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Linares de Mora se vuelca en la búsqueda de los restos de un soldado vasco caído en la Guerra Civil Linares de Mora se vuelca en la búsqueda de los restos de un soldado vasco caído en la Guerra Civil
Los familiares del soldado caído, Lorena Ahedo y Jon Ortiz, conversan con el arquólogo Javier Ruiz ante la alcaldesa de Linares, Yolanda Sevilla. José Luis Rubio

Linares de Mora se vuelca en la búsqueda de los restos de un soldado vasco caído en la Guerra Civil

Concluyen sin éxito las catas en el cementerio en busca de una fosa común de combatientes del bando sublevado
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José Luis Rubio

Antonio Olazabal y Gutiérrez falleció “por Dios y por España en el frente de Teruel, Linares, el día 4 de junio de 1938 a los 20 años de edad habiendo recibido los Santos Sacramentos y la Bendición Apostólica de S.S.”. Así reza el recordatorio de su muerte en la Sierra de Gúdar en una de las últimas referencias documentadas que se tiene del final de este joven vasco que combatió en los dos bandos durante la Guerra Civil. Luchó en el lado republicano y, después de ser capturado, fue reclutado para combatir del bando sublevado. Nunca volvió a su casa en Carranza y su paradero sigue siendo un misterio, incluso después de las catas realizadas desde el lunes en el cementerio de este municipio de la Sierra de Gúdar en busca de la fosa común en la que descansan sus restos.

Desde el lunes, un equipo del Colectivo de Historia y Arqueología Memorialista Aragonesa - Chama ha estado buscando sus restos en el cementerio de Linares de Mora, en los puntos donde los últimos testimonios ubicaban sus restos en una fosa común con otros 14 soldados de la 108 División. Una búsqueda que, hasta el jueves, no ha dado resultados positivos. Durante los tres días que han durado los trabajos este equipo de arqueólogos ha realizado hasta cinco catas en busca de los restos de estos militares que fallecieron en la primera jornada de combates en la zona después de que las tropas marroquíes fueras relevadas de la primera línea de fuego.

Lorena Ahedo y su marido Jon Ortiz llegaron a Linares el martes con la esperanza de recuperar el cuerpo del tío abuelo de ella. “Normalmente vamos en el coche con música, pero este viaje íbamos en silencio”, recordaba ayer la mujer poco antes de emprender el camino de vuelta a País Vasco con las manos vacías. “Parece que vayamos a un funeral”, dijo Jon durante el trayecto a Linares en referencia al extremo silencio que se notaba en el habitáculo, a lo que Lorena respondió con un compungido “¡ojalá!”.

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Recordatorio de la muerte del soldado Antonio Olazabal


“Los familiares sí que sabían desde el primer momento que Antonio Olazabal había fallecido en Linares, pero nada más. Buscando información después, y a raíz de las pesquisas de un capitán, hermano del sargento que mandaba a Antonio y que llevaría un registro con los 14 fallecidos ese día, aparece el testimonio de un alcalde que recoge los comentarios de varios vecinos en referencia a que estas personas estarían enterradas en el cementerio con una botella entre las piernas con la identificación de cada uno. Y están colocados para ser encontrados”, relató la alcaldesa de Linares, Yolanda Sevilla, que ha estado siguiendo al minuto las evoluciones de los trabajos que se han llevado a cabo en el camposanto de su localidad y que incluso ha buceado entre los archivos municipales y hablado con los vecinos más mayores en busca de más información sobre el paradero de este soldado.

“Ya dice el alcalde, 20 años después, que no lo encuentra ni en los documentos del Ayuntamiento , ni en los del Juzgado de Paz ni en los de la Iglesia, pero que cuentan los vecinos que se enterraron en el cementerio municipal. Y Linares no ha tenido otro cementerio desde que se inauguró éste en 1014”, aportó Sevilla en referencia a un documento revisado en el Archivo de Teruel. Sin embargo, apuntó que “a nadie le consta esa fosa común”. Al menos hasta que hace unos meses, cuando una persona recordó “que su padre está enterrado a los pies de los caídos en guerra y marca la ubicación”. Todo parecía indicar que en ese punto podía estar la fosa común por la presencia de lo que parecían restos contrarios al sentido del resto de difuntos.

