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La campaña del azafrán en los campos turolenses ha sido

Los productores turolenses de azafrán califican de "desastrosa" la última campaña

Las altas temperaturas que se han registrado este otoño castigan la producción dejándola a la mitad
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José Luis Rubio

Hasta un 60 por ciento menos de cosecha han recogido los agricultores de los campos de azafrán en Teruel en una campaña loca que comenzó más de un mes de retraso a consecuencia de las altas temperaturas registradas durante el otoño y que en su desarrollo ha sido altamente irregular. Eso ha provocado que, a la merma de la cosecha se haya sumado una menor productividad de la brin, la campaña de este año vaya a resultar nefasta.

“Poco y mal”, resumió el presidente de la Asociación de Productores de Azafrán del Jiloca, Azaji. Ángel Reza  señaló que esta campaña ha tenido “menos producción, con los mismos días (de recolección), más gastos y, encima, el brin no es muy grande”.  Este cúmulo de circunstancias ha provocado que en esta campaña se haya recogido “un sesenta o un setenta por ciento menos que el año pasado”, dijo Reza.

Los productores consultados no son más optimistas y no han escatimado en menosprecios a los resultados de esta campaña.”Desastre total” o  “totalmente negativa” han sido algunos de los adjetivos que no se han ahorrado los productores para referirse a la campaña que termina.

El presidente de los productores de azafrán destacó, además, que los campos en los que se ha producido esta merma tienen cebollas de diferentes edades. Y, por añadidura, Reza ha alertado de que esta baja producción ha tenido un carácter aleatorio ya que en unos campos ha sido más grave que en otros, incluso en parcelas contiguas.

“Un campo de cuatro años no da, y el que está al lado, también de cuatro años, sí”, lamentó el presidente de los azafraneros sin que hasta el momento hayan encontrado una explicación a este fenómeno. Precisamente, esa azaridad en la producción es otro palo en la rueda de los productores, que tienen serias dificultades para encontrar temporeros.
 

Recolectores de azafrán en un campo del Jiloca en imagen de archivo


“Uno se hace la idea de que en octubre va a coger azafrán y puedes contratar a los temporeros que vienen. Pero llega octubre como no se ha contratado a los temporeros, estos se tienen que ir. Y cuando llega noviembre y sale el azafrán, a quién contratas, si los que hay no saben  cogerlo y los que te pueden echar una mano no quieren trabajar”, explicó el portavoz del sector, que añadió que en este escenario hay que tirar de familiares y amigos para poder recoger la flor.

El otoño tan cálido que se ha sentido este año 2023 podría estar detrás de este fenómeno. “Para mi, es el frío. Cuando empezó a hacer frío, se activo y empezó a salir”, aseguró  Reza que, sin embargo, mantenía su incertidumbre porque “dentro de un mismo campo puede haber una parte que de (azafrán) y otra que no. Vas a un mismo campo y ves la mitad del azafrán fuera y con flor y la otra mitad que  no le ha empezado a salir”.

Además de la aleatoriedad de la floración, las flores están dejando un brin de poca calidad. “Si otros años hacían falta entre 160.000 y 180.000 flores para hacer un kilo de azafrán, este año pasamos de las 200.000 flores para reunir mil gramos”, lamentó este productor de Calamocha.

Y como a perro flaco todo son pulgas, los costes de producción se han disparado. El precio del combustible ha subido sensiblemente y también la mano de obra. “A la hora de limpiarlo, si el año pasado se pagaba a 15 céntimos, este año no se puede pagar eso porque la producción no cunde”, explicó justificando la medida porque “el año pasado hacían fácilmente 300 o 400 gramos limpios  una mujer cada día y ahora no hace más de 150”.

Un año “desastroso”

“Desastroso”, resumió José Ramón Plumed, de Azafranes el Jiloca, haciendo balance de la campaña que ahora acaba. El productor recordó que desde hace algunos años la cosecha se había reducido a la mitad y “este año ha sido la mitad de la mitad” por lo que anunció que tendrá que “hacer equilibrios para poder seguir atendiendo a los clientes si disparar el precio”. No obstante, la caída de la producción de este año obligará a retocar las tarifas, aunque no se repercuta el incremento de los costes y la bajada de la producción y el propio productor asuma parte de ese sobre coste en su margen de beneficio.

