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“Nunca he restaurado un retablo, la prioridad era mantener las iglesias, que ya es bastante” “Nunca he restaurado un retablo, la prioridad era mantener las iglesias, que ya es bastante”
Alpuente en un campanario de la provincia sucio por los excrementos de paloma que tan graves daños causan

“Nunca he restaurado un retablo, la prioridad era mantener las iglesias, que ya es bastante”

El delegado de obras de la Diócesis de Teruel se jubila tras más de tres décadas de trabajo
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Cruz Aguilar

José Alpuente Rubio tiene 84 años y este domingo 22 de septiembre dará su última misa en los pueblos que tiene a su cargo, que son Villalba Baja, Tortajada, Cuevas de Almudén y Peralejos. Sacerdote de profesión, es uno de los grandes conocedores del estado del patrimonio de la Iglesia puesto que desde el año 1990 y hasta ahora ha ejercido como delegado de obras de la diócesis de Teruel y Albarracín.
 

José Alpuente, en el Obispado de Teruel, hace unos días. José Antonio Lázaro

Por sus manos han pasado los proyectos de centenares de iglesias, aunque reconoce que jamás ha restaurado ningún retablo puesto que, ante la falta de presupuesto para abarcarlo todo, había que dar prioridad al mantenimiento, “que ya es bastante”, asegura. Por eso, la mayor parte de las acciones que programó en los pueblos de la provincia iban destinadas a reparar tejados o al saneamiento de humedades, labores para evitar daños mayores en un futuro.

José Alpuente destaca que gran parte de los bienes muebles de numerosos pueblos de la provincia de Teruel se perdieron durante la guerra civil española, “un patrimonio que, en el 99% de los casos, no se ha podido recuperar”, lamenta. Detalla que únicamente en aquellas parroquias que tenían propiedades productivas, como en el caso de Fortanete, se fueron adquiriendo nuevas obras para llenar las paredes de la iglesia. “Los anarquistas catalanes que intentaron la toma de Teruel vinieron por todo el Maestrazgo, que tenía un gran patrimonio en cuanto a ornamentación por las órdenes templarias, y destruyeron todo el interior de las iglesias, quedaron totalmente vacías”, manifiesta.

El éxodo de los años 60 del pasado siglo en los pueblos marcó otro hito en el deterioro de los bienes eclesiásticos. “No es por culpa de nadie, pero el tiempo desgasta las cosas, son edificios expuestos a los agentes atmosféricos”, comenta el sacerdote.

Alerta del grave daño que las palomas han hecho a decenas de torres campanario por toda la diócesis porque, mientras antes la palomina era muy demandada para las huertas, el abandono de las mismas por la ausencia de población provoca acumulaciones de excremento. “Antes la palomita se la llevaba cualquier para el huerto, ahora ya no y las palomas siguen existiendo y haciendo mucho daño”, manifiesta.

La despoblación afecta y mucho, según José Alpuente, en el estado del patrimonio y el experto alerta de que uno de los riesgos más importantes son los robos, que hasta ahora no han sido muy elevados. Indica que aunque algunas iglesias tienen alarmas, que se instalaron a través de un convenio con la Diputación Provincial de Teruel, muy pocas de ellas están conectadas a cuarteles de la Guardia Civil porque apenas hay en los pueblos, de forma que se trata de un elemento disuasorio que hace ruido para alertar a los vecinos.

Abandono

El hasta hace muy poco delegado episcopal de obras lamenta la existencia de ricos retablos barrocos o antiguos libros parroquiales y corales en pueblos donde no vive nadie. Le duelen los presbiterios con cerámicas del siglo XVIII que están cubiertas por excrementos de aves, ya que no hay fieles que acudan a rezar a esos templos de pueblos donde en invierno no duerme ningún vecino.

El proceso para la intervención en las iglesias se decide en función de criterios técnicos, relata el responsable, hasta hace poco, de tomar las decisiones. José Alpuente mandaba un formulario a todos los sacerdotes de la Diócesis de Teruel y Albarracín para conocer las necesidades específicas de cada templo. “Con esos datos buscaba un técnico arquitecto o aparejador”, según la envergadura del proyecto, “para la elaboración del documento técnico de cara a solicitar el apoyo” de la Diputación provincial o la autonómica. El propio Alpuente recorría los pueblos para conocer detalles sobre las demandas de los párrocos y, aunque asegura que nunca se atrevió a poner sobre el papel las valoraciones económicas de los daños, su dilatada experiencia le ayudaba a hacerse una idea del apoyo que iba a necesitar para cada trabajo de albañilería.

En torno al patrimonio eclesiástico José Alpuente recuerda la “diatriba” que planteó el obispo Damián Iguacén, que estuvo destinado en Teruel durante algunos años y fue presidente de la Comisión de Patrimonio de la Conferencia Episcopal, sobre la propiedad de las iglesias y las ermitas: “El patrimonio es del pueblo cristiano”, rememora ahora Alpuente las palabras de Iguacén.

Desde el momento en que el Obispado de Teruel y Albarracín partió de esa premisa se ha implicado al pueblo en su mantenimiento y se ha hecho a través de la colaboración de administraciones públicas como el Gobierno de Aragón y la Diputación Provincial y también de instituciones privadas, como Ibercaja. A todos ellos se ha sumado la aportación de los propios feligreses, que ha sido clave puesto que una de las condiciones para incluir una restauración en los programas de la diócesis era que “el pueblo estuviera dispuesto a ayudar y colaborar” con la financiación.

Apoyos públicos

Los primeros convenios con la Diputación de Teruel datan del año 1986 y también en esas décadas se inició el apoyo del Gobierno de Aragón, a través del departamento de Ordenación el Territorio. Se trata de ayudas prioritarias porque, en el caso de los del Gobierno autonómico, alcanzaban porcentajes muy altos, sobre todo en los municipios menos poblados y donde el presupuesto de la obra era más elevado, de forma que los pueblos en ocasiones sólo tenían que aportar el 10% del cómputo total, según relata Alpuente.

Ahora el apoyo público continúa, desde Aragón por parte de la Dirección General de Patrimonio, mientras que la Diputación sigue con los convenios a tres bandas con el Obispado e Ibercaja, que el año pasado supusieron un total de 315.000 euros, de los que la DPT puso 150.000, la diócesis 75.000 e Ibercaja 15.000 euros.

Buscar albañiles y empresas de construcción en el medio rural no siempre es fácil y por eso José Alpuente jugaba con un as en la manga y era que los trabajos en las iglesias se pagaban muy pronto porque el propio Obispado el que adelantaba el dinero para que los constructores no se vieran afectados por los retrasos en el pago de las administraciones. “No he tenido excesiva dificultad en encontrar porque como los empresarios cobraban pronto”, matiza.