Monreal, de zona cero del Covid-19 a ver un poco de luz tras nueve días sin ancianos con síntomas en la residencia
Se detectaron allí los primeros casosLa residencia Monreal-San José de Monreal del Campo fue la zona cero del coronavirus en Teruel ya que allí se detectaron los primeros casos de infectados por Covid-19 algunos días antes de que comenzaran a localizarse casos positivos en otros lugares de la provincia. De todo eso hace ya 25 días, como recuerda la directora, Marta Rivera, 25 días al pie del cañón en los que el refrán una de cal y otra de arena se queda corto. Es muy difícil lidiar con la impotencia de comprobar nuevos positivos pese a haber tomado todas las medidas de protección y más. También la alegría de recibir a los ancianos que han sido dados de alta en el hospital se magnifica con fuertes y sonoros aplausos, porque esa persona vuelve a la vida de la residencia y a la VIDA, en mayúsculas. Pero también porque esas palmas sonando ante el recibimiento son chutes de moral que ahora hacen más falta que nunca a los ancianos y al personal.
En el geriátrico de Monreal empiezan a respirar tras nueve días (ayer) sin nuevos casos positivos y con la mirada fija en mañana martes, cuando empezarán a dar salida a los que estaban confinados por posible contagio. Son personas que en su día dieron positivo y que han pasado 20 días alejados del resto ante la imposibilidad de hacerles nuevas pruebas: “Nos dicen que no hay test, que a los 15 días les demos por curados”, comenta la responsable de los dos geriátricos que hay en Monreal del Campo. Pero ella no se fía y ha extendido la cuarentena a más de 15 días. Por si acaso.
Rivera está en continuo contacto con el centro de salud de Monreal, situado justo enfrente de la residencia, y juntos establecen los criterios y protocolos a seguir para garantizar la seguridad de los ancianos y del personal. El pasado jueves tuvo lugar la última reunión en la que decidieron que los ancianos que ya llevan 20 días confinados en su habitación y no han presentado más síntomas podrán salir, eso sí, con mascarilla y cumpliendo todas las medidas de protección.
Y es que Marta Rivera es clara y asegura que esa luz al final del túnel no puede hacer bajar la guardia al personal. De hecho, su preocupación ahora no solo está dentro de los muros de la residencia, sino también fuera, e intenta estar informada sobre posibles nuevos contagios en los pueblos de la zona ya que teme que el bicho vuelva a entrar a la residencia. “Me han dicho que la zona está bien, eso me da cierto alivio”, reconoce la responsable.
El pasado viernes recibieron a dos ancianos que llegaban con el alta desde el hospital Obispo Polanco y el sábado llegó otro. Los reciben como si fueran héroes porque realmente lo son. Con sus más de 80 años todos ellos vivieron en sus tiernas carnes la guerra civil y ahora, ya bien curtidos, han sido capaces de ganar a una pandemia mundial que está dejando miles de muertos en el camino. Llegan curados del coronavirus, pero tantos días inmovilizados hacen mella en sus débiles cuerpos y ahora tienen una larga tarea por delante para recuperar la movilidad y la autonomía que tenían antes de contagiarse por Covid-19.
Los ancianos que están en Monreal mantienen ya desde los primeros días del confinamiento un contacto directo con sus familiares a través de videollamadas. Se trata de una forma de comunicarse que resulta fundamental para paliar la ansiedad que sienten los hijos por saber cómo están sus padres y también una forma de entretenimiento para unos abuelos que, de esta forma, ven crecer a sus nietos y reciben todo su cariño, aunque sea a través de la pantalla de un móvil o una tableta.
En los últimos días y durante 20 jornadas una empresa especializada de limpieza contratada por el Gobierno de Aragón está desinfectando todos los alrededores del geriátrico a diario para evitar posibles nuevos contagios.
Marta Rivera está planificando ya la vuelta a la normalidad, que tendrá que ser escalonada porque, como matiza, el hecho de que no se realicen test y que haya muchas personas que padecen el virus de forma asintomática hace que sea peligroso retomar el contacto social.
Peluquería improvisada
Pero mientras el coronavirus copa todas las conversaciones fuera de la residencia, en su interior la vida sigue y, en un intento por recuperar un poco de normalidad, el sábado varias trabajadoras cogieron las tijeras y el pincel del tinte en su día libre y pusieron en marcha una peluquería donde mujeres y hombres hicieron cola para cortarse el pelo o taparse las canas.
La residencia Monreal San José tiene contratado un servicio de peluquería externo pero por motivos de seguridad no se presta desde hace más de tres semanas. Por eso, varias de las empleadas de diversos departamentos decidieron el sábado instalar un improvisado salón de belleza para subir el ánimo de los internos. Verse bien en el espejo también cura, a veces más que las pastillas.