“No ha hecho frío, y cuando no hace frío el bulbo se queda quieto, como aletargado”, explicó Plumed, que recordó que hubo “esos días de frío desde el 27 de octubre hasta el 5 o 6 de noviembre, y entonces estuvimos recogiendo (azafrán) bien”, pero luego lamentó que “vino el calor otra vez” y a partir de entonces “fue saliendo poco a poco”.

La producción de las dos hectáreas de Azafranes del Jiloca, de cultivo ecológico, se ha rebajado a la mitad de lo que se pudo recoger el año pasado, “asumiendo que ya era la mitad de lo que debían de dar”.
 

La mayoría de los cultivos presentan la misma calidad de otras campañas


El balance de la campaña que realizó José Antonio Esteban, de Azafranes La Carrasca, de Blancas, no fue mejor y se refirió a un año “totalmente negativo” en el que “la cosecha empezó mucho más tarde por el calor que hubo pero terminó exactamente igual que siempre. En lugar de haber empezado a coger en el Pilar, como siempre, empezamos a finales de octubre. Y terminó (la campaña) para finales de noviembre, que es cuando tiene que terminar. Eso si que lo ha hecho”. Esteban refirió que en esta campaña “ha habido muchos menos días y menos flor”.

Para Esteban, este año se ha recogido “un cincuenta por ciento menos, seguro” que la campaña pasada.

El difícil equilibrio del precio

En esta coyuntura, los productores deben encontrar el punto justo entre el incremento de precio del azafrán al que habría  que repercutir la subida de los costes de producción y la merma de la cosecha, con el principio de competitividad.  “Ahora tenemos un problema importante porque  cuando el azafrán de aquí o el de Castilla La Mancha sube el precio, el de importación también lo sube, pero menos”, explicó.

“Habría que subir el precio un 30 o un 40 por ciento, pero yo voy a tratar de no subir más de un 10”, dijo el responsable de Azafranes el Jiloca, que tratará de asumir con resignación este año esa diferencia. “Esperamos que el año que viene sea mejor”, espetó.

Para Azafranes La Carrasca, “habrá clientes que no se puedan servir como se servían y habrá algo menos de azafrán” y se lamentó del escaso margen de maniobra porque “no hay nada que se pueda hacer”.  En este escenario, los productores tendrán que priorizar a qué clientes servir y se apostará, a buen seguro, por los clientes activos antes de buscar nuevos mercados.

Sin embargo, ni en Blancas ni en Monreal del Campo se ha detectado una merma en la calidad dela brin, a expensas de lo que los laboratorios de calidad a los que se remiten las muestras para su certificación lo atestigüen. “La flor ha sido igual de grande”, especificaron estos productores, mientras que en la zona de Calamocha algunos sí acreditaban un brin peor.

Un sector en jaque

“Esta situación ha jodido el sector de por vida”, se lamentó el presidente de la Asociación Azaji, que junto a la mala campaña de este año se suma, según explica Reza, la competencia de producto extranjero y la falta de apoyo institucional.

“Sembrar una hectárea estaba hace unos años en torno a los 30.000 euros pero ahora nadie se mete en una inversión de este tipo”, dijo. A eso, añadió que “nadie nos ayuda.  Mirando las ayudas de la PAC del año que viene, en las que se ayuda a las leguminosas, al tomate, a todo ... pero al azafrán anda”.

Además, resaltó que “no se dan cuenta de que el azafrán no es de gente rica. No hay nadie que haga 500 toneladas. Es de familias pequeñas, que no tienen mucho poder adquisitivo y que viven en los pueblos” porque este cultivo “hace una ayuda”. Aunque hace algunos años una familia podía reunir hasta 6.000 euros  limpios de azafrán por trabajar un mes,  pero ahora ese beneficio se ha reducido. “no puedes trabajar eso por mil euros”, espetó.

La mayoría de los productores ya han dado por finalizada la campaña, que empezó con entre cuatro y cinco semanas de retraso por las altas temperaturas.