Albano Hernández, pintor: “La pintura es un elemento comunicativo y no pienso si es figuración o abstracción”
El artista abulense expone ‘Un diario no lineal’ en el Salvador Victoria de Rubielos, hasta el 14 de febreroAlbano es un joven pintor abulense, afincado en Inglaterra, interesado en la pintura de paisaje como conexión entre lo mundano y lo místico, a través de la abstracción. El artista, que acaba de empezar el máster del Royal College of Art de Londres, expone Un diario no lineal en el Museo Salvador Victoria de Rubielos.
-¿En qué consiste la exposición Un diario no lineal que se puede ver en el Salvador Victoria de Rubielos?
-La idea era exponer la serie Pantone, pero cuando llegó la pandemia entendimos que iba a ser muy difícil reunir todas las obras, porque había pinturas en el Colegio de España de París, en la Fundación Iturria de Montevideo o en Panamá. Entonces me planteé que durante el confinamiento podía plantear una nueva exposición volcandola mirada hacia la naturaleza. Revisando mi obra me di cuenta que desde el comienzo he trabajado sobre la verticalidad en el paisaje sagrado, con elementos que están presentes en mis cuadros desde siempre. Un ejemplo es el ciprés, un elemento místico a través de los cipreses que plantó San Juan de la Cruz en Segovia, los menhires, las chumberas, o nópalos, que es como las llaman en México, donde también fueron plantas sagradas, los saguaro, esos cactus del desierto de Arizona, que según la cultura indígena nacen cuando muere una persona, para conectar el suelo con el cielo. La exposición Un diario no lineal revisa ese trabajo que he ido realizando, sobre esos elementos verticales y sagrados que se dan en el paisaje, siempre referidos a culturas que conozco de primera mano.
-¿A qué hace referencia el título de la muestra?
-A que es una revisión de mis trabajos, una especie de diario, pero no líneal, es decir, no cronológico.
-Los 27 cuadros están divididos en seis series, que hacen referencia al elemento místico sobre el que se reflexiona. ¿Tienen algo más en común, además de ese concepto?
-Que todo es paisaje, y que en el plano formal en todos tiene un gran protagonismo el proceso pictórico. Mi última serie, Atlas, estaba compuesta por cuadros realizados con elementos que se desechaban en el proceso, como las cruces de ajuste o las cuadriculas. En lo formal también es importante percibir que existen dos familias en cuanto a tonos, por un lado el verde, que ya estuvo presente en Trazos sensibles, una exposición en la que ya había participado en el Salvador Victoria de la Colección Ars Citerior, y por otro las gamas de azules y blancos.
-Usted reúne dos conceptos habitualmente disociados, la pintura de paisaje y la abstracción...
-Para mí la distinción entre abstracción y figuración quedó rota hace décadas. El cuadro es un elemento comunicativo y ni me planteo el lenguaje que estoy utilizando. En la mayor parte de mis pinturas ni siquiera hay línea del horizonte, que es un elemento habitual en paisaje, pero no es algo en lo que piense cuando pinto.
-¿Pinta paisajes ideales o concretos?
-Son inventados, soñados. Pero lo que está claro es que yo soy paisajista. Empecé pintando al natural a los 6 años, y desde los 14 un poco más profesionalmente.
-¿El paisaje representa una fase en su evolución como pintor, o cree que esa evolución tendrá lugar siempre dentro de este género?
-Posiblemente sea siempre paisajista. Desde los 14 años hasta los 32 que tengo ahora es mucho tiempo, y para mí el paisaje lo es todo. Tengo una conexión especial con la naturaleza, y entiendo el paisaje como la unión entre la naturaleza y la cultura. Creo que esa es la definición exacta que hace del paisaje algo profundamente humano. Y, si te digo la verdad, yo me veo siempre ahí porque es lo que soy yo.
-Ricardo García Prats, director del Museo Salvador Victoria, adivina cierta influencia del artista turolense en su trabajo, especialmente en los elementos geométricos. ¿Es así?
-Salvador me interesó mucho, sobre todo en su última etapa, donde unía la geometría con la lírica, sobre todo en sus trabajos monocromáticos. Me gusta cómo ponía en relación esos dos elementos. Pero lo que más me atrajo de Salvador Victoria es que fue una persona muy sincera con su trabajo, muy fiel a su obra, y desarrolló una intensa labor académica y docente. No solo se dedicó a pintar, sino también a formarse como intelectual.
-¿A usted le interesa la actividad docente?
-A mi me gusta pintar. Necesito pintar todos los días para ser feliz. Además hay que tener unas cualidades muy especiales y concretas para dedicarse a la enseñanza. Por el momento no me planteo dedicarme a eso, no es mi campo.
-Parte de la crítica habla del ‘verde albano’ como un color específico...
-Yo creo que es más bien una forma de utilizar el verde. Curiosamente no es un color específico, como pueda ser el azul klean. Uso un verde cinabrio, cítrico, pero siempre es diferente, porque solo creo uno para cada cuadro, y no lo hago con medidas exactas, no soy nada alquímico para eso.
-Ese verde parece que se relacione más con paisajes de otras latitudes, más al norte de su Ávila natal...
-No, qué va. En el abril de Castilla todos los campos de trigo, cebada y centeno tienen un verde magnífico. Luego queda el dorado del que hablaba Machado, pero durante un breve espacio lucen un verde espléndido. Esa tierra y Teruel tiene eso en común. Yo tengo un estudio en Berrocalejo de Aragón, un pueblo de 45 habitantes , y cuando abro su balcón la naturaleza se me mete dentro. Cuando inauguramos la exposición en Rubielos abrimos un momento uno de los balcones, y sentí exactamente ese mismo momento mágico.