-Bueno, a mí me gustaría que fuera un libro de referencia, no sé si el libro definitivo en el sentido de que no puedan aparecer nuevas investigaciones. Pero a la hora de hablar de la Batalla en sí, no creo que lleguen aportaciones nuevas que cambien el relato sustancialmente. Y en lo personal, en lo que mi aportación se refiere, sí que será definitivo, porque con casi total seguridad este será mi último encuentro con la Batalla de Teruel.

-¿No prepara nuevo material para publicar?

-En el futuro tengo otro trabajo, todavía en fase de hilvanado, pero gira en torno a una fotografía. Me lo tomo de otro modo, más como un entretenimiento, y tiene que ver con el desarrollo de una historia de esa fotografía y de su contexto. Y también estoy escribiendo una novela, de género policíaco, que aunque tiene un ligero eco de la Guerra Civil no tiene nada que ver con ella.

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