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Los trabajos en la muralla de Albarracín destapan su lienzo mejor conservado Los trabajos en la muralla de Albarracín destapan su lienzo mejor conservado
En la imagen, aspecto que presenta la muralla, que está situada en la zona baja de la Torre Blanca

Los trabajos en la muralla de Albarracín destapan su lienzo mejor conservado

Las obras, que concluyeron el viernes, han recuperado 24 metros del muro defensivo
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Cruz Aguilar

Las labores de recuperación de la muralla de Albarracín, que concluyeron el pasado viernes, han sacado a la luz el tramo mejor conservado de los más de 500 metros que se han recuperado en los últimos años. Se trata de 24 metros de paño que han actuado como muro de contención de tierras y que, precisamente por la protección que le ha aportado ese relleno, se encuentra en perfecto estado.

El tramo recuperado se compone de dos lienzos, uno de 20 metros de longitud y otro de 4, situado en ángulo recto. Está situado en la zona bajo la torre Blanca, abierta al meandro sobre el río Guadalaviar. Precisamente esa situación de difícil acceso en una zona especialmente abrupta es la que , a juicio del arquitecto responsable de la obra, José Luis Baró, ha sido clave en su buen estado de conservación. “Por esta parte de Albarracín ha habido pocos ataques, no está tan bien comunicada como otros puntos”, relató. Baró visitó ayer los trabajos acompañado por Antonio Jiménez y por Jaime Díaz Morlán, arquitecto urbanista del equipo Atalaya.

El presupuesto para acometer los trabajos ha sido de 30.000 euros aportados por la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Aragón que, según explicó el gerente de la Fundación Santa María, Antonio Jiménez, cada año costea una parte de la recuperación del perímetro amurallado de Albarracín. En total se han recuperado en torno a 500 metros a los que hay que sumar los 24 que se terminaron el viernes. Todavía queda por sacar a la luz en torno a 150 metros, pero Jiménez destacó que se trata de una zona de gran relevancia puesto que la parte externa ya se ve desde el río y la interna servirá de parapeto, al igual que la recuperada ahora, del paseo que se ha habilitado. 

La muralla que ahora sale a la luz presenta una anchura de muro de un metro y una altura de entre 7 y 8 metros en función de los tramos. Precisamente Antonio Jiménez subrayó que no ha habido que recrecer el muro en ninguno de los puntos –algo que sí tuvieron que llevar a cabo en las actuaciones del pasado–, sino que  las obras se han centrado han retirado la tierra que la cubría.

En este sentido el arquitecto José Luis Baró alabó la decisión de bajar la cota de la tierra interior de la muralla para que esta sirva de antepecho durante el paseo.  “Así se evita el peligro, pero sin necesidad de interponer un elemento ajeno, como una barandilla podría producir una cierta distorsión”, dijo.

José Luis Baró destacó la importancia que tienen los paños de la muralla, “que no se han tocado desde el siglo XIV y permanece como testigo de lo que fue la construcción”. Así, apuntó que hay huellas de los andamios que se montaron, restos de madera embutidos y trozos de madera reforzando los puntos más débiles. “Ha sido una intervención de mínimos, tratamos de congelar y conservar uen un buen estado la muralla para que no se degrade más y tratarla como un documento en el que están grabadas muchas cosas”, dijo.

Pero los trabajos irán más allá y como explicó el arquitecto urbanista del equipo Atalaya, también buscan recuperar la naturalidad del espolón, “una zona preciosa con mucha potencial” que, sin embargo, ha estado degradada debido a su uso como vertedero de todas las reformas realizadas en la ciudad durante los últimos 50 años. 

El objetivo es mantener “la naturalidad de contacto con la sierra que tiene enfrente”, comentó, para añadir que con ese fin se realizarán plantaciones de arbolado y matorrales autóctonos de la serranía.  Para la recuperación del manto vegetal se va a emplear un método consistente en trabajar con la tierra de la propia zona, separándola por tipos y mezclándola con restos vegetales para dotar de un manto a la zona sobre el que sea posible la siembra, adelantó Jaime Díaz Morlán.

A los restos de escombros hallados en la realización de las obras también se refirió Antonio Jiménez, quien especificó que la muralla estaba oculta bajo una gran aculumación de escombros en la que se han localizado muchos restos de cerámica de tipología desde medieval hasta del siglo XVIII. Especificó que cuando la muralla se dejó de utilizar con fines defensivos los huecos se rellenaron para dar al suelo otros usos. De hecho, los restos de un cobertizo para almacén localizados hacen pensar a los responsables de la empresa de arqueología Acrótera, que es la que ha realizado las excavaciones, que en ese lugar debía ubicarse el huerto del convento de los Dominicos que había en esa zona.