Villarluengo celebra la romería de San Marcos, una de las más antiguas de Teruel
Unas 70 personas realizaron el camino andando y en la comida se juntaron en torno a 300A las 9 en punto bandearon las campanas y salió puntualmente la romería de la Iglesia de Villarluengo. Muchos partieron caminando, otros en coche, otros se quedaron en el pueblo y despidieron a los romeros. La emoción se palpaba en el ambiente. Los cofrades abrían la comitiva, todos ellos ataviados con capa negra, como manda la tradición. El primero portaba la bandera, le seguían los cofrades entrantes, el más mayor, la cruz, el primer báculo, el resto de cofrades, en medio de los cuales va otro báculo y, al final de estos, el cofrade que porta el báculo llamado de las mujeres, para que éstas no pasen delante. Así recorrieron, manteniendo en lo posible este orden, los 12 kilómetros que les separan de la ermita de San Pedro de la Roqueta, en el término de Montoro de Mezquita, y donde desde bien antiguo los vecinos de Villarluengo acuden cada año.
Cuenta el padre Roque Alberto Faci en el libro Aragón, Reyno de Christo y dote de María Santísima, escrito en 1739 que por los años de 1350 la Bailía de Cantavieja sufrió siete años de duras sequías. Las rogativas y penitencias de la población no surtían efecto y la situación era complicada. Siete mozos de Villarluengo decidieron salir en romería visitando todos los santuarios de Aragón (otra versión habla de que peregrinaron a San Pedro en Roma) y, a la vuelta a sus casas, visitaron la ermita de San Pedro en Montoro. En ese momento el cielo se cubrió de nubes y comenzó la ansiada lluvia. Los mozos, extenuados de penitencias y trabajos, fueron muriendo en el camino de retorno a Villarluengo, hecho que ocurrió el 25 de abril de 1354. Desde entonces, cada 25 de abril los vecinos hacen una romería a la misma ermita, por ello se la conoce popularmente como Romería de San Marcos, porque siempre se celebraba en esta festividad, aunque ahora sea el sábado más cercano.
Cuatro horas a pie
Durante el recorrido, de 4 horas de duración, se hacen diversas paradas para rezar, en la fuente el Siscar, en el Peirón de San Pedro, en la ermita de Santa Lucía en el Hostal de la Trucha, en el punto donde se divisa Montesanto, entre otros. También se para a rezar en las cruces que hay en el recorrido y que marcan el lugar donde, según cuenta la tradición, fallecieron los mozos.
El recorrido es exigente, con constantes y acentuadas pendientes tanto de bajada como de subida, por ello los cofrades llevan botas de vino para hacer más llevadero el camino. La última parada es en la zona conocida como El Barranquico, donde se prepara la llegada a la ermita, uno de los momentos más emocionantes del día, recibidos por muchos vecinos que han acudido a la ermita en coche, y por los vecinos de Montoro que actúan como anfitriones y también vienen en romería. Salieron a esperarlos al camino y les dieron la bienvenida, realizando el saludo de las banderas y las cruces.
Tras un breve descanso se celebró la misa en honor a San Pedro y, a continuación, todos los asistentes se reunieron en las salas adyacentes a la ermita y en las eras contiguas ya que el día lo permitía, para comer las tradicionales judías con arroz, que son cocinadas en dos grandes ollas de cobre y se reparten a los romeros en cuencos de cerámica. Este año realizaron la romería andando alrededor de 70 personas, pero para comer fueron 300 las que se dieron cita en la ermita.
Pasadas las cuatro de la tarde comenzó el retorno de la romería a Villarluengo. A la vuelta el momento más esperado por los romeros es la merienda, que se realiza pasado el Hostal de la Trucha, y donde se acostumbra a beber vino y se crea un ambiente muy festivo. Antes de entrar al pueblo se visita al ermita de San Cristóbal y desde allí, al anochecer, todos los romeros se dirigen al pueblo.
La vuelta es especialmente emotiva al llegar, cuando la Cruz del pueblo recibe a la procesión y todos juntos, entonando cánticos, entran en el casco urbano. Todos los romeros portaban velas y se acercaron al antiguo cementerio a rezar por los cofrades difuntos. Es uno de los momentos más vistosos, porque la iglesia se adorna con cientos de velas y allí finaliza la esperada romería, sin duda el día más importante del calendario anual del municipio por ser la fiesta más querida por los vecinos.
Los actos arrancan el día anterior a la romería, cuando se reúnen los cofrades para hacer la subasta de la bandera, la cruz y los báculos. Hubo años que se pagaron altos precios por portar los símbolos, pero ahora las pujas son más comedidas. La bandera es lo más cotizado y este año Daniel Dolz pagó 140 euros, es la primera en la procesión y marca el paso de la comitiva. El que la porta comienza el camino descalzo hasta la fuente del Siscar, donde se calza para seguir hasta el Barranquico, última parada antes de la ermita, donde se descalza de nuevo para llegar a San Pedro. A la vuelta, también sale y llega descalzo.
El prior organiza cada año la fiesta con ayuda de dos mayorales y la familia. Este año el cargo recayó en Alberto Escorihuela. Según comentó. “en Semana Santa se hace una llega por las masías, por Montoro y por el pueblo y se recoge dinero para organizar la fiesta y productos, como embutido, huevos o pan, que se subastan el Sábado Santo. Con lo recaudado se pagan las judías con arroz, el vino, café y licores que se reparten en la comida y otros gastos”, dijo.