Fueron ese testimonio y esos indicios lo que ayudaron a la alcaldesa a realizar las catas, “porque le debemos un respeto a los que están”. A partir de ese momento “se instó al Ayuntamiento de Carranza y nosotros instamos al de Linares en un acuerdo plenario para que Patrimonio del Gobierno de Aragón habilite esta apertura porque creíamos que era fácil poderlos ubicar”, explicó la edil. “Esta encomienda el Gobierno de Aragón la trasladó a la asociación Chama”, dio Sevilla.

Sin embargo, ni esa primera presunta localización ni las otras cuatro catas que se han hecho durante los tres días de trabajos han logrado localizar esa fosa común.

Sevilla subrayó que “las asociaciones que realizan este trabajo lo hacen con mucho respeto”.

La investigación

“Siempre hemos sabido que estaba (en Linares) porque teníamos el recordatorio en casa”, explicó Ahedo, a lo que su pareja añadió que en el recordatorio se recordaba que “falleció en Linares” por lo que “en la familia siempre quedó la pena”.

Durante el confinamiento por la covid, Jon empezó a profundizar en la historia de su familia política, sobre todo en lo relativo a Antonio Olazabal al que cariñosamente todos llaman Tonxu. “La abuela de Lorena le vio partir a la guerra. Y no volvió. Y esa pena le quedó siempre a la abuela de Lorena y se lo transmitió a su madre”, explicó el marido.

Aunque la familia Olazabal ha tenido siempre en el recuerdo presente la memoria de Tonxu, tras la pandemia su recuerdo recobró presencia. “Jon fue conocedor de la existencia de Tonxu en la pandemia”, recordó Lorena Ahedo. A partir de ese momento, el marido se puso “a investigar (...) y se habló de esto en casa y como soy un culo inquieto y siempre quiero más, le dije a su madre, que es sobrina nieta de Tonxu, si quería que le buscásemos, y dijo que vale”. A partir de entonces empezó un concienzudo trabajo de recopilación de documentación, recurriendo a los archivos militares de Salamanca, Guadalajara y Ávila. “Hemos buceado en los archivos municipales del Valle de Carranza, en el Foral de Vizcaya”, recordó Jon, que había “ido encontrando cosas. Pero lo definitivo fue hace un año cuando un compañero, Rafael Arriola, había colgado en Facebook una entrada sobre Tontxu porque otra parte de la familia también le buscaba”. Ortiz y Arriola se pusieron en contacto para contrastar sus pesquisas y “seguir investigando los dos juntos”.

Entre los datos que pudieron compartir estaba la recepción de una carta remitida por el capitán del batallón en el que servía Antonio Olazabal  y que se ha perdido en la que se informaba de que su cadáver estaba enterrado en Linares de Mora, recordó Ahedo. “Su padre quiso venir a llevárselo al cementerio de Carranza”, pero en entonces, en 1938, en plena Guerra Civil, no fue autorizado.

En esa carta se decía que Antonio había muerto a causa de una bala perdida, pero sus descendientes rechazan esa explicación porque aseguran haber “encontrado documentación del batallón 106 de la División 108 Media 3, que es la unidad en la que estuvo cuando murió en Linares,  con una lista de muertos en la que pone que fue herido por arma de fuego en el tórax”, corrigiendo esa epístola y “certificando que murió en combate”, dijo Ahedo.
 

