“Soy hija y nieta de truferos y quiero ser madre de truferos”
Simona Doñate describe cómo la truficultura es una forma de vida para las personas vinculadas al sectorLa gerente de Inotruf, Simona Doñate, destacó durante la ponencia que ofreció en la UNED de Teruel que la trufa “es una forma de vida”. Precisó que así se lo inculcó su padre y ella está haciendo lo mismo con sus hijos porque es nieta e hija de truferos y espera, aseguró, “ser madre de truferos”. En esta idea también había incidido en la jornada la investigadora del CITA María Martín, quien destacó que esta actividad va más allá de una fuente de ingresos, y así se manifiesta en el territorio.
Simona Doñate relató de forma resumida toda la historia de la trufa en Teruel y destacó que en el desarrollo del sector “la simbiosis entre el hombre de campo y el técnico ha sido fundamental”. Los vecinos de Gúdar-Javalambre descubrieron la trufa de la mano de los buscadores catalanes y oscenses que acudieron a buscar el preciado hongo en esos montes tan similares a los suyos. En la década de los 60 del pasado siglo hubo campañas tan buenas que algún buscador llegó a sacar dinero suficiente como para comprar un piso en una gran ciudad. Pero Doñate aclaró que la producción, como hoy, depende de la meteorología y de esas 2.000 pesetas por kilo de un año se pasó al siguiente a apenas 50: “Hay campañas muy buenas y otras que no lo son”, un aspecto que todos los truficultores tienen muy en cuenta en su modo de vida, aseguró. El año 1971-72 fue tan malo que apenas se recogieron 100 kilos de trufa en la provincia y muchos truferos cambiaron de empleo por obligación. Años después, en la campaña de 1976-77 se recolectaron entre 8 y 9 toneladas: “Cuentan que se llevaban las trufas en camiones”, describió Doñate.
Para su familia, como para la mayoría, la trufa era una actividad complementaria de otras, en su caso de un almacén de bebida. Cuando comenzó el declive de la silvestre hubo años que se llegó a pagar a 50.000 pesetas el kilo. “300 euros es una buena cifra, si actualmente en el conjunto de la campaña nos da esa media nos damos por satisfechos”, comentó la gerente de Inotruf.
Poco que perder
La merma de las truferas de monte llegó a partir del año 1985, precisamente el año en el que el ingeniero de Montes Francisco Edo impartió un curso en colaboración con Juan María Estrada, que fue uno de los pioneros en micorrizar planta en España. Otro punto de inflexión fue un viaje a Francia para visitar plantaciones truferas. Como relató Simona Doñate, los de Teruel se tuvieron que conformar con verlas detrás de los vallados, pero los veteranos truferos observaron que de esas encinas plantadas se habían recogido muchas trufas y fue lo que les animó a plantar en sus propios campos porque “tenían mucho que ganar y poco que perder”, dijo.
Estrada montó junto con Manuel Doñate, padre de Simona, el vivero Inotruf en 1995, una empresa familiar “donde todos etiquetábamos planta, no había trabajadores”, explicó ayer la actual gerente. De esas 5.000 plantas producidas con ayuda de los hijos de Doñate, se ha pasado a las 150.000 actuales del vivero que es el más grande de España y uno de los tres mayores de Europa.
Simona Doñate cerró su intervención dejando claro que la truficultura ha supuesto un cambio sustancial tanto en el paisaje de Sarrión como en su paisanaje. El pueblo ya no es uno de los que lucha por sobrevivir, como durante muchas décadas del siglo pasado, sino que este año ha ampliado en un aula el colegio y al año que viene tendrá que sumar otra.
También ha supuesto un importante revulsivo económico puesto que hay una decena de viveros especializados en la micorrización de encinas y robles y han surgido empresas al calor de la producción como las conserveras o las industrias especializadas en vallado, plagas o riego.
Doñate, por otra parte, destacó que la trufa de Teruel se ha hecho un nombre en el panorama internacional y ha ayudado a poner a Sarrión y a la provincia en el mapa.