Un estudio constata que los árboles truferos con un solo un sexo no producen
Herminia De la Varga colabora en un proyecto internacional sobre reproducción de trufasUn estudio realizado por investigadores de diferentes países y publicado recientemente en la revista internacional Mycorrhiza demuestra que aquellos árboles truferos en los que solo se ha detectado un sexo (MAT1 o MAT2) no son productivos. Es decir, que para que se desarrollen las trufas en el suelo deben estar los dos, algo de lo que se había hablado en numerosos foros pero que no estaba respaldado con una investigación sobre el terreno.
Una de las investigadoras que ha formado parte del equipo es Herminia De la Varga, doctora en biología que ahora forma parte de la plantilla de la empresa turolense Fertinagro Biotech, y explica que el trabajo consistió en relacionar la frecuencia de los tipos de compatibilidad sexual en el micelio que hay en el suelo con la producción. En el artículo, que lleva por título Frequency of the two mating types in the soil under productive and non‑productive trees in five French orchards of the Périgord black truffle (Tuber melanosporum Vittad.), también participaron Juan Chen, Flora Todesco, Paulina Beacco, Elena Martino, François e Tacón y Claude Murat –que fue el investigador que secuenció el genoma de la trufa en el año 2011–.
Se tomaron como referencia 5 plantaciones francesas de edad media, algunas con riego y otras sin él, con distintos laboreos de suelo y en las que había tanto árboles productores como no productores. Los investigadores cuantificaron el micelio a través de una PCR cuantitativa y corroboraron que para que un árbol produzca trufa tienen que detectarse en sus raíces los dos sexos, denominados MAT1 y MAT2. “En la mayoría de aquellos que no producen solo se encuentra un MAT, pero en algunos están los dos y no en cantidades muy diferentes de los que sí que producen”, comenta. Eso les ha llevado a la conclusión de que hay algún otro aspecto que influye en la producción, pero que se desconoce. Así, aunque se hizo un análisis no muy detallado de los suelos, no se apreciaron grandes diferencias físico químicas en ellos.
Todo ello ha llevado a los investigadores a barajar dos hipótesis, la primera es que haya algún tipo de incompatibilidad entre esas dos cepas, que aunque sí son compatibles sexualmente tenga lugar alguna otra incidencia que hace que no se reproduzcan sexualmente. Otra hipótesis es que haya condiciones ambientales, características del suelo, temperatura o la existencia de algún otro organismo que influya en esa reproducción sexual o en que las trufas no evolucionen y se formen. Se trata de cuestiones muy difíciles de determinar porque la reproducción sexual de la trufa no puede llevarse a cabo en el laboratorio. En este sentido De la Varga plantea que si se pudiera desarrollar todo el ciclo, algo que sí se hace con otros hongos, sería posible conocer lo que marca el inicio de la reproducción sexual y, por tanto, “porqué no producen las plantaciones en las que están los 2 sexos”, asegura.
La cantidad mínima de esos sexos no está fijada y es difícil de determinar con las pruebas realizadas hasta ahora porque se han tomado en un determinado momento, “son una foto de ese día, pero el micelio cambia constantemente”, asegura la investigadora.
Aportes de esporas
Los expertos en biología han demostrado que cada individuo tiene un sexo, Un MAT u otro, y algunos son superproductores. Esa existencia de los dos sexos se consigue con los aportes de esporas puesto que está demostrado que las esporas tienen los dos con lo que resultan beneficiosas en todos los árboles de uno u otro sexo.
Herminia De la Varga especifica que se ha demostrado que las plantas del vivero tienen estadísticamente en torno a un 50% de MAT1 y otro 50% de MAT2, pero una vez en el campo en las raíces queda un solo MAT y no siempre es el mismo, sino que se trata de una elección aleatoria, por eso son tan importantes los aportes de esporas, sean junto a sustrato o sin él, asegura la investigadora. “En las esporas van siempre los dos sexos mezclados, de forma que tengamos el que tengamos vamos a favorecer la reproducción porque nosotros aportamos los 2”, dice. Además, esto se ha corroborado en el campo, donde la distribución de esporas ha convertido a árboles no productivos en productivos.
En el proyecto también se ha detectado que los niveles de fósforo son más altos en los suelos productivos. Herminia De la Varga reconoce que esto les llevó un poco de cabeza puesto que las cantidades de fósforo que requieren los suelos truferos son bajas con respecto a otros cultivos. Así, conviene que esté en un nivel bajo a la hora de establecer la plantación porque una cantidad elevada o la fertilización con fósforo reduce el número de micorrizas, lo que perjudica al desarrollo de la trufa.
Sin embargo, llegaron a la conclusión de que no es raro que el hecho de que haya trufas esté vinculado con un mayor nivel de fósforo porque una de las funciones de este hongo es solubilizar el fósforo con el fin de hacerlo disponible para el árbol. “Sigue vigente la hipótesis de que para establecer una plantación los niveles de fósforo deben ser bajos para no perder la micorriza, pero si luego son más altos indica que es la trufa la que trabaja y no es necesario añadir más”, agrega.
De la Varga plantea que esta relación entre el fósforo y el micelio y el árbol también se ha visto en otras especies de trufas, aunque matiza que hay pocos trabajos que hayan incidido en estos aspectos.
Otros trabajos
La investigadora Herminia De la Varga ha trabajado en la iniciativa denominada Mycorrhizal Genomics Initiative realizada por el Instituto Nacional de Investigación para agricultura, alimentación y medio ambiente (INRAE) francés en colaboración con el U.S. Department of Energy Joint Genome Institute (JGI). El objetivo de la investigación es descifrar la evolución del tipo de vida simbionte entre hongo y árboles, así como el mecanismo de descomposición de lignocelulosa. Otro de los proyectos en el que ha participado con este equipo es Metatranscriptomics of Forest Soil Ecosystems project, que pretende explorar la interacción de los árboles forestales con las comunidades de hongos del suelo (ectomicorrízicos y saprotróficos) que afectan la captura de carbono en los bosques.
Por último, hay otro trabajo que pretende secuenciar el genoma de los hongos para descifrar el mecanismo de su evolución. Ahora levan 1.825 genomas secuencias entre los que hay 9 especies de trufa diferentes. De la Varga plantea que conocer bien el genoma de las diferentes especies de trufas, entre las que se encuentra Tuber indicum, permitirá “saber si realmente es una amenaza para Europa o no lo es”.
A nivel de biología tener secuenciado el genoma de todas las especies posibilitaría conocer mejor el funcionamiento de los organismos y poder buscarles aplicaciones, según indica la investigadora.