Este miércoles concluyeron los trabajos de excavación en el cementerio de Linares. En la foto, el equipo arqueológico, los familiares del soldado y la alcaldesa de Linares. José Luis Rubio


Olazabal había sido llamado a filas con 19 años por el Gobierno Vasco en mayo de 1937 después de haber terminado los remplazos para defender la II República en el batallón Meabe II de las Juventudes Socialistas Unificadas, 9ª Brigada Mixta, 2ª División.  Tonxu llegó a Linares de Mora reclutado por el bando sublevado después de haber sido capturado en Santoña, donde el Ejército Vasco fue copado por la CVT italianas. Entonces fue reclutado , así consta en el Caja de Reclutas de Santander, para ser enviado al frente. La siguiente noticia que se tuvo de él fue la de su muerte en la Sierra de Gúdar, aunque su hermana Fina aseguró, según el relato de Arriola, haberlo visto en el tren que transportaba a los reclutas mientras le gritaba que saltase del convoy.

Búsqueda incesante

Uno de los arqueólogos directores de la excavación, Javier Ruiz, explicó ayer que “según los datos históricos que nos facilitó la familia,  su familiar estaba enterrado porque murió en los combates desarrollado aquí el 4 de junio de 1038 y, junto a otros quince soldados, había documentación que indicaba que estaban enterrados en Linares de Mora en fosa común pero individualizados y con una botella entre los pies  con un papel con el nombre de cada uno de ellos. En base a los datos orales que  la alcaldesa había recogido entre los más mayores del pueblo, indicaron un punto cerca de la tapia”. En total se hicieron cuatro sondeos en esa banda, dos en la zona que indicaron las fuentes orales y otros dos más al fondo, donde están una cruces de niño del año 1939 y 1940 por ser las más próximas a la fecha del fallecimiento de Olazabal. Ninguno de los restos que se encontraron en esas catas correspondían con los fallecidos en el frente.

“A última hora de ayer (martes) obtuvimos un testimonio de un señor que aseguró que en su momento le habían dicho que por ahí (señalando a una esquina del camposanto) había una fosa común de soldados caídos en el frente. Pero la abrimos ayer y no había nada”, recordó el arqueólogo.

Los trabajos se inician habitualmente con una pequeña excavadora con la que se retira la primera capa de tierra hasta que se encuentran las primeras evidencias de un posible enterramiento. Si se trata de ataudes, en seguida se nota la tapa de madera. En el caso de ataudes, si por el tamaño se intuye que son de niños se vuelven a cubrir mientras que si se trata de un adulto se comprobaba que no se trata de un soldado. Sin embargo, se tiene como improbable que los militares se enterrasen en ataúd. “Pensamos que están en fosa común pero alineados y bien colocados para poder identificarlos con esas botellas”, dijo Ortiz.

El equipo de arqueólogos no baja los brazos y se consuela tras la infructuosa búsqueda de estos días. “No es un fracaso porque ahora hemos desechado na serie de punto. Lo hemos hablado con los familiares e intentaremos seguir “, se comprometió Ortiz, confiado en que se localicen los archivos de la iglesia relativos a los años posteriores a 1915, aunque no se han encontrado hasta la fecha,  y que contengan algo más de información sobre el caso.

“Perder el miedo”

“Las administraciones deberíamos perder el miedo a realizar estas actuaciones o a apoyar en la búsqueda de esta información porque no pasa nada. Podemos compartir, si formamos parte en  algún momento de ellas, del cuidado y la atención que les prestan a esas personas que localizan si no son las que están buscando”, dijo en el cementerio de Linares de  Mora su alcaldesa, Yolanda Sevilla, que continuó recordando que “esto no causa ningún perjuicio ni ninguna falta de respeto a las personas que se encuentras (enterradas allí) y creo que deberíamos eliminar esos prejuicios que nos puedan quedar en cuanto a  mover el pasado o removerlo”. Por eso, Sevilla apostó por “olvidarnos de na época que fue mala para mucha gente , sobre todo para los que están ahí abajo, y que nosotros no la hemos vivido”. Por eso apostó por intentar solucionar el daño que se causó  a una familia, como es este caso, de una persona que se llevaron en su omento y que no encontraron nunca”